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Nació en Ueno, distrito de Tokio, Japón. Poeta y prosista japonés del periodo Edo, célebre por sus haikús y sus libros de viajes. Ocupa un lugar destacado en la literatura japonesa por su obra y por haber popularizado el haikú, género hasta entonces artificioso y convencional, en una efusión directa llena de sutileza entre el mundo natural y el alma del poeta, efusión que es revivida y sentida de nuevo por el lector. Durante un tiempo vivió en las afueras de Edo, la actual Tokio, en una cabaña de ramas de banano (bashô), de donde proviene su apodo, inicialmente escribió renga, haikai y otras formas poéticas basadas en los juegos de palabras y las bromas ligeras, muy de moda entonces. Con la influencia del filósofo clásico Chuang Tzu (Siglo IV a.C.) abandonó la pretensión de poner el ingenio al servicio de la frivolidad para ocuparse de las cosas sencillas, corrientes y naturales; de esta manera contribuyó, junto a los poetas Issa y Buson, a revitalizar el haikú.
El haikú deriva directamente del hokku (estrofa inicial) y del haikai no renga, (serie de versos ligados y compuestos por más de un autor). Desde el punto de vista métrico, es una composición breve, son tres versos que suman 17 sílabas dispuestos al modo del terceto francés de cinco-siete-cinco sílabas. Desarrolló un estilo poético en el que confluían la soledad contemplativa y una humilde percepción de lo cotidiano; sus poemas constan por lo general de dos elementos separados por una cuña que los articula: el primero da cuenta de una realidad o situación y el segundo incorpora una sensación repentina o una intuición fulminante. Todo ello con un lenguaje sencillo, universal, impregnado de imágenes inmediatas y simples como la luna de agosto, el salto de una rana o las moscas sobre una mesa.
Los poemas de Basho están inspirados por el respeto y comprensión hacia todas las formas de la vida y rebosan del más profundo amor a la creación; concebía la poesía como una forma de iluminación y una búsqueda de la elegancia espiritual. Durante los diez últimos años de su vida emprendió numerosos viajes gracias a los cuales amplió el repertorio de temas e imágenes de su poesía y se dedicó a escribir haibun, es decir, diarios de ruta como Recuerdos de un esqueleto expuesto a la intemperie (1684) o su obra maestra La senda del norte (Oku no hosomichi, 1694), en los que unía poesía y prosa. En 1649 interrumpió uno de sus viajes por enfermedad y falleció el 28 de noviembre de 1694, fue enterrado en el jardín del templo de Yoshinakadera, en Osaka, y sobre su tumba plantaron un banano.
De vuelta a casa
¡Hola!, me dicen.
Soy, como el viejo roble,
el mismo de antes.
Autorretrato
En una rama
desnuda está posado un cuervo
tarde en otoño.
Despedida
Oigo un remo que surca las ondas.
Se me encoge el estómago.
Lloro en la noche.
En el Santuario de Isé
Noche sin luna.
La tempestad estruja
añosos cedros.
Ante un mechón de pelo de su madre muerta
¿Debo tomarlo?
Se abrasará en mis lágrimas.
Niebla de otoño.
*
Mi mente evoca
multitud de recuerdos.
¡Estos cerezos!
*
El mar picado.
Tendida hacia las islas,
la Vía Láctea.
*
La mariposa
vuela en el campo, sola:
sombra bajo el Sol.
*
¡Cuánta quietud!
La voz de la cigarra
taladra rocas.
*
Calladamente
se marchitan las rosas.
Saltan los rápidos.
*
Jardín de invierno.
Hila la Luna el canto
de los insectos.
*
Cierzo invernal.
Qué ásperas las rocas
entre los cedros.
*
Viento de otoño
más seco que tus piedras,
Monte Rocoso.
*
Sol invernal.
Montada en el caballo
mi sombra, helada.
*
Pila de poros.
Blanco recién lavado.
¡Cuánto frío hace!
*
Tersa nevada.
Los narcisos se doblan
bajo su peso.
*
Intenso aroma
de crisantemos, luego
del aguacero.
*
Lluvia de estío.
Tras la senda del Sol,
los girasoles.
*
Un monje sorbe
su té, en silencio; flores
de crisantemo.
*
Bato mis palmas.
Con el eco, el ocaso.
Luna de estío.
*
Bajo este techo,
juntos, duermen rameras,
la Luna, el trébol.
*
El cuco. Tras
el soto de bambú
riela la Luna.
*
Año tras año
en la jeta del mono
la misma máscara.
*
Medra el otoño.
¿Cómo puede el vecino
sobrevivir?
*
También de noche
me visitó un ladrón
al irse el año.
A un discípulo
Sé tú, no yo,
nunca un melón partido,
mitad idéntica.
*
Un crisantemo
blanco: Lo admiro: ni una
brizna de polvo.
*
¿Por qué este otoño
he envejecido tanto?
Vuela alto un pájaro.
*
De viaje, enfermo.
Mis sueños errabundos
sobre un erial...
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Escrito por Redacción