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Más armas a Ucrania no cambiarán el curso de la guerra
Lo evidente es que el capital imperialista, asfixiado localmente por la saturación de capitales y mercancías, busca desesperadamente elevar su tasa de rendimiento, conquistar nuevos mercados y fuentes de materias primas y energéticos.

El sábado pasado, la Cámara de Representantes de Estados Unidos (EE. UU.) aprobó un nuevo paquete de apoyo militar a Ucrania, por 61 mil millones de dólares. Esto, evidentemente, no beneficiará al pueblo ucraniano: lo condena a sufrir más muerte y dolor, continuando una guerra ya perdida. El acuerdo beneficia a Joe Biden, quien pretende despertar expectativas entre el electorado norteamericano, buscando que, al momento de las elecciones presidenciales, el ejército ucraniano, luzca vigoroso y a la ofensiva, prometiendo victoria; así aumentaría el caudal de votos demócrata gracias a un fugaz espejismo de “éxito”, ocultando lo que al final ocurrirá: la inevitable derrota de Ucrania. Pero Biden habría ganado la presidencia. Al menos eso piensa.

El acuerdo favorece grandemente a las empresas fabricantes de armas: a Lockheed Martin, Boeing, Raytheon Technologies, Northrop Grumman, y otras que, a decir de los propios políticos norteamericanos, recibirán el 90 por ciento del presupuesto aprobado para producir equipo y armamento que enviarán a Ucrania. “Ucrania es así sólo una herramienta con la que justificar un aumento del gasto del país cuyo presupuesto militar destaca tanto con respecto al resto, que supera la suma del de todos sus aliados y oponentes” (Lahaine, 22 de abril). Son miles de millones ganados con la guerra, ganancia a la que se busca dar continuidad, mientras en los campos de batalla mueren ucranianos por miles y mientras el pueblo norteamericano sufre innumerables carencias que demandan apremiantemente atención en el gasto público.

El acuerdo exhibe, asimismo, la alianza de los políticos norteamericanos con la industria de la guerra. Ellos reciben su parte de carroña. Nancy Pelosi, exlíder de los demócratas en la Cámara baja, tiene el grueso de sus acciones en la industria armamentista, que ha subvencionado a congresistas con alrededor de 170 millones de dólares, como “recaudación de fondos”; particularmente, Mike Johnson, líder demócrata promotor del acuerdo, ha recibido en sus arcas alrededor de ocho millones de dólares (Rick Sánchez, periodista norteamericano).

Pero Zelenski no ganará la guerra ni con este masivo apoyo en armamento de tecnología avanzada. Además, eso de avanzada es discutible, primero, porque se sabe que EE. UU. entregará a Ucrania reservas de armas ya viejas y con el dinero autorizado producirá nuevas para su propio uso; segundo, es sabido que los “imbatibles” tanques americanos (Bradley y Abrams) y alemanes (Leopard) “arden de lo lindo”, como dijo Vladimir Putin. En tecnología militar, Rusia les aventaja notablemente.

Mas no bastan las armas, por modernas que fueran. ¿Quién las manejará? El propio comandante de las Fuerzas Terrestres de Ucrania, Alexánder Pavlyuk, “… apuntó a la escasez de soldados en el Ejército ucraniano. ‘Por mucha ayuda que recibamos, por muchas armas que tengamos, ¡no tenemos gente suficiente!” (RT, nueve de abril). Agréguese la falta de preparación de los nuevos reclutas. Están improvisando soldados en dos meses de entrenamiento, con lo que, según esto, quedan ya listos, pero… para ir a morirse.

Formar militares al vapor es una locura, máxime cuando Ucrania se enfrenta al ejército ruso, dotado con la tecnología más avanzada y con una incomparable experiencia adquirida al resistir numerosas invasiones y conflictos a lo largo de su historia: la de Napoleón, quien en 1812 lanzó su gran ejército (más de 600 mil soldados), el más grande jamás formado en Europa… y terminó derrotado; Moscú fue el principio del fin del Gran Corso, el genio de la guerra, y del Primer Imperio Francés. Rusia sufrió también la invasión japonesa (1904-1905), la Primera Guerra Mundial, la guerra civil (1917-1923); la Segunda Guerra Mundial, donde Hitler envió contra la URSS 3.5 millones de soldados, el ejército más poderoso del mundo –con el respaldo tácito de Inglaterra, Francia y EE. UU., como ahora: todos juntos nuevamente contra Rusia–, malhadada aventura que terminó con los sueños de dominio de aquel Führer. Durante los años noventa, Rusia derrotó en la guerra de Chechenia a los separatistas instigados también por EE. UU.; y, más recientemente, en solidaridad con Siria, venció al Estado Islámico, patrocinado… por EE. UU. Es inconcebible que Ucrania derrote a esta máquina militar, a la que EE. UU. mismo teme enfrentar directamente; pero, como dicen los expertos, sabe que no ganará esta guerra, pero la prolonga.

Además, la moral del ejército ruso es muy alta, algo decisivo para triunfar, mientras la moral del ejército, y del pueblo ucraniano se ha derrumbado ante el incontenible avance de Rusia. Miles de jóvenes están huyendo a otros países, principalmente europeos. “Según una reciente encuesta realizada por la agencia Info Sapiens para el medio Suspilne Novini, el 63 por ciento de los ucranianos en edad militar no quiere enrolarse en el Ejército y el 17 por ciento estáindeciso” (RT, 22 de abril). Y dice The Times: “Los ucranianos jóvenes aptos para el servicio militar temen ser alistados en el Ejército y buscan modos de eludir el reclutamiento (…) ‘jóvenes en Kiev están aterrorizados ante la perspectiva de alistarse en el Ejército’ (citado por RT, ocho de abril). Asimismo: “Miles de hombres ucranianos sobornaron a las autoridades militares o abandonaron ilegalmente el país para evitar el reclutamiento (…) informó Financial Times” (RT, 13 de agosto de 2023). Entre dos mil y 10 mil dólares cuestan los documentos apócrifos para evitar enlistarse.

Para enfrentar esta creciente crisis, el gobierno redujo la edad legal de reclutamiento de 27 a 25 años, y algunos diputados de la Rada (parlamento ucraniano) proponen enviar mujeres y personas de edad más avanzada o con alguna incapacidad física que antes era impedimento. Además, la ley marcial de 2022 prohibió a los hombres de 18 a 60 años salir del país, y a partir de esta semana, a quienes se hallen en el extranjero se les negarán todos los servicios migratorios en los consulados; y se han promulgado leyes para regresarlos por la fuerza y reclutarlos, o sea, mandarlos al matadero.

Para operar la movilización forzosa se practican redadas en lugares públicos; violentamente, brigadas de reclutamiento literalmente secuestran jóvenes, sacándolos a rastras de automóviles o del transporte público. El 10 de abril, la Rada aprobó en primera lectura un proyecto de ley para enviar al frente a los reos de las cárceles. Es la leva para reconstruir el maltrecho y desmoralizado ejército ucraniano. Por su parte, y sin ensuciarse las manos –nerviosos por el recuerdo de Vietnam y el más reciente de Afganistán–, EE. UU., Polonia, Reino Unido y Francia siguen enviando mercenarios a Ucrania. Los pueblos de los países imperialistas no quieren ver a sus hijos ir a morir a tierra extraña por intereses que no son los suyos; y ante ello, los políticos hacen esta guerra “por encargo” y, valientemente, prometen pelear “hasta el último ucraniano”. En contraste con esta patética situación, preludio de una derrota anunciada, mientras los rusos saben que luchan por su patria, como antes, y lo hacen con pasión, el ejército ucraniano actúa en esta guerra fratricida azuzado por EE. UU. y Europa, y en beneficio de éstos, que desean destruir a Rusia y apoderarse de sus inmensos recursos. La causa de los ucranianos es, pues, ajena; la suya es una conciencia enajenada, dominada por otros.

En este contexto de abatimiento y derrota, al interior de Ucrania se ahondan las divisiones políticas, como la existente entre el general Valerii Zaluzhnyi (destituido excomandante en jefe del ejército) y Zelenski, cuyo periodo presidencial concluye el próximo 31 de mayo. Él rechazó convocar a elecciones, por lo que dejará de ser legalmente presidente, perdiendo su investidura y quedando como un simple dictador, respaldado por EE. UU., “el adalid de la democracia mundial”.

Otro síntoma de derrota: el gobierno ucraniano, ante la incapacidad de vencer al ejército ruso en batalla, está recurriendo a actos terroristas contra la población civil, como la masacre en el Crocus City Hall, el asesinato selectivo de periodistas e intelectuales rusos y el bombardeo de zonas residenciales en la fronteriza Belgorod.

El paquete de créditos otorgado a Ucrania sólo enajenará su futuro y prolongará el sufrimiento de su pueblo. Pero no nos confundamos, lo evidente es que el capital imperialista, asfixiado localmente por la saturación de capitales y mercancías, busca desesperadamente elevar su tasa de rendimiento, conquistar nuevos mercados y fuentes de materias primas y energéticos. Es una necesidad imperiosa que resulta de su acrecida capacidad productiva y de la anarquía en la producción; necesita expandirse, y recurre a la guerra. 

Escrito por Abel Pérez Zamorano

Es Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, autor de los libros Marginación urbana e Industria azucarera y tenencia de la tierra.


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