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Cada uno de nosotros tendrá la oportunidad de elegir el próximo seis de junio, según sea el caso, gobernadores, presidentes municipales, diputados federales, diputados locales, regidores y concejales. En la democracia moderna mexicana, bastante corrompida por cierto, el derecho de votar y ser votado está directamente relacionado con los partidos políticos, los cuales tienen la facultad de proponer candidatos a los diferentes puestos de representación popular. Es cierto que con la lucha que dio el exsecretario de Relaciones Exteriores, Jorge Germán Castañeda Gutman, se logró crear la figura de los candidatos independientes en nuestro país y hubo un par de buenos resultados: la gubernatura de Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, en Nuevo León, quien también fue candidato a la Presidencia de la República y, aunque no ganó, fue parte del espectáculo electoral en 2018. Lo cierto es que las candidaturas independientes no impactaron como era de esperarse, y que el efecto del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) las desarraigó del sentir popular.
También debemos recordar que para las elecciones de junio se autorizó la participación de tres de los siete nuevos partidos que llegaron a la fase final de registro: Redes Sociales Progresistas (RSP), Fuerza por México (FM) y Partido Encuentro Solidario (PES), que antes se llamaba Partido Encuentro Social. Entre las fuerzas a las que se les negó el registro de partido está la de Felipe Calderón Hinojosa, expresidente de México, junto a su esposa Margarita Zavala. Muchos afirman que los partidos a los que sí se les dio registro son partidos cercanos, de una u otra manera, al proyecto de la mal llamada “Cuarta Transformación” (4T) del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
El proceso democrático en nuestro país tuvo un punto de inflexión en los años 70, específicamente en 1977 cuando se realizó la reforma política promovida por el exsecretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, y con la que se transitó del unipartidismo al modelo pluripartidista. Los frutos de estas reformas alcanzaron la luz en 1997, cuando los opositores tuvieron, por primera vez, mayoría en la Cámara de Diputados; luego avanzar hacia la alternancia del poder Federal con el triunfo del Partido Acción Nacional (PAN) a través de su candidato Vicente Fox Quesada. Es cierto que el último Presidente de la República de corte antiguo, quien se hizo llamar el “último representante de la Revolución Mexicana”, fue José López Portillo. A él le tocó “administrar la abundancia” con el descubrimiento de Cantarell; acto seguido vino la crisis del petróleo que dio al traste con la economía nacional y, después, tuvo que defender el peso “como un perro”, ya que la realidad golpeó sus buenas intenciones y sembró la desconfianza.
En los años 80, ya con una nueva clase política en el poder, la llamada neoliberal, se recrudeció el descontento social por la crisis del 82, el temblor del 85 y, para evitar una revuelta social, el capitalismo internacional optó por dar circo a los mexicanos (sin pan), otorgándole, por segunda vez, la sede del Mundial de Futbol de 1986, solo tres lustros después del primero que se celebró en 1970. Ésa fue la válvula de escape.
Sin embargo, el descontento no quedó ahí, ya que de manera espontánea se generaba la visión anti-PRI y de las mismas filas de éste surgió un movimiento de oposición. Con la llamada “corriente democrática” se creó el Frente Democrático Nacional (FDN) encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y AMLO, entre otros. Así surgió el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que reunió a varios partidos de izquierda y, aparentemente, logró un triunfo contundente en 1988 contra el PRI y su candidato presidencial Carlos Salinas de Gortari. Pero, en aquel año, al entonces priista –hoy morenista– Manuel Bartlett “se le cayó el sistema” y ganó Salinas. Después de esto, la democracia sufrió un fuerte golpe con la muerte del mejor candidato del PRI en las últimas décadas, Luis Donaldo Colosio quien, con visión de futuro, recibió a nuestra organización en el sector agrario de dicho partido. Tras su dolorosa muerte y con ella la muerte de la esperanza de un estadista que instrumentaría reformas al poder público en favor de los más necesitados, su coordinador de campaña –Ernesto Zedillo Ponce de León, otro economista tecnócrata– tomó las riendas de la candidatura y ganó la elección de 1994. Las cosas no fueron bien y el pueblo se cansó, entró entonces “la esperanza” panista con un candidato “popular”, el del “hoy, hoy, hoy” –Vicente Fox– quien ganó la elección del año 2000.
En 2006, AMLO se lanzó por primera vez como candidato del PRD a la Presidencia de la República, logrando colocarse en segundo lugar con una diferencia aproximada de 300 mil votos del cómputo de Felipe Calderón, quien ganó la elección. En 2012, AMLO se postuló nuevamente como candidato a la Presidencia de México y después de proclamarse –con anticipación– como “Presidente legítimo”, hizo una campaña de propaganda, cuya procedencia de recursos se desconoce hasta la fecha. En esa elección quedó nuevamente en segundo lugar, pero entonces perdió con cuatro millones de votos de diferencia.
Enrique Peña Nieto hizo muchas obras durante su gobierno. Los ataques más fuertes en su contra provinieron de su acercamiento con China, pues cuando se acordó la construcción del tren rápido México-Querétaro –precisamente con empresas chinas– surgió el escándalo de la “casa blanca” y de ahí en adelante sobrevino una serie de ataques que desprestigiaron su imagen y la del PRI. En la elección de 2018, ya con la presencia de un nuevo partido, Morena, y muy seguramente con la anuencia de la oligarquía de Estados Unidos, AMLO se alzó con la victoria después de 12 años de andar en campaña permanente. El pueblo se dejó llevar por el discurso demagógico y ahora se halla en espera de que las cosas realmente cambien; pero en lugar de ello, el país es destrozado a manos de un gobierno autoritario que nos llevará hacia la dictadura si los mexicanos se lo permitimos.
La elección intermedia de junio de 2021 es de gran trascendencia para la vida política y democrática de México, pues queda claro que el actual Presidente de la República no quiere oposición en el Congreso de la Unión, en el Poder judicial y en los órganos autónomos. La única fuerza social capaz de frenar la debacle y la dictadura es el pueblo, en esta ocasión, mediante su voto. Veamos el ejemplo del pueblo de Colombia protestando contra las arbitrariedades de su gobierno y estemos listos, en caso de ser necesario, a defender la libertad. Pero por lo pronto Morena debe salir del poder y para ello solo hay una salida: “ni un voto a los candidatos de Morena”.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.