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Vientos inflacionarios
La fuga de capitales, el desempleo, la entrega de dinero en efectivo, la falta de producción, la incertidumbre entre los inversionistas privados, entre otros, pronto se dejarán sentir en los bolsillos de los mexicanos.
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La “Cuarta Transformación” (4T) ofreció un modelo de desarrollo superior al neoliberal, pero ahora vemos un desastre, pues el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) no sabe gobernar; y la mayoría de sus decisiones son efectuadas por la persona que despacha en Palacio Nacional, cuyos dictados incorrectos son acatados por sus incondicionales a sabiendas del daño que representan para la nación. El miedo que le tienen supera la irracionalidad y no hay funcionario que contradiga sus órdenes; todos saben que si lo desobedecen, les puede caer el peso del Estado; ya sea mediante una carta y luego el linchamiento mediático, como ocurrió al juez Juan Pablo Gómez Fierro, quien ordenó la suspensión de la “deforma” eléctrica de Manuel Bartlett; de inmediato, después de exponer su inconformidad en una mañanera, el Presidente mandó una carta al Ministro-Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Saldívar, para pedirle que investigara la actuación del juez, por el delito de contradecir sus decisiones. (En esta actitud, por cierto, se advierte la doble moral del gobierno morenista, porque cuando este mismo juez no permitió los amparos interpuestos contra el remedo de “consulta” que realizó para cancelar el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco, no expresó ni pío, ni mucho menos hubo un linchamiento como el que ha intentado ahora). Aprovecho también estas líneas para manifestarme enérgicamente en favor de que en el país haya una clara y sana separación de los poderes como lo dispusieron los mexicanos ilustres que dieron luz a nuestra Constitución y como anteriormente lo había dispuesto en materia de amparo el gran jurista jalisciense Mariano Otero.

Como el Presidente no sabe economía y gran parte de sus decisiones han generado incertidumbre entre los actores económicos del país y del exterior, hay muchos elementos que claramente nos indican que ya están sembradas las bases de un proceso inflacionario, sin que hasta ahora se hayan percatado los que “saben cómo gobernar” esta patria. Los elementos son varios: la cancelación del Ramo 23 para orientar toda la inversión pública hacia inútiles megaproyectos y destinar buena parte del Presupuesto de Egresos de la Federación a la entrega de dinero en efectivo a través de sus programas sociales; dar muy malas señales de confianza a los inversionistas nacionales y extranjeros e impulsar a ultranza una “deforma” energética que corta de tajo el desarrollo de las energías limpias, privilegia el uso de energías caras y contaminantes y provocará una cascada de amparos que finalmente obligarán al gobierno a retroceder en las modificaciones hechas a esa ley.

Cuando hay un tsunami, primeramente se retiran las aguas del mar, fenómeno donde las personas ven un signo de desgracia; lo mismo ocurre cuando los fuertes vientos anuncian inequívocamente una tormenta. De la misma manera, hoy, algunos ciudadanos observamos indicios claros de un proceso de inflación en el país. Estos signos se reflejan en los datos macroeconómicos que expondré en lo que resta de este artículo.

La pandemia, es cierto, afectó al mundo a causa del cierre que está padeciendo la economía global. Sin embargo, en los países donde las autoridades saben gobernar, se tomaron decisiones adecuadas y efectivas para mitigar el impacto de la crisis económica provocada por la pandemia. En México no sucedió esto debido a la soberbia y, en cierta medida, a un fundamentalismo mal entendido. Con respecto al primer problema, el Movimiento Antorchista advirtió al gobierno de la 4T sobre la urgente necesidad de implementar un programa nacional de distribución de alimentos para la gente más pobre; pero la desastrosa administración federal morenista optó por sus programas sociales, con los que solo está “aliviando” a menos del 20 por ciento de la población, mientras deja en el desamparo a 100 millones de mexicanos. Con relación al segundo problema, hay que decir que el gobierno está en contra de ciertos sectores de la empresa privada, a los que califica como abusivos y corruptos, y ha decidido no darles ningún apoyo o estímulo fiscal para evitar que corran a los trabajadores, sin percatarse de que el 95 por ciento de los empleos son generados por las pequeñas y medianas empresas, las cuales necesitan un soporte de capital o estímulos fiscales para subsistir.

El gobierno decidió abandonar a su suerte a estas empresas. El resultado: 20 millones de empleos perdidos; más de medio millón de empresas pequeñas y medianas cerradas; incremento de los pobres en 10 millones; fuga de capitales por 300 mil millones de pesos (mdp) en 2020, y 30 mil mdp en los primeros meses de 2021; clima de incertidumbre para invertir; dinero tirado a la basura en megaproyectos inviables y, por si esto fuera poco, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) acordó una reducción en la oferta de petróleo, lo que implica un incremento del precio del crudo y, como es materia prima de las gasolinas, se traduce en un incremento en el precio de éstas. Por el descontrol de la economía, el gobierno morenista nos tiene ahora peor que con el “gobierno neoliberal” de Enrique Peña Nieto (en noviembre de 2018, cuando éste encabezaba la Presidencia, después del gasolinazo, el precio de la Magna, que es la gasolina más barata, estaba en 16.76 pesos; ahora con el gobierno morenista, el precio es de 20.05 pesos, es decir un incremento del 20 por ciento).

La fuga de capitales, el desempleo, la entrega de dinero en efectivo, la falta de producción por el cierre de empresas, la incertidumbre entre los inversionistas privados, el aumento de tarifas en las casetas (cerca del 80 por ciento de las mercancías en México se mueve por vía terrestre) y el incremento en los precios de los combustibles, son algunos elementos que, contenidos en los vientos de inflación, pronto se dejarán sentir en los bolsillos de los mexicanos. Ése es el gobierno morenista en acción. El problema de fondo se halla en un error de percepción de Andrés Manuel López Obrador: creer que el mal de males es la corrupción y que, combatiéndola, se acabará la pobreza. Su modelo puesto en práctica demuestra que no es así, y que el verdadero mal, como lo ha señalado una y otra vez el Movimiento Antorchista Nacional, es el modelo económico, que produce una gran riqueza, pero que ésta se concentra en unas cuantas manos. La solución consiste en cambiar el modelo por uno que garantice la redistribución equitativa de la riqueza; la solución no es ir por todos lados entregando dinero a la gente que, al recibirlo y gastárselo, queda tan pobre como antes: sin agua, drenaje, luz eléctrica, salubridad, sin nada. Queremos un México fuerte y mejor, que no alcanzaremos con el gobierno morenista y su partido. Aprovechemos la oportunidad que tendremos en junio para cambiar la correlación de fuerzas a favor de los mexicanos. 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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