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El pasado viernes 30 de noviembre se firmó, luego de 13 meses de negociaciones, el nuevo tratado comercial entre México, Estados Unidos (EE. UU.) y Canadá, ahora nominado T-MEC. La cumbre del Grupo de los 20 (G-20), celebrada en Argentina, fue el escenario donde los presidentes Enrique Peña Nieto, Donald Trump y Justin Trudeau plasmaron su firma para un acuerdo que estará vigente en los próximos seis años.
“En ese lapso, México deberá sujetarse a las condiciones comerciales que afianzan su dependencia hacia EE. UU. y que lo obligan ceder parte de su ya de por sí endeble soberanía”, dijo a este semanario el doctor en economía por la London School of Economics y director de la División de Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh), Abel Pérez Zamorano.
Este análisis discrepa, por supuesto, con la posición que sostiene el también economista Jesús Seade, fundador de la Organización Mundial de Comercio (OMC) e integrante del grupo negociador mexicano de parte del gobierno del nuevo Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ha dicho que el nuevo acuerdo puede beneficiar más a México si éste “juega bien sus cartas” en el ámbito del “proteccionismo regional” imbricado en el T-MEC, que es mayor al que existía en el tratado anterior (TLCAN).
Entrevistado por buzos, el doctor Pérez Zamorano explica por qué considera que el nuevo acuerdo trilateral acentuará la dependencia comercial de México hacia su vecino más inmediato en la región de Norteamérica y profundizará su pérdida de soberanía nacional, particularmente la alimentaria.
buzos (b).- ¿Con el nuevo T-MEC se agravará o mejorará nuestra situación económica con respecto al anterior tratado? ¿Deben preocuparse los mexicanos?
Abel Perez Zamorano (APZ).- Para entender lo que contiene este tratado conviene tener como antecedente el anterior y sus resultados. El anterior Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) tuvo un impacto dual en la economía; fue muy notorio en la economía del sector agrícola ¿En qué consiste? Por una parte convirtió a México en una potencia exportadora de primer nivel en alimentos; somos la 12ª nación exportadora de alimentos. Estamos en los primeros lugares de exportación de aguacate, jitomate, ganado en pie (en un solo año hemos llegado a exportar un millón de reses); de hecho, el sector agroalimentario es el sector más dinámico en materia de crecimiento económico y de exportaciones. Esto es importante, porque quiere decir que el país genera mucha riqueza y exportamos mucha riqueza. Pero también nos hemos convertido en un país tremendamente dependiente; cuando hablamos de alimentos registramos una dependencia cada vez mayor con respecto a EE. UU.
Hoy estamos importando, por dar algunos ejemplos, el 80 por ciento del arroz y la leche en polvo que consumimos en México; el 50 por ciento del trigo, el 30 por ciento del frijol, el 94.5 por ciento de la soya. En 1993 importábamos aproximadamente medio millón de toneladas de maíz amarillo; hoy estamos importando anualmente 11 millones de toneladas. Nos hemos convertido en el segundo importador mundial de cereales. Eso es México, teniendo un territorio de dos millones de kilómetros cuadrados que nos permitiría producir todo eso.
Éste es un resultado no solo preocupante, sino también alarmante, porque un país que pierde soberanía alimentaria es un país que se ve amenazado en su viabilidad como nación. Depender de otros hasta para comer nos coloca en un altísimo nivel de riesgo. Dice la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que un país tendrá soberanía alimentaria cuando sea capaz de producir al menos el 75 por ciento de los alimentos que consume; nosotros estamos produciendo solo el 57 por ciento. Es decir, no tenemos soberanía alimentaria, la hemos perdido. Éste es el saldo que nos deja el TLCAN.
b.- Hasta este año, el TLCAN aportaba 1.2 billones de dólares anuales al comercio regional, por lo que se le calificaba como benéfico ¿Cómo es esto posible si hemos perdido soberanía alimentaria?
APZ.- Quien compra estos productos básicos que importamos y, por tanto sale perjudicado, es el pueblo; quien se beneficia del boom de las exportaciones agrícolas que México ha conseguido es el sector empresarial capitalista; es decir, los grandes empresarios. Éste es el saldo dual. Ciertamente, el saldo de la balanza comercial en el sector agroalimentario es positivo (solo este año, México va a exportar bienes por un valor de 35 mil millones de dólares). El saldo es positivo, dicen, porque mientras sea más lo que exportarmos en relación con lo que importamos en términos de valor no hay tanto problema.
Pero sí hay problema y el problema lo podemos localizar en dos lados. Primer aspecto: que los que se benefician de las exportaciones es un núcleo sumamente pequeño; es decir, está bien que el saldo sea positivo; pero ¿positivo para quién? ¿A manos de quién va a dar ese excedente? A manos de los grandes productores capitalistas. El segundo aspecto: quien se perjudica por la dependencia alimentaria es la nación es su conjunto y el pueblo, el público consumidor. Pero no solo ellos; hay otro damnificado: los productores nacionales.
b: ¿Cuál es el impacto para los productores nacionales?
APZ.- Te lo pongo en un ejemplo. En 1994 importábamos el 40 por ciento del arroz; hoy importamos el 80, o sea, el doble ¿Qué pasó con los produtores nacionales de arroz que producían el 40 por ciento que ahora importamos? Hoy importamos el 59 por ciento del trigo y prácticamente importamos el 100 por ciento de la soya que consumimos ¿Qué pasó con los trigueros y los productores de soya mexicanos? Aquí se ve cómo el beneficio de las exportaciones se lo apropia un núcleo pequeño de productores, pero el perjuicio de este desequilibrio es masivo. Lo resumiría así: el beneficio está concentrado en una élite y el perjucio está distribuido en toda la población, lo que vulnera, además, la soberanía de la nación porque no tenemos independencia alimentaria.
b.- ¿El nuevo tratado impone restricciones para salvaguardar la independencia alimentaria y, por lo tanto, nuestra soberanía?
APZ.- El TLCAN era un tratado de libre comercio, subrayo lo de “libre” porque asumía que había un movimiento libre de las mercancías y del capital de un país a otro. Pero el libre comercio como tal no existe en ningún lado. El libre comercio en la realidad es una quimera. Siempre hay asimetrías en el intercambio comercial, los países fuertes imponen su ley sobre los países débiles, aunque en el clausulado de los acuerdos se especifique que los países tienen los mismos derechos, en la realidad el país pobre se supedita al país rico. Ésta es una ley histórica.
Nosotros hemos visto una serie de restricciones a las exportaciones de aquí para allá (Mexico-EE. UU.) y, en cambio, una apertura total de nuestro país. México es el país que más tratados comerciales tiene firmados en el mundo, el país con más apertura comercial. Tenemos relaciones de libre comercio con 46 países. Pero esta apertura comercial no nos ha dado las bondades que se suponía nos debía dar, porque en realidad el libre comercio no es tan libre, es una ficción. Por ejemplo, aún estando vigente el TLCAN, Donald Trump impuso aranceles al acero y al alumunio del 10 y el 25 por ciento. Eso no es libre comercio, eso es una imposición unilateral de EE. UU. en contra de nuestra producción de acero y aluminio. También se han impuesto muchas barreras a las importaciones de atún mexicano; ponen de pretexto que los mexicanos, al capturar atunes, también atrapan delfines y por eso restringen las importaciones atuneras. Lo mismo pasó con el aguacate y el azúcar: EE. UU. redujo la compra de estos productos al imponer una “cuota” y al imponer ésta ya no estamos hablando de libre comercio, porque están imponiendo un límite. Ellos dicen: sí te voy a comprar, pero solo este tanto, eso significa una cuota.
b: Esa política generó una crisis en la producción de azúcar nacional en 2017.
APZ.- Por presión de los productores estadounidenses, que obligaron a México a exportar más azúcar morena y menos refinada. La consecuencia de esto es que el trabajo requerido para refinar el azúcar, toda la fuerza laboral utilizable, los empleos que genera la refinación del azúcar ya no los generamos acá, sino que los generaron del otro lado (en EE. UU.). Nosotros les mandamos materia prima, allá la procesan y generen empleos. Lo mismo pasa con nuestro petróleo, va a dar a EE. UU. para que allá lo refinen, lo transformen en gasolina y nos lo regresen ya refinado. Todo el proceso laboral se hace de aquel lado.
O sea que nos roban, nos roban empleos con este tipo de maniobras; ésta es una forma de robar empleos, de impedir que generemos empleos en México. Por ende, el valor agregado lo generan allá: les mandamos azúcar morena, que es más barata porque tiene menos valor agregado, menos proceso de trabajo, pero ellos se lo agregan allá al refinarla. Luego nos mandan la misma azúcar pero ahora refinada y a un precio más alto. Éstos y muchos más ejemplos son prueba de que no existe el libre comercio, son prueba de una tremenda asimetría comercial. Alguien ha dicho que esto tiene forma de embudo, es cierto, ancho de allá para acá, angosto de aquí para allá.
b: Si estos resultados arrojó el pasado TLCAN ¿debemos estar preocupados por el nuevo tratado comercial entre México, EE. UU. y Canadá?
APZ: El nuevo tratado será todavía más agresivo que el anterior: se va agudizar nuestra dependencia hacia EE. UU. Actualmente, el 80 por ciento de todas nuestras exportaciones se las vendemos a EE. UU.; es decir, al resto del mundo solo le vendemos un 20 por ciento de los que producimos para la exportación. Dicho en otros términos, EE. UU. es casi nuestro único comprador. Esto tiene también implicaciones serias para la soberanía.
En economía existen estos conceptos ligados y muy útiles para el análisis: el monopolio; cuando existe un solo vendedor de un producto tiene un poder tremendo, porque no hay nadie más que venda ese producto, por lo que puede imponer los precios y las condiciones de todo, porque es único; la exclusividad da poder. Pero del otro lado tenemos el monopsonio, es decir, cuando hay un solo comprador del producto; el monopsonio también tiene poder de mercado porque es el único que te puede comprar. Si no se lo vendes a él nadie más te lo va a comprar, por lo que tiene poder de mercado. Asi que EE. UU. tiene poder de monopsonio sobre nosotros, ya que solo este país nos compra el 80 por ciento del valor de todas nuestras exportaciones. Con el nuevo tratado es de esperarse que aumente la dependencia.
El tratado anterior era más o menos de libre comercio, con todo y sus restricciones. Pero el que entrará en vigor incluso hasta le quitaron el nombre de libre comercio, ya no se llama de “libre comercio”, ahora solo es Tratado Comercial; ahora es un tratado proteccionista. Si esto pasó con un tratado que al menos “nominalmente” era libre, ahora ¿qué pasará con el que no es libre?
b.- Usted díganos
APZ.- El T-MEC es un tratado que registra un viraje en la politica económica de EE. UU. del libre mercado al proteccionismo. Este proteccionismo consiste en reducir las exportaciones de un determinado país para asegurar que su planta laboral no se vea afectada; aplican aranceles, impuestos a la importación, cuotas, barreras de carácter fitosanitario para justificar no comprar a los otros países y de esta manera evitar que se afecte la producción local en algún sector, por ejemplo en el acero. Ésta es la política de Donald Trump.
De hecho, hay dos cláusulas que amarran a México de pies y manos. Una que especifica que, al entrar en vigor el nuevo tratado, México no puede firmar acuerdos comerciales con economías que no sean de libre mercado, China o Cuba, por ejemplo. Quién decide qué economía es o no es de libre mercado, eso ya no lo especifican, pero se entiende que será bajo los parámetros del país más fuerte, es decir, de EE. UU. La otra es la cláusula laboral (Anexo 23-A del T-MEC) en el que se especifica que el 40 por ciento de la mano de obra empleada en la fabricación de vehículos en México debe ganar como mínimo 16 dólares la hora.
b.- Parece que esta cláusula es una de las pocas positivas para México.
APZ.- En realidad es una paradoja. Lo que no hacen nuestros sindicatos, supeditados al modelo neoliberal, lo hicieron los sindicatos canadienses, al exigir que se paguen 16 dólares la hora a los trabajadores mexicanos (los armadores de autos). Ellos piden que se suba porque ven un riesgo en la competencia que hace el modelo mexicano pagando bajos salarios. Por eso las empresas prefieren instalarse acá. Presionar a México para que suba salarios es una manera de emparejar la cancha para ellos. Eso tendría de positivo el tratado, el que México tenga salarios más altos.
Sin embargo, yo veo que esa cláusula no es tan humanista. Aparentemente representa una presión para que aumentemos los salarios, pero si nos ponemos a razonar con cuidado, a las empresas norteamericanas les convienen los bajos salarios de México porque ahorran costos y se vuelven más competitivas. Si eso es lo que las atrae a México, no tendría mucha lógica que digan “queremos pagar en México salarios tan altos como en EE. UU.”. La cláusula dice que los insumos que contengan los automóviles deberán proceder de empresas que garanticen pagar 16 dólares por hora, que a ésas se les preferirá. Aquí la pregunta es ¿qué empresa mexicana paga 16 dólares por hora? Ninguna. La dedicatoria que lleva la cláusula es “no te voy a comprar (México) porque no pagas 16 dólares la hora”. En todo caso se comprará a una empresa americana o canadiense que sí paga 16 dólares por hora. Ésa es la amenaza implícita en esa cláusula.
b.- Resumiedo lo que nos ha dicho, debemos entender que con el nuevo T-MEC México no puede hacer acuerdos comerciales con paises que no sean aprobados antes por EE. UU., China por ejemplo; además EE. UU. y Canadá no comercializarán con nosotros productos (automóviles) que no sean fabricados en un 40 por ciento por mano de obra que no gane 16 dólares la hora.
APZ.- Sí. Y cierra la pinza con esta última cláusula en la que se establece que el tratado deberá ser refrendado cada seis años; es decir, que si al término de ese plazo algún país considera que el tratado ya no le conviene, puede rescindirlo. Pero aquí el mensaje también es claro, nos está diciendo: “Pórtate bien si quieres que te refrende por otros seis, 12 o 18 años el tratado; no te sientas tan tranquilo de que el tratado es permanente, no, tienes que ganártelo, tienes que merecerlo”. Está claro el significado y las implicaciones que esto tiene. Ésta es otra de las consecuencias que tiene el tratado.
b.- ¿Estamos sujetos a las decisiones y políticas estadounidenses desde todos lados?
APZ.- Prácticamente, sí. Otro ejemplo grave es la política monetaria. Esta cláusula no estaba en el TLCAN, es nueva, la acaban de meter. Consiste en que ningún país podrá practicar la devaluación competitiva como medio de estimular sus exportaciones. La devaluación competitiva se refiere al tipo de cambio del país, cuántos pesos por dólar. Si un país tiene una moneda barata, por ejemplo, si en México cada dólar costara 30 pesos, con un mismo dólar se consiguen más pesos y esto facilitaría que con más pesos aquí en México los importadores de EE. UU. compran más productos; es decir, con un dólar compran más, así de simple. Una devaluación de nuestra moneda –obviamente, dentro de ciertos límites– conviene a México porque estimula exportaciones; pero al mismo tiempo inhibe las importaciones porque, visto del otro lado, para comprar un dólar ya no me bastan 20 pesos, necesito 30, se encarece el dólar. Asi que con ese dinero voy a poder comprar menos cosas en EE. UU., por lo que las importaciones disminuyen. A esto se le llama devaluación competitiva. Éste podría ser un recurso en nuestras manos; por eso queda expresa la prohibición. A China, por ejemplo, la han acusado de eso, de tener subvaluado el renminbi (moneda china) ¿Qué nos están diciendo a nosotros? “Tú no vas a poder hacer eso, está prohibido”. Ahora también perdimos soberanía en política monetaria. Ya no podemos manejar nuestros tipos de cambio de acuerdo a nuestros intereses nacionales, nos quedó impedido echar mano de ese recurso. Esto se agrava si tenemos en cuenta que hace muchos años perdimos nuestra soberanía en materia financiera, en el capital bancario en concreto. México no tiene banca mexicana; alrededor del 90 por ciento de todo el capital bancario que opera en el país pertenece a corporativos extranjeros. Solo el 10 por ciento pertenece a bancos mexicanos. Esto implica que la decisión de cuánto dinero prestan los bancos, a quién le prestan, para qué le prestan, cuándo le prestan y en qué condiciones no se decide en función de los intereses nacionales. Atrás de esa decisión está la conveniencia de los grandes corporativos bancarios del mundo. Es decir, prestarán dinero solo a quiénes les convenga a ellos, no según la conveniencia del pueblo mexicano. Ahora sí que se nos complicaron las cosas, porque no tenemos banca, en la política monetaria ya nos ataron, no podemos hacer otros acuerdos comerciales a menos que se nos permita; pero, sobre todo, no tenemos independencia alimentaria. ¿Qué soberanía es ésa?
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Escrito por Adamina Márquez Díaz
Directora editorial de buzos. Egresada de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación por la UNAM.