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Nunca, en ningún momento, mientras exista una sociedad dividida en clases, será suficiente volver al tema de la desigualdad que ésta genera, y más cuando se trata de conmemorar la lucha de quienes, además de sufrir diariamente la explotación en carne propia, han luchado por transformar nuestra sociedad en una nueva. Por ello es obligado que este 1º de mayo se pongan sobre la mesa algunos datos.
No es normal, ocupando el título del más reciente libro de Viri Ríos, que el 10 por ciento más rico de la población mundial sea dueño del 76 por ciento de la riqueza, y que el 50 por ciento más pobre concentre solo el dos por ciento. Tampoco fue normal que durante la pandemia de Covid-19, mientras millones de personas carecieron de atención médica de calidad y 160 millones cayeron en la pobreza, los 10 hombres más ricos del mundo duplicaran su fortuna.
No es normal que, en México, el 10 por ciento más rico posea el 78 por ciento de la riqueza y que la mitad de la población tenga más deudas que riquezas. No es normal que casi la mitad de los mexicanos vivan en pobreza; que 48 millones estén subempleados y que 17 millones carezcan de un empleo. Mucho menos es normal que la riqueza de los multimillonarios como Carlos Slim, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego, María Asunción Aramburuzabala y Alfredo Harp Helú haya crecido el 29.7 por ciento durante la pandemia y que nueve de cada 10 personas perdieran ingresos. Tampoco es normal que la pobreza se haya incrementado en 3.8 millones de personas a partir de la que existía en 2018.
Pero aunque ninguna de estas cifras sea normal, parece que sí lo es para algunas personas, incluso para este gobierno, que asegura estar “identificado” con el pueblo sufriente. Esta confusión tiene una explicación subyacente que no se resuelve con discursos ni con voluntades. Hace más de siglo y medio, Carlos Marx –a quien por cierto el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) citó hace unas semanas– descubrió que en el sistema de producción capitalista existe una tendencia que consiste en que a medida que crece la riqueza crece también el proletariado. De modo que aun cuando los gobiernos intenten frenar o paliar esta tendencia –que Marx llama Ley de la acumulación capitalista– no logran superarla y menos quienes lo hacen mediante el uso de dádivas con las que manipulan a la gente.
La única salida a la terrible situación de pobreza y marginación se halla en la unidad de la propia clase trabajadora, como Marx lo apuntaba: “La necesidad da a los hombres la fuerza. Quien tiene necesidad de ayuda se ayuda a sí mismo. Las condiciones reales de este mundo nos gritan: las cosas no pueden seguir así; es necesario cambiarlas; y nosotros mismos, nosotros hombres, debemos cambiarlas”. Por tal razón es indispensable conocer y entender los datos antedichos y la ley que los determina, pero siempre con el propósito de que éstos induzcan al cambio.
Entonces, se torna necesario que, en fechas como ésta, los obreros conozcan que su situación no es normal y que sepan que deben buscar la transformación social. Pero para ello se requiere no solo del desarrollo histórico de las condiciones económico-materiales (las fuerzas productivas), sino también elevar un grado mayor de conciencia sobre la explotación que sufren. Es urgente, entonces, que la clase trabajadora mexicana conozca mejor su situación y que se organice porque, de otro modo, ésta se perpetuará hasta que llegue, inevitablemente, el momento en que las fuerzas productivas entren en contradicción y no haya más remedio que seguir inconscientemente el cambio de rumbo.
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Escrito por Victoria Herrera
Maestra en Historia por la UNAM y la Universidad Autónoma de Barcelona, en España.