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Cuando Legat, después de recibir la reprimenda de su jefe el Primer ministro Chamberlain, regresa a su hotel, descubre que Sauer, un soldado nazi, ha saqueado su habitación y lo confronta. Legat descubre que el documento no está y entra en pánico al creer que el militar que lo ha estado vigilando se lo ha llevado; considera que su actividad conspirativa ha sido descubierta. Hartmann, a quien Hitler viene considerando como alguien de su confianza, lleva consigo el arma con la que pretende acabar con la vida de Hitler; sin embargo, el intento se ve frustrado por la llegada de un oficial y el retiro del Führer.
Cuando Hugh Legat aborda el automóvil que lo llevará al aeropuerto con destino a Londres, una mecanógrafa llamada Joan Menzies (Anjli Mohindra) le confiesa que es sobrina de un coronel del ejército británico y que ella es como su “ángel de la guarda”, pues viendo que Sauer iba a hurgar en las cosas de Legat, decidió tomar el documento que comprobaría el espionaje y la intención de abortar la firma del Pacto de Munich; tomo el documento para evitar que Legat fuese descubierto. Neville Chamberlain regresa a Gran Bretaña y es recibido como un héroe. Da su famoso discurso Paz para nuestro tiempo. Finalmente, el Acuerdo de Múnich fracasa y solo un año después comienza la Segunda Guerra Mundial. La historia fílmica ya no aborda lo que posteriormente ocurrió: Alemania invadió Polonia en 1939 y después la mayor parte de Europa. Hitler intentó ejecutar su plan de dominio del planeta entero; pero su objetivo principal era aniquilar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), misión a la que destinó casi el 80 por ciento de sus tropas y el 75 por ciento de sus armas. Alemania, perdedora de la Primera Guerra Mundial, intenta una vez más conseguir su “Espacio vital” al costo que sea necesario. Esta segunda conflagración mundial dejó, según los especialistas, más de 60 millones de muertos (casi la mitad en la URSS, que se alzó como la nación que salvó a la humanidad entera de la barbarie nazi), pero para el cineasta alemán, Gran Bretaña y Francia solo estaban “ganado tiempo para enfrenar a las hordas nazis”.
Para no pecar de ingenuidad, para no caer en esa manipulacion cinematográfica (e histórica), conviene destacar que durante las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial, para las élites plutocráticas europeas y la norteamericana, no fue importante enfrentar en el teatro de operaciones militares de Europa Occidental a Alemania, y durante la mayor parte de la duración del conflicto bélico, prácticamente dejaron que la URSS se debatiera sola contra la bestia nazi. Solo cuando los soviéticos derrotaron en Stalingrado a los hordas hitlerianas, esas élites europeas y la gringa reaccionaron y decidieron “abrir el frente occidental”, es decir, decidieron “subirse a tiempo al carro de la victoria”. Pero los nazis ya estaban derrotados. Por tanto, Schwochow no apela a la verdad histórica cuando nos dice en su cinta que la firma del Pacto de Munich fue solo una maniobra para ganar tiempo. La verdad es que Chamberlain tenía instrucciones de dejar que creciera la “bestia nazi”. No era del talante de la burguesía imperialista británica y menos de la norteamericana el frenar el avance de los nazis sobre la URSS; más bien esta burguesía mantuvo una actitud poco beligerante contra Alemania, pues tenían la esperanza de que Hitler despedazara al régimen soviético.
Hoy que Europa vuelve a ser el teatro de operaciones de un conflicto bélico que pone en tensión de nuevo a la humanidad entera, vemos que el nazismo ha sido no sólo tolerado por los gobiernos de la Unión Europea y Estados Unidos, sino que se ha podido comprobar fehacientemente que las actuales élites capitalistas del imperialismo y sus acólitos han prohijado al nazismo en Ucrania. Esas élites son las que están respaldando al régimen de Volodimir Zelensky; son los que instrumentaron el golpe de Estado conocido como Euromaidán en 2014, son los que están mandando armamento de todo tipo para que los batallones nazis de Ucrania puedan enfrentar a Rusia. Son esas élites las que –igual que con el Pacto de Munich–, han permitido y hasta aplaudido que el gobierno fascista de Ucrania viole los Acuerdos de Minsk (de reconocer la autonomía de las regiones de Donetsk y Lugansk), que firmaron las dos repúblicas ruso parlantes y Ucrania con Alemania y Francia como testigos. Se han violado al grado de que los nazis ucranianos, en ocho años de agresiones contra estas dos regiones, han matado a más de 14 mil personas.
Por último: el fascismo norteamericano y europeo –al igual que en la Alemania fascista del Siglo XX–, están instrumentando una feroz campaña para crear en todo el mundo el odio nazi hacia la cultura, la identidad, y los valores de Rusia. La “rusofobia” quiere crear, al igual que las sanciones económicas contra Rusia, el clima favorable a un golpe de Estado en Rusia para imponer a gobernantes títeres del Imperialismo. Estados Unidos se está jugando sus mejores cartas para acabar con la posibilidad de un mundo multipolar. Pero como dijo Marx, “La historia es la maestra de la humanidad”. Y en ese sentido el Pacto de Munich y lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial son las lecciones de la historia que no debemos olvidar.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA