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MANUEL MAPLES ARCE.
Nació en Papantla de Olarte, Veracruz, el 1º de mayo de 1898. Falleció en la Ciudad de México el 16 de julio de 1981.
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Nació en Papantla de Olarte, Veracruz, el 1º de mayo de 1898. Falleció en la Ciudad de México el 16 de julio de 1981. Se le considera precursor del Estridentismo. Comenzó sus labores literarias colaborando con los periódicos El Dictamen y La Opinión. Al terminar los estudios preparatorios se mudó a la capital y comenzó la carrera de abogacía; sin embargo, compaginaba perfectamente sus labores como jurista y su mayor afición, la literatura. Publicó en revistas madrileñas varios de sus poemas, unos de estilo vanguardista y otros con tendencia hacia el Estridentismo, movimiento acerca del que escribió un manifiesto. Su obra Andamios interiores (1922) en México fue un verdadero hito en la literatura mexicana, porque intentó derribar la estructura de la vieja tradición para implantar nuevos estilos poéticos, convirtiéndose en una verdadera revolución para este arte. Otro de sus libros fueron Urbe (1924), Poemas interdictos (1927) y Metrópolis (1929). Estuvo ligado a la vida política de México como delegado mexicano, viviendo en Bruselas, Varsovia y Roma.

REVOLUCIÓN

El viento es el apóstol de esta hora interdicta.

Oh épocas marchitas

que sacudieron sus últimos otoños!

Barrunta su recuerdo los horizontes próximos

desahuciados de pájaros,

y las corolas deshojan su teclado.

Sopla el viento absoluto contra la materia

cósmica: la música

es la propaganda que flota en los balcones,

y el paisaje despunta

en las veletas.

Viento, dictadura

de hierro

que estremece las confederaciones!

Oh las muchedumbres

azules

y sonoras, que suben

hasta los corazones!

La tarde es un motín sangriento

en los suburbios;

árboles harapientos

que piden limosna en las ventanas;

las fábricas se abrasan

en el incendio del crepúsculo,

y en el cielo brillante

los aviones

ejecutan maniobras vesperales.

Banderas clamorosas

repetirán su arenga proletaria

frente a las ciudades.

En el mitin romántico de la partida

donde todos lloramos

hoy recojo la espera de su cita;

la estación

despedazada se queda entre sus manos,

y su desmayo

es el alto momento del adiós.

Beso la fotografía de su memoria

y el tren despavorido se aleja entre la sombra,

mientras deshojo los caminos nuevos.

Pronto llegaremos a la cordillera.

Oh tierna geografía

de nuestro México,

sus paisajes aviónicos,

alturas inefables de la economía

política; el humo de las factorías

perdidas en la niebla

del tiempo,

y los rumores eclécticos

de los levantamientos.

Noche adentro

los soldados,

se arrancaron

del pecho

las canciones populares.

La artillería

enemiga, nos espía

en las márgenes de la Naturaleza;

los ruidos subterráneos

pueblan nuestro sobresalto

y se derrumba el panorama.

Trenes militares

que van hacia los cuatro puntos cardinales,

al bautizo de sangre

donde todo es confusión,

y los hombres borrachos

juegan a los naipes

y a los sacrificios humanos;

trenes sonoros y marciales

donde hicimos cantando la Revolución.

Nunca como ahora me he sentido tan cerca de la muerte.

Pasamos la velada junto a la lumbre intacta del recuerdo,

pero llegan los otros de improviso

apagando el concepto de las cosas,

las imágenes tiernas al borde del horóscopo.

Allá lejos,

mujeres preñadas

se han quedado rogando

por nosotros

a los Cristos de Piedra.

Después de la matanza

otra vez el viento

espanta

la hojarasca de los sueños.

Sacudo el alba de mis versos

sobre los corazones enemigos,

y el tacto helado de los siglos

me acaricia en la frente,

mientras que la angustia del silencio

corre por las entrañas de los nombres queridos.

PRISMA

Yo soy un punto muerto en medio de la hora,

equidistante al grito náufrago de una estrella.

Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,

y la luna sin cuerda

me oprime en las vidrieras.

                                 Margaritas de oro

                                 deshojadas al viento.

La ciudad insurrecta de anuncios luminosos

flota en los almanaques,

y allá de tarde en tarde,

por la calle planchada se desangra un eléctrico.

El insomnio, lo mismo que una enredadera,

se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,

y mientras que los ruidos descerrajan las puertas,

la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.

El silencio amarillo suena sobre mis ojos.

Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!

Yo departí sus manos,

pero en aquella hora

gris de las estaciones,

sus palabras mojadas se me echaron al cuello,

y una locomotora

sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.

Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.

Y la locura de Edison a manos de la lluvia!

El cielo es un obstáculo para el hotel inverso

refractado en las lunas sombrías de los espejos;

los violines se suben como la champaña,

y mientras las orejas sondean la madrugada,

el invierno huesoso tirita en los percheros.

Mis nervios se derraman.

                                 La estrella del recuerdo

naufragaba en el agua

del silencio.

Tú y yo

                                 Coincidimos

                                 en la noche terrible,

meditación temática

deshojada en jardines.

Locomotoras, gritos,

arsenales, telégrafos.

El amor y la vida

son hoy sindicalistas,

y todo se dilata en círculos concéntricos.

Andamios Interiores, 192


Escrito por Redacción


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