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Los espíritus de la isla
El filme no sólo es una reflexión sobre la amistad y el odio; la alegoría va más allá, pues intenta reflexionar sobre otras dicotomías de la existencia humana: la vida y la muerte; lo trascendente y lo intrascendente...
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Tanto en la literatura como en el cine, las alegorías son un recurso importante para mostrar la realidad, buscando mostrarla a través de representaciones simbólicas. En 2022 se filmó Los espíritus de la isla, de Martin McDonagh, quien nos presenta de forma alegórica una extraña historia de amistad y odio entre Pádraic Súilleibhain (Colin Farrel) y Colm Doherty (Brendan Gleeson). McDonagh inicia su relato cuando Pádraic visita a Colm en su casa; a pesar de tocar la puerta y luego la ventana, Colm no le abre, manteniéndose sentada y fumando impasible. El desconcertado Pádraic le comenta a su hermana Siobhán (Kerry Condon) sobre este suceso. Ella le dice: “Tal vez ya no le caes bien”, lo cual es cierto, pues Colm está cansado de la insulsez de Páidrac. Colm no quiere ya perder el tiempo en aburridas conversaciones y quiere dedicar todo su tiempo a hacer algo importante en su vida, quiere trascender haciendo una composición musical. Sin embargo, Pádraic no logra comprender a Colm y piensa que no existe ninguna razón importante para romper la amistad.

La insistencia de Páidrac para restablecer la relación con su antiguo amigo es la causa de que se inicie un conflicto que va escalando hasta llegar al punto en que Colm le dice a Páidrac que si sigue insistiendo en buscar argumentos para retomar la amistad, él se irá cortando los dedos de la mano derecha. Pero esta amenaza no es una simple baladronada, pues Colm se corta primero el dedo índice y luego, ante la insistencia de Páidrac, lleva sus dedos cortados y los arroja a la puerta de éste; el asno de Páidrac intenta comerlos y esto causa la muerte del animal, lo que enfurece sobremanera a su dueño. Páidrac busca a Colm en la taberna y le dice que, al día siguiente, a las dos de la tarde, irá a su casa y le prenderá fuego, esté o no dentro. En efecto, Páidrac cumple su palabra e incendia la casa de Colm, pero éste no muere quemado. Al encontrarse los examigos en una playa, Colm le dice que comprende el gran dolor que le produjo a Páidrac la muerte de su asno (de una variedad enana, por cierto).

Los espíritus de la isla, no solo es una reflexión sobre la amistad y el odio; la alegoría va más allá, pues intenta hacer una reflexión sobre otras dicotomías de la existencia humana: la vida y la muerte; lo trascendente y lo intrascendente; lo importante y lo banal; la bondad y la maldad y, por supuesto, el amor y el desencuentro sentimental.

Martin McDonagh es un director teatral angloirlandés que en sus inicios dirigió obras cuyo signo era la brutalidad y la violencia de su contenido, siguiendo tal vez el estilo del norteamericano Quentin Tarantino; en Los espíritus de la isla intenta dar un sustrato común a esas dicotomías y que en el fondo de la reflexión se encuentre la división histórica del pueblo irlandés, escindido por las diferencias religiosas y políticas entre católicos y protestantes, entre los partidarios de la independencia de Irlanda y los que han preferido mantenerse dentro del dominio británico.

McDonagh, sin embargo, no ofrece una solución a esa dicotomía histórico-política de los irlandeses, pues las grandes diferencias político ideológicas pasan antes por las grandes diferencias económicas y sociales. Y un asunto tan trascendente como lograr la total independencia de Irlanda del Norte no es un asunto que se resolvería con entender las razones de una simple enemistad. Aunque la cinta tuvo nueve nominaciones a los premios Oscar, no obtuvo ningún premio. Destacan las actuaciones de Colin Farell y Brendan Gleeson.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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