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El nacionalismo económico de Cortés
En Hernán Cortés. La espada, Christian Duverger propone, como explicación del rechazo “parricida” de los mexicanos al conquistador español, la poderosa influencia política e ideológica que los gobiernos de Estados Unidos (EE. UU.) ejercieron sobre nuestros líderes desde el inicio del movimiento de Independencia en 1810 hasta la concreción de ésta en 1821. Duverger incluso alude a la Doctrina Monroe (1823) –la proclama de apropiación imperial gringa sobre el continente americano– como la principal causa del no reconocimiento de los mexicanos a su paternidad cortesiana.
Sin embargo, a falta de esta reivindicación explícita y simbólica en el México actual, hay un reconocimiento implícito pero eminentemente material a Cortés, que es mucho más importante y contundente: el 90 por ciento de los mexicanos es mestizo; el 10 por ciento indígena sostiene el mestizaje; ninguno reivindica su “hispanidad” en contraste a su “indianidad”; las muchas variables tonales del español mexicano tienen la sonoridad de las 60 lenguas indígenas que aún sobreviven y hay otras tantas religiones católicas eminentemente mestizas.
Además, el indigenismo fue un invento criollo del Siglo XVI (Sor Juana Inés de la Cruz, Carlos de Sigüenza y Góngora) que tuvo el objetivo político de reivindicar su mexicanidad y su ajenidad con respecto a España; el nombre Nueva España solo existió en la papelería burocrática, porque jamás fue utilizado ni en el habla común ni en la literaria, a diferencia del de capital del Anáhuac, que siempre fue aplicado para designar a toda Mesoamérica. Es decir, México fue colonia, pero mentalmente jamás fue colonizado.
Duverger incluye otros hechos poco conocidos de Cortés que reivindican su temprano nacionalismo económico: una vez nombrado, en 1529, “capitán general de Nueva España, y costa y provincia de la Mar del Sur” (océano Pacífico) creó, en Tehuantepec, una armadora de barcos que, en lo inmediato, vertió en el descubrimiento del Mar de Cortés (Golfo de California); en la reactivación del comercio de cabotaje de Mesoamérica con Sudamérica (Perú y Chile) y, medio siglo después, en la creación del Galeón de Manila o Nao de China.
El comercio prehispánico entre Mesoamérica y Sudamérica se había realizado con el intercambio de joyas manufacturadas, lingotes o varillas de oro, plata y cobre elaboradas por incas y araucanos, y de cuerdas de maguey, copal, pieles de animales (jaguar, puma, gato montés, venado) y frutas secas mesoamericanas. Con la rehabilitación de esta ruta, Cortés pretendía construir el mercado nacional interno que México requería para configurarse como un país distinto a España, proyecto que el régimen monárquico español impidió deportándolo –en realidad “exiliándolo”– a la península ibérica, a partir de 1539.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural