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José de Espronceda
De carácter turbulento y apasionado, impulsivo y atormentado, Espronceda en todo momento fue la típica encarnación de un desordenado romántico, tanto en su vida como en su obra.
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Nació en Almendralejo, Badajoz, España, el 25 de marzo de 1808 y murió en Madrid el 23 de mayo de 1842. Discípulo de Alberto Lista. Intervino desde muy joven en las agitaciones políticas, tan frecuentes en el primer periodo del Siglo XIX. Fue encarcelado en 1824 y, recobrada su libertad, conoció en Lisboa a Teresa Mancha, hija de un coronel también emigrado. La siguió a Londres y a París, donde la raptó cuando ya estaba casada y volvió con ella a España a raíz de una amnistía. Tras algunas peripecias, Teresa lo abandonó dejándole una niña de cuatro años. Siguió militando en la política. Secretario de la legación española en La Haya. Diputado a Cortes por Almería. Murió de una rápida enfermedad cuando preparaba otra boda. De carácter turbulento y apasionado, impulsivo y atormentado, Espronceda en todo momento fue la típica encarnación de un desordenado romántico, tanto en su vida como en su obra. En su breve producción figuran una novela histórica, un poema narrativo inacabado, los dos poemas extensos El estudiante de Salamanca (1839) y El diablo mundo (1841) y un corto número de poemas propiamente líricos, escritos con una impetuosidad y un desenfado extraordinarios dentro de las más variadas formas estróficas.

 

A UN RUISEÑOR

Canta en la noche, canta en la mañana,

ruiseñor, en el bosque tus amores;

canta, que llorará cuando tú llores

el alba perlas en la flor temprana.

 

Teñido el cielo de amaranta y grana,

la brisa de la tarde entre las flores

suspirará también a los rigores

de tu amor triste y tu esperanza vana.

 

Y en la noche serena, al puro rayo

de la callada luna, tus cantares

los ecos sonarán del bosque umbrío.

 

Y vertiendo dulcísimo desmayo,

cual bálsamo suave en mis pesares,

endulzará tu acento el labio mío.

 

¡Guerra!

¿Oís?, es el cañón. Mi pecho hirviendo

el cántico de guerra entonará,

y al eco ronco del cañón venciendo,

la lira del poeta sonará.

 

El pueblo ved que la orgullosa frente

levanta ya del polvo en que yacía,

arrogante en valor, omnipotente,

terror de la insolente tiranía.

Rumor de voces siento,

y al aire miro deslumbrar espadas,

y desplegar banderas;

y retumban al son las escarpadas

rocas del Pirineo;

y retiemblan los muros

de la opulenta Cádiz, y el deseo

crece en los pechos de vencer lidiando;

brilla en los rostros el marcial contento,

y dondequiera generoso acento

se alza de patria y libertad tronando.

 

Al grito de la patria

volemos, compañeros,

blandamos los aceros

que intrépida nos da.

A par en nuestros brazos

ufanos la ensalcemos

y al mundo proclamemos:

“España es libre ya”.

 

¡Mirad, mirad en sangre,

y lágrimas teñidos

reír los forajidos,

gozar en su dolor!

¡Oh!, fin tan solo ponga

su muerte a la contienda,

y cada golpe encienda

aún más nuestro rencor.

 

¡Oh siempre dulce patria

al alma generosa!

¡Oh siempre portentosa

magia de libertad!

Tus ínclitos pendones

que el español tremola,

un rayo tornasola

del iris de la paz.

 

En medio del estruendo

del bronce pavoroso,

tu grito prodigioso

se escucha resonar.

Tu grito que las almas

inunda de alegría,

tu nombre que a esa impía

caterva hace temblar.

 

¿Quién hay ¡oh compañeros!,

que al bélico redoble

no sienta el pecho noble

con júbilo latir?

Mirad centelleantes

cual nuncios ya de gloria,

reflejos de victoria

las armas despedir.

 

¡Al arma!, ¡al arma!, ¡mueran los carlistas!

Y al mar se lancen con bramido horrendo

de la infiel sangre caudalosos ríos,

y atónito contemple el océano

sus olas combatidas

con la traidora sangre enrojecidas.

 

Truene el cañón: el cántico de guerra,

pueblos ya libres, con placer alzad:

ved, ya desciende a la oprimida tierra,

los hierros a romper, la libertad.

 

A***

Abajo Marchitas ya las juveniles flores,

nublado el sol de la esperanza mía,

hora tras hora cuento y mi agonía

crecen y mi ansiedad y mis dolores.

 

Sobre terso cristal ricos colores,

pinta alegre tal vez mi fantasía,

cuando la triste realidad sombría

marcha el cristal y empaña sus fulgores.

Los ojos vuelvo en incesante anhelo,

Y gira entorno indiferente el mundo,

y entorno gira indiferente el cielo.

 

A ti las quejas de mi mal profundo,

hermosa sin ventura, yo te envío:

mis versos son tu corazón y el mío.

 

Soneto

Fresca, lozana, pura y olorosa,

gala y adorno del pensil florido,

gallarda puesta sobre el ramo erguido,

fragancia esparce la naciente rosa.

 

Mas si el ardiente sol lumbre de enojos

vibra del can en llamas encendido,

el dulce aroma y el color perdido,

sus hojas lleva el aura presurosa.

 

Así brilló un momento mi ventura

en alas del amor, y hermosa nube

fingí tal vez de gloria y de alegría.

mas ¡ay! que el bien trocose en amargura,

y deshojada por los aires sube

la dulce flor de la esperanza mía.


Escrito por Redacción


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