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Como cada año, los mexicanos nos llenamos de nacionalismo y esperamos con ansia la celebración del Día de la Independencia con banderas, trajes y fuegos pirotécnicos tricolores, canciones y bailes y al grito de “¡Viva México!ˮ nos sentimos orgullosos de ser independientes. Pero, ¿realmente lo somos? Sería bueno preguntarnos si no hemos convertido el 15 de septiembre en una fecha comercial fomentada y aprovechada por las empresas para vender productos y servicios cuya derrama económica beneficia a las familias más ricas del país.
Es cierto que el 27 de septiembre de 1821 culminó una revolución social que nos liberó del dominio colonial extranjero, de esclavitud y tributos y que construimos un Estado soberano, una República y que nuestros derechos individuales fueron reconocidos; pero todo esto fue tan efímero como una flor que pronto se marchita, pues de la dependencia hacia España saltamos al de las empresas trasnacionales y los capitales financieros de Estados Unidos (EE. UU.), cuyo dominio es más discreto pero igual de eficiente que el político.
Desde el Siglo XIX, nuestra economía depende a tal grado de este país que en 2021 el 80.7 por ciento de los intercambios comerciales externos de México se hicieron entre compañías privadas, lo que nos vuelve muy vulnerables, limita en gran medida nuestras decisiones y convierte en letra muerta la soberanía nacional frente a las prácticas imperiales. Ésta es la causa por la que nuestros gobernantes acatan con servilismo y sumisión las instrucciones de Washington en materia económica, política y, especialmente, la migratoria.
Festejar la Independencia de México como un acto consumado que no está sujeto a discusión obedece a una actitud inconsciente, irresponsable y aún antipatriótica, porque convierte la independencia en un mito popular que soslaya el hecho de que quienes ya son libres no necesitan liberarse y porque lleva a los mexicanos a deslindarse de la existencia de graves problemas nacionales que reclaman urgente solución para evitar mayores amenazas a la estabilidad interna y a la soberanía nacional.
Entre los problemas que se esconden detrás del festejo anual están la explotación abusiva y a que los grandes empresarios nacionales y extranjeros someten a la clase trabajadora con la complicidad de los gobiernos en turno. Es cierto que la población lleva pecado y penitencia en la existencia de la extrema desigualdad que prevalece en el país, pero es urgente que el régimen asuma su responsabilidad en la solución de los problemas de la mayoría de los mexicanos que hoy viven preocupados en resolver sus necesidades básicas.
La situación del México actual es muy parecida a la que llevó a Miguel Hidalgo a la tarea titánica de despertar al gigante dormido que se ha vuelto a dormir y es necesario volver a despertar.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA