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Un estudio que el Instituto Nacional de Psiquiatría (INP) y la asociación civil Prevencasa realizaron entre 89 drogadictos de consumo intravenoso reveló que 93 por ciento utiliza fentanilo (“polvo blanco”), que ya han muerto 20 personas por sobredosis y que Tijuana ha dejado de ser un lugar de tránsito para convertirse en laboratorio de producción y consumo.
“Aquí ya se consume y nos dan a probarlo porque también aquí se cocina el polvo blanco (fentanilo)”, cuenta Raúl, un hombre de 47 años que desde hace cinco años vive en El Bordo, es decir en la canalización del río Tijuana, uno de los puntos con mayor concentración de indigentes y donde grupos del crimen organizado utilizan las venas de estas personas para probar sus “nuevos productos” y distribuirlos luego en mercados más grandes.
Al igual que otros de sus compañeros, Raúl explica que, desde hace unos meses, se sabe que en las profundidades de los túneles en el canal “hay personas” que distribuyen el fentanilo, opioide sintético que, de acuerdo con instituciones de seguridad y salud, resulta hasta 80 veces más potente que la heroína. Esta droga sintética gana mucha popularidad en Tijuana por su bajo costo y por la reacción extrema que provoca en el consumidor.
Pero no tiene éxito solo en este puerto fronterizo, sino también a lo largo de la frontera norte de México con Estados Unidos (EE. UU.). Todavía hace algunos años, Tijuana era considerada un puente de paso para las drogas; pero en fechas recientes se ha convertido en un lugar de producción y consumo de drogas, entre las que hoy destaca el fentanilo, del cual se afirma que causa un mayor número de muertes.
A decir de la asociación civil Prevencasa y el INP Ramón de la Fuente Muñiz, hay personas que han comenzado a producir clandestinamente esta sustancia y la distribuyen de manera gratuita para conocer el grado de adicción que provoca para, posteriormente, comercializarla entre personas con cierta solvencia. Sus “conejillos de Indias” son las personas en situación de calle de Tijuana, quienes las aceptan sin saber qué consumen.
El estudio del INP y Prevencasa, publicado el 14 de diciembre de 2019 en la revista científica Addiction, reveló que la peligrosa droga está consumiéndose ya en las calles de esta ciudad fronteriza, muchas veces sin que los consumidores lo sepan. La publicación asegura que, en el pasado reciente, el fentanilo ha cobrado más muertes en EE. UU. que ninguna otra droga: 28 mil 455 en 2017, cifra 47 por ciento más que en 2016.
Las dos instituciones mexicanas realizaron su estudio de campo durante 15 meses en 89 pacientes consumidores de drogas intravenosas; el análisis incluyó la revisión química de 59 residuos de jeringas, cucharas y envoltorios, cuyo resultado fue que el 93 por ciento contenía fentanilo, conocido como “polvo blanco”, el cual se presenta en píldoras y parecen un analgésico como la oxicodona. Una cápsula cuesta 50 pesos en el mercado negro de las drogas y es de fácil acceso entre los adictos de consumo intravenoso.
Tanto Prevencasa como el INP han documentado al menos 20 muertes por sobredosis, la mayoría en El Bordo, en la ribera sur del río Tijuana, colindante con la malla fronteriza que divide a México de EE. UU., y a unos cuantos metros del cruce de El Chaparral y San Ysidro.
Autoridades de salud y de seguridad del municipio y del gobierno estatal afirman que no tienen registros de tratamientos a pacientes por consumo de fentanilo, ni casos de muerte por sobredosis. Sin embargo, son los mismos consumidores quienes han informado de esta situación, debido a su consumo a gran escala y al decaimiento comercial de la cocaína y la heroína.
Fiscalía duerme en sus laureles
Las células delictivas del crimen organizado operan principalmente en las zonas centro y norte de Tijuana. A decir de los habitantes del canal, estos grupos aprovechan los túneles para distribuir y experimentar el fentanilo, conscientes de que ahí no entran los agentes de la Fiscalía General de la República (FGR) y la Guardia Estatal de Seguridad e Investigación (GESI)
En los centros de rehabilitación del Instituto de Psiquiatría del Estado de Baja California (IPEBC) se habla de pacientes que han llegado con una “malilla” similiar a la que genera la heroína o el crystal y que las víctimas revelan haber consumido el fentanilo, razón por la que han tenido que recurrir a la ayuda médica.
César, un joven de 33 años, cuenta que, desde hace tiempo, varios grupos del crimen organizado se encargan de llevarles la droga al canal, incluso de que los obligan a venderla. También informó que hace aproximadamente un año visitan el área porque tratan de cocinarla dentro de los mismos túneles.
“Llegan en sus carros, se meten a El Bordo, reparten la droga y nos preguntan que cómo está. Ya depende de lo que uno les diga, o me imagino que como nos ven, es que se van o regresan”, añade César.
Martín, un señor de 57 años, confirma esta historia. Él también habita en El Bordo: “Cada vez son más los compañeros que se están quedando; los tenemos que llevar al médico porque pega duro el polvo”.
Los registros de la FGR no cuentan con antecedentes de esta nueva droga en la zona de la canalización, ni de cómo sus residentes son usados como sujetos para realizar pruebas de laboratorio del opioide.
De acuerdo con un reporte de la Administración para el Control de Drogas (DEA) del gobierno de EE. UU., el fentanilo es un opioide sintético que resulta 80 o 100 veces más fuerte que la morfina. Es un fármaco creado para reducir el dolor en pacientes con cáncer y se aplica como un parche en la piel dadas sus “poderosas propiedades” para adormecer.
La DEA ha insistido en afirmar que el fentanilo es producido clandestinamente en México; que es introducido a EE. UU. y que se le mezcla con heroína para aumentar su potencia, lo cual provoca una sobredosis y la muerte de los consumidores.
De acuerdo con especialistas, la producción de drogas sintéticas con base en el fentanilo requiere que el mezclador sea un “experto total en la materia”, porque el manejo de las sustancias es muy riesgoso y es difícil que en los recovecos del canal se fabrique fentanilo, sus derivados y, mucho menos, que ahí se distribuya el crystal puro.
Una sola pastilla comprimida cuesta entre 10 y 20 dólares, según los registros policiacos de decomisos en Tijuana, y la policía municipal considera complicado que una persona en situación de calle pueda acceder al fentanilo. Sin embargo, las dosis no se distribuyen en presentación de píldora, sino que se reduce a polvo o se mezcla también con ansiolíticos falsos como el Xanax, para reducir su costo y aumentar la potencialidad.
Prevencasa atiende semanalmente a esta población consumidora en la zona norte y en El Bordo, donde llegan a reunirse alrededor de 150 dependientes con el propósito de intercambiar jeringas y curarse los abscesos que ellos mismos se provocan cuando se inyectan las drogas.
Los activistas de esta organización civil aseguran que las sobredosis con fentanilo y otras sustancias son constantes y que, por esta razón, tuvieron que repartir más kits de medicamentos con naloxona, sustancia que sirve para neutralizar las sobredosis y evitar la muerte de las personas. El estudio conjunto con el INP se hizo precisamente para focalizar mejor este problema de salud pública.
En algunos centros de rehabilitación de Tijuana, que reciben asesoría especializada del IPEBC, informan que los pacientes llegan con “la malilla” y no se observan los mismos síntomas de quienes reportan sobredosis de heroína o crystal, sino los que deben éstas al fentanilo; además, los propios consumidores revelan qué producto se inyectaron.
El doctor Raúl Rafael Palacios, director de la Unidad Soler de los Centros de Integración Juvenil de Tijuana, expuso, en una entrevista con buzos, que algunos de los pacientes revelaron saber que hay fentanilo en las calles de la ciudad, pero que no están en condiciones de identificar físicamente el producto, salvo por sus consecuencias y los dichos de otros.
El mismo médico comentó que la institución que encabeza no cuenta con una prueba antidoping específica que le permita determinar qué están consumiendo las personas que ahí son atendidas y que, por lo mismo, carece de estadísticas detalladas o especializadas para afirmar categóricamente que se trata de opiáceos.
El doctor Palacios afirmó, sin embargo, que la mezcla de fentanilo y heroína aumenta los riesgos de sobredosis y muerte para los consumidores, dado el alto nivel de concentración en ambas drogas. De esta forma explicó por qué no hay registros de muertes por fentanilo.
“No sabemos qué tan presente está el fentanilo, sabemos que sí hay en el mercado negro. Sin embargo, no sabemos qué tan presente y qué tanto lo estén consumiendo. Pero tampoco hay la identificación de cuántos de los que han tenido sobredosis fue por este opiáceo. Ésa es la parte fundamental, no hay una estadística, ésa es la realidad… las sobredosis siempre se marcan como que fueron por heroína, porque eso es lo que más se identifica”, precisó.
Las 13 rutas del fentanilo
Un informe de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) afirma que son 13 entidades federativas identificadas como puntos de envío de fentanilo con destino a Tijuana, donde se concentra para, posteriormente, ser introducido al estado vecino de California, EE. UU.
En la lista destacan la Ciudad de México (CDMX), Estado de México, Puebla, Michoacán, Jalisco, Querétaro, Morelos, Nayarit, Sinaloa, Durango, Baja California, Baja California Sur y Sonora. Se transporta en avionetas, automóviles particulares, autobuses de pasajeros, camiones de carga y vehículos utilizados por empresas de mensajería y paquetería.
De acuerdo con la misma fuente, las sustancias precursoras del fentanilo llegan directamente de China, Hong Kong y Singapur a los puertos de Lázaro Cárdenas, Michoacán, y Manzanillo, Colima, desde donde se distribuyen a los puntos de envío.
Si bien en Tijuana aún no hay cifras oficiales que permitan medir la magnitud e impacto en el consumo, las sobredosis y la producción del fentanilo, los estudios de campo de Prevencasa y el INP evidencian que esta droga –pura o combinada– ya está en las calles de esta ciudad, que está provocando muertes por sobredosis y que, por lo mismo, ya es tiempo de que las autoridades de los tres niveles gubernamentales hagan algo para evitarlo.
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Escrito por Manuel Ayala
Colaborador