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Espartaco (III de III)
No es casual que los historiadores ni siquiera mencionan a Espartaco, lo cual no es un “olvido”, sino la clara expresión de manipulación para evitar que la clase oprimida conozca a uno de los más destacados dirigentes del pueblo trabajador.
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Espartaco muere crucificado junto a miles de sus correligionarios en La Vía Apia después de haber matado a su fiel amigo Antoninus, pues Craso hace enfrentar a los dos guerreros en una lucha a muerte para demostrar que la solidaridad de los esclavos es un mito; pero los guerreros amigos muestran su solidaridad, su hermandad incluso ante esas terribles circunstancias. Ambos saben que la muerte por crucifixión es lo peor que les puede pasar (una muerte lenta, en la que las aves de rapiña devoran en vida a los sacrificados, además del sufrimiento inenarrable de estar prendido por clavos de hierro, sufriendo el calor y el frío); por eso, desde el primer momento, se lanzan a matarse. Espartaco, al ver muerto a su amigo dice con visión profética “volveremos millones”. Espartaco es un filme de gran factura actoral, de enorme belleza, tanto temática, como en imágenes y con un guion magistral de Dalton Trumbo. Esta cinta nos brinda una magnifica imagen histórica del esclavismo y de la gran rebelión de los esclavos en el Siglo I antes de nuestra era.

Kubrick, lejos de presentarnos como en muchas cintas históricas hollywoodenses, a las masas de esclavos que se enfrentan en campos de batallas (que más bien son una forma de darle un tono de gran espectacularidad a las grandes producciones cinematográficas de los años 60, 70 y 80) nos presenta en Espartaco, a grandes conglomerados, los de los esclavos sobre todo; pero, no con ese sentido de espectacularidad que tiene un propósito comercial, o sea el objetivo de aumentar la clientela y, por tanto, la recaudación monetaria para los productores y distribuidores. Más bien, Kubrick nos brinda una cinta “coral” en el tono del neorrealismo italiano; por eso hay escenas de ancianos felices de vivir en libertad, niños alimentados por sus madres, mujeres laboriosas ayudando en las faenas para mantener al gran ejército de sublevados, etc. En una palabra: Kubrick nos presenta la belleza del pueblo oprimido que se aglutinaba en torno a una gran lucha por mejorar su miserable y atroz existencia.

Hace más de dos mil años, un hombre inteligente, con un poderoso instinto de clase, logró aglutinar a más de cien mil esclavos que lograron, con su organización militar, cimbrar las estructuras socioeconómicas del sistema esclavista; ese ejército se enfrentó al Imperio Romano, que era la superpotencia económica y militar que dominaba la mayor parte de Europa, el Norte de África y el Asia Menor. No es casual que la mayoría de los historiadores ni siquiera mencionan el nombre de Espartaco, lo cual no es un simple “olvido”, (una peccata minuta), sino que esto es la clara expresión de la manipulación deliberada de la historia para evitar que las clases oprimidas y explotadas conozcan a uno de los más destacados dirigentes del pueblo trabajador. “La historia –dice el apotegma– la escriben los vencedores”. La historia oficial de los países capitalistas siempre tratará de sepultar la figura de hombres que han atentado contra los regímenes basados en la explotación y la profunda desigualdad social. Sin embargo, Espartaco no contaba con un proyecto social que pudiese fructificar en las condiciones históricas que prevalecían en los años en que se desarrolló su gesta. ¿Qué hubiese ocurrido si hubiese podido trasladarse a Sicilia con los barcos que alquiló a los piratas? ¿Hubiese instalado un régimen utópico, basado en la pequeña propiedad agrícola? ¿Cuánto tiempo le hubiese permitido existir el Imperio Romano?

Varias organizaciones revolucionarias en el mundo que han defendido a la clase obrera moderna han tomado el nombre de Espartaco en honor a ese gran luchador. A más de dos mil años de la vida, lucha y muerte de este héroe, sigue siendo recordado a pesar de ese ocultamiento; México no es la excepción; cada año se celebra uno de los eventos más hermosos que contribuyen a la formación del hombre nuevo. ¡Vida eterna a Espartaco!


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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