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La verdad, una vez conocida, siempre será útil
“Un hombre que crea haber encontrado la cuadratura del círculo seguramente está más cerca de desatinar sobre cualquier cosa, que otro a quien se la haya escapado tan sutil paralogismo”, afirma el Marqués de Condorcet en su ensayo ¿Es conveniente engañar al pueblo?, texto donde niega categóricamente la procedencia política y ética de las supuestas bondades de la “noble mentira”, uno de los recursos demagógicos más frecuentes de jefes de gobierno, Estado y partidos políticos en la historia universal.
Al fin matemático –y al igual que en su denuncia contra los frecuentes desatinos de las verdades aparentes o falsas–, en este ensayo hace Condorcet varias reflexiones orientadas a explorar la realidad humana mediante el uso de una metodología sencilla, directa y ajena a la especulación metafísica y la retórica. Tal es el caso de las siguientes conclusiones:
“La verdad, una vez conocida, será siempre útil, pero el paso del error a la verdad puede venir acompañado de algunos males… Las verdades necesarias para el común de los hombres no son complicadas. Si lo parecen es porque no se ofrecen a los filósofos con el aparato de dificultades que ha introducido la metafísica. Los filósofos tienen razón en profundizar en estos objetos, pero el pueblo puede conocer la verdad sin profundizar en ello.
“No nacemos en absoluto con un espíritu falso, pero es fácil hacer adoptar como verdades bien errores, bien máximas falsas que tienen apariencia de verdad. El gusto por la sutilidad, la vanidad, los prejuicios ligados a nuestros intereses y pasiones, multiplican la falsedad del espíritu, y si en casi todas partes el pueblo tiene ese espíritu erróneo, no es porque sea ignorante, sino porque en casi todas partes se ha hecho posible volver estúpidos y locos a los hombres.
“Los errores que se le meten al pueblo en la cabeza lo vuelven estúpido; ahora bien, de la estupidez a la seducción y a la ferocidad no hay más que un paso. Además, si los motivos que se le dan para que sea justo no logran más que una débil impresión sobre su espíritu, no dirigirán su conducta en este sentido; pero si consiguen ejercer una viva impresión lo harán entusiasta y entusiasta para el error. Pues bien, el entusiasta ignorante no es un hombre, sino la más terrible de las bestias feroces.
“Los hombres no nacen estúpidos ni locos: se convierten en tales por obra de los sacerdotes y los gobernantes que desean que así se comporten… Las religiones nacionales hacen a los hombres estúpidos y crueles para con los extranjeros; las universales llevan al proselitismo y a la intolerancia. Las religiones que consisten por entero en prácticas embrutecen a los hombres, porque están llenas de dogmas que los vuelven insensatos y crueles... Hay menos hombres absolutamente sin prejuicios que teólogos justos”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural