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El Van Gogh del que poco se habla
La burguesía oculta al Van Gogh revolucionario y hace de sus obras meras mercancías a precios elevadísimos; porque creen que ahora Vincent ya no es peligroso debido a que ya no alza la voz...
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Cuando Vincent Van Gogh llegó a París, en 1886, tenía 33 años. Seis años antes se había iniciado como pintor y trabajó sin descanso para ganarse un lugar en el mundo del arte; no lo había logrado, pues muchos consideraban a destiempo su afán creador. El arribo a la Ciudad de la luz significó una nueva etapa: conoció y entabló relaciones con Lautrec, Gauguin, Seurat, Signac, Guillaumin, Pissarro, Rosseau y Cézanne.

Una anécdota cuenta que como nadie quería exponer sus obras, a Vincent se le ocurrió conformar El club comunista de arte. Decía: “¿Por qué no exponemos nuestras obras en los pequeños restaurantes?, ¿en las fondas de los trabajadores? …Venderíamos nuestras obras al precio que pudieran pagarnos por ellas. Esta combinación tendría una doble ventaja, pues no solamente nos permitiría exponer constantemente nuestro trabajo ante los ojos del público, sino que haría posible a los obreros de París admirar y comprar hermosas obras de arte por muy poco dinero”. Después de una larga discusión entre pintores, se aceptó la propuesta. Tanguy, amigo de todos, se encargó de conseguir el restaurante, llevar y colocar los cuadros. En una mesa cercana a la entrada estaban sentados Gauguin, Lautrec, Seurat, Rosseau, Cezanne y Vincent; sin probar bocado, con la vista fija en la puerta y el corazón latiendo aceleradamente.

Así inició el proyecto que culminó en fracaso: no solo no vendieron ningún cuadro, sino que los trabajadores que salían de la fábrica entraban al restaurante con un solo objetivo: comer; nadie notó que las paredes estaban repletas de obras de arte.

¿Qué significaba eso? ¿Los pobres eran incapaces de apreciar el arte? No. Para ese momento, Van Gogh no podía pensar eso; sus anteriores experiencias, su intenso amor por la humanidad y su lucha contra las desdichas propias y las del prójimo le habían enseñado que esos hombres y mujeres, que vivían solo para trabajar, poseían una sensibilidad grandiosa que estaba escondida bajo sus arduas jornadas de trabajo. Meses atrás escribió sobre su famosa obra Los comedores de patatas: “He querido dedicarme conscientemente a expresar la idea de que esa gente, que bajo la lámpara come sus patatas con las manos que meten en el plato, ha trabajado también la tierra, y que mi cuadro exalta el trabajo manual y el alimento que ellos mismos se han ganado honestamente”.

Desde joven valoró profundamente el trabajo de los más pobres, y en París no se conformó con haberlos plasmado en sus telas, quiso hacer algo más: acercar a ellos su arte, porque como él mismo decía: “El arte es para consolar a aquellos que están quebrantados por la vida”. ¿Quién puede estar más quebrantado que un pueblo que trabaja y sufre para que otros disfruten de lo que produce? 

Quizá su idea de El club comunista del arte fracasó como lo hizo la Colonia de arte comunista que también ideó, pero la esencia de sus propuestas cada día es más actual para los comedores de patatas de nuestro tiempo; para los trabajadores a los que siempre les ha tocado padecer. Como muchos grandes hombres, Van Gogh se adelantó a su tiempo o quizá fue al revés; lo cierto es que para él y muchos de sus amigos, la gloria llegó post mortem. ¿Por qué?

Porque la burguesía oculta al Van Gogh revolucionario y hace de sus obras meras mercancías a precios elevadísimos; porque creen que ahora Vincent ya no es peligroso debido a que ya no alza la voz, no busca romper con las ideas conservadoras, ya no es un artista que rescate y quiera al pueblo trabajador. Se equivocan, Van Gogh está vivo y no solo en sus cuadros, también en sus cartas: “Pero una cosa importa, no dejarse engañar por la falsedad de su época, no al menos hasta el extremo de que no se adviertan en ella las horas malsanas, sofocantes y deprimidas que preceden a la tempestad. Y que uno no se diga: nosotros vivimos en plena angustia, pero las generaciones futuras podrán respirar más libremente”. Está vivo en los que, al igual que él, quieren dar luz a la mente y al corazón de su pueblo.


Escrito por Vania Mejía

COLUMNISTA


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