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En el Valle de Jerte, España, se encuentran cuatro estatuas solitarias pero llenas de enorme significado; son tres hombres y una mujer. Fueron creadas por Francisco Cedenilla Carrasco e inauguradas en 2009, casi coincidiendo con la aprobación de la llamada Ley de la memoria histórica para homenajear a las víctimas de la Guerra Civil Española y recordar la dictadura de Francisco Franco. El mismo día en que fueron puestas en aquel valle, integrantes de algún grupo fascista hicieron disparos con arma de fuego sobre las estatuas. El escultor, entendiendo el mensaje de los fascistas, no dudó en declarar: “los orificios de las balas son parte de la obra escultórica”.
Las primeras imágenes de la cinta El Silencio de otros (2018), de la realizadora española Almudena Carracedo y el productor estadounidense Robert Bahart, son de estas memorables estatuas. A partir de esas imágenes, El silencio de otros –documental producido por Pedro Almodóvar– muestra la dura batalla que han librado muchos de los familiares, principalmente hijos de las víctimas de la feroz represión que sufrieron durante décadas miles de españoles que lucharon por acabar con el régimen dictatorial y fascista.
El documental no se propone mostrar todos los atropellos, asesinatos, torturas, desplazamientos hacia otros países que provocara aquel régimen; algunos estudios históricos señalan que tan solo en 1940 había en España más de 188 campos de concentración nazis –la Guerra Civil terminó con la derrota de los republicanos en 1939 y en ese año se instauró la dictadura franquista–, en los que se calcula que se mantenía prisioneros a cerca de 300 mil hombres y mujeres de los cuales, según algunos historiadores, fueron ejecutados más de 46 mil. Ese oprobioso régimen nunca fue sancionado por las “democracias” occidentales y solo hasta la muerte de Francisco Franco, en 1975, se inició un supuesto desmantelamiento de ese régimen. Incluso, en los años 50 del Siglo XX, Estados Unidos y sus acólitos europeos se aliaron a Franco, pues la situación estratégica de España era importante en la lucha –mediante la Guerra Fría– en contra de la Unión Soviética.
El silencio de otros se centra en la lucha que han librado esos hijos, nietos y otros familiares de las víctimas del franquismo. El documental toma dos vertientes principales acerca de las víctimas de la represión: aquellos luchadores que fueron torturados y asesinados por el Estado franquista y que fueron enterrados en fosas comunes. A este respecto, los descendientes de las víctimas exigen al Estado español que les sean entregados los restos de sus familiares; para esto tienen que recurrir a la legislación internacional de la ONU, la cual establece que los familiares de los desaparecidos pueden utilizar juzgados de otros países para reclamar los restos de sus familiares asesinados. Un grupo de españoles presentó una querella ante un juzgado argentino, ubicado en la ciudad de Buenos Aires y a cargo de la jueza María Servini de Cubría. El documental narra cómo, bajo estas premisas jurídicas, este grupo logra la inhumación de los restos óseos de sus ancestros. La otra vertiente de la represión franquista que lastimó a tantas familias españolas fue el hecho de que miles de niños recién nacidos fueran secuestrados por el Estado español para evitar la “mala influencia de sus padres, por ser éstos comunistas”.
El silencio de otros es un documental multipremiado en muchos festivales internacionales de cine. Su temática abona bastante para entender la gran tragedia del pueblo español. Sin embargo, no hace una crítica más profunda y certera al hecho de que esa tragedia no terminó con el franquismo, pues nunca se ha podido castigar a los asesinos, torturadores y secuestradores de niños recién nacidos; pues desde 1977, cuando se aprobó una ley de amnistía, la burguesía española con la astucia que le ha caracterizado puso en esa ley que a nadie se le debería castigar, ni a las víctimas ni a los verdugos. ¿Acaso se puede considerar como igual lo que resultó para el pueblo brutalmente reprimido brutal por los genocidas con lo que resultó para sus verdugos? Pero así es la “democracia occidental”.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA