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Cuando un periodista –y él ya viviendo en Estados Unidos–, le pidió a Einstein que explicara de forma sencilla su Teoría de la relatividad, éste respondió: “si usted está con una linda chica una hora, le parecerá que estuvo sólo diez minutos, pero sí usted está un minuto en una esfera caliente, le parecerá que estuvo una hora”. En alguna ocasión, este genio de la ciencia dijo: “a mí, que tanto he despreciado a la autoridad, la ciencia me ha convertido en una autoridad”. Y en efecto, Einstein nunca tuvo ínfulas de grandeza, siempre se consideró un instrumento modesto de la ciencia al servicio de la humanidad.
Para Einstein, hablar sobre los ataques del nazismo a la ciencia –así se lo expuso a un periodista en alguna entrevista–, podría provocar más muerte y más represión en Alemania, por eso durante la Segunda Guerra Mundial se mostró muy cauteloso en sus declaraciones en público.
A través de flash backs, el documental va narrando el arribo de los nazis al poder y el contexto socioeconómico y político que facilitó dicho ascenso. En ese contexto se destaca la visión de Joseph Goebbels –el jefe de la propaganda nazi–, quien declaró: “ya se acabó la era del intelectualismo judío”. Pero Einstein no se arredró y por esa época contestó a la barbarie nazi diciendo: “en Alemania se ha estado adoctrinando al pueblo para la guerra, se le ha estado preparando por la élite del poder para que realice todo tipo de violencia”.
Creo, amigo lector, que la burguesía norteamericana es una excelente discípula de los hitlerianos. Y para el resto de los miembros de las clases dominantes del mundo, Einstein dijo por aquellos años: “el mundo corre más peligro por los que toleran o alientan el mal que por los que lo cometen”. Bien les vendría a los gobiernos que pertenecen a la OTAN y a los paleros de Latinoamérica (remember Javier Milei, presidente argentino) estas sabias palabras de Einstein. Precisamente porque el mundo estaba corriendo el peligro de ser dominado por la Alemania nazi –que se propuso primero exterminar a la URSS y luego acabar con otros países–, Einstein sostuvo que a una fuerza como la de los nazis habría que oponerle una fuerza mayor para poder combatir a la barbarie fascista.
Por eso firmó la carta –junto con otros científicos– dirigida a Franklin Delano Roosevelt, presidente norteamericano en los años de la Segunda Guerra Mundial, en la que estos científicos dicen: “Señor presidente, sabemos que hay investigaciones sobre el hecho de que el átomo de uranio puede partirse en dos, liberando poderosa energía. Este hecho puede permitir la construcción de bombas muy poderosas. Sería conveniente acelerar las investigaciones que se llevan actualmente”. Años más tarde, Einstein reconocería su grave error, pues las bombas que se fabricaron como producto del llamado Proyecto Manhattan, y que arrasaron con dos ciudades japonesas, jamás se debieron lanzar sobre cientos de miles de civiles.
Este sello genocida es propio del imperialismo, la fase más desarrollada y antihumana del capitalismo; los carniceros del mundo tienen como maestros a los genocidas gringos; he ahí por qué nunca podremos esperar que el gobierno norteamericano condene a Israel por el genocidio en Gaza.
Sin embargo, para quienes creen que Einstein era promotor de los lanzamientos de bombas nucleares sobre la humanidad, cabe señalar que él denunció a la burguesía norteamericana y de los países aliados en 1945, cuando dijo que “Los gobiernos –occidentales– dejaron actuar a Hitler más allá de cualquier mal entendido”. O sea, dejaron actuar a Hitler en contra de los pueblos de las naciones ocupadas, especialmente lo dejaron actuar para que buscase la aniquilación de la URSS.
Albert Einstein fue un científico que consideraba que lo más valioso que tiene la humanidad es la ciencia; que ésta ha servido para que el hombre domine las fuerzas de la naturaleza, al conocer sus leyes (ese conocimiento es la libertad, como bien han señalado importantes filósofos y científicos). Su teoría sólo sirvió para señalar el potencial que tiene la masa, al poder liberar grandes cantidades de energía, pero como se ha demostrado una y otra vez, la ciencia en manos de asesinos y explotadores sirve para el dominio del mundo por parte de los más grandes opresores de la humanidad: Einstein fue un pacifista que se arrepintió de firmar la carta a Roosevelt y condenó el genocidio de los yanquis.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA