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Contratar a jóvenes mexicanos, una estrategia electoral
Es urgente que los trabajadores se decidan de una vez a luchar por sus derechos, a sabiendas de que ya no tienen nada que perder.
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Los ciudadanos pasan a formar parte de la población económicamente activa cuando cumplen 15 años, están disponibles para trabajar y no tienen impedimento para hacerlo. Para quienes se integran al trabajo aunque deseen estudiar, el asunto no es sencillo. La educación de un joven representa gastos que la mayoría de las familias no pueden pagar.

El sostenimiento de una familia en México exige el trabajo de más de uno de sus integrantes; en los últimos 30 años el empleo es cada vez más precario y sumamente escaso. Cada año se requieren más de un millón de empleos, pero se genera menos del 50 por ciento, y el desempleo se ha ido acumulando. La estructura económica impide la inserción laboral.

Las opciones son pocas para quien quiera trabajar: el trabajo informal, la migración o enrolarse en actividades ilícitas. Y con ello se cae en la doble trampa del sistema económico: ceder la fuerza de trabajo casi gratuitamente para producir mercancías a cambio de un salario insuficiente para comprar las mercancías que miles de obreros crearon en las mismas circunstancias. Estas dos contradicciones en la clase trabajadora se han vuelto críticas.

Alguien podrá argumentar que eso ya cambió, porque ahora dos millones 300 mil jóvenes tienen la oportunidad de ser contratados durante un año por las empresas que funcionarán como sus tutoras. Las grandes compañías del Consejo Coordinador Empresarial y las principales cámaras industriales, de comercio y servicios impulsan dicho programa y argumentan que con ello los jóvenes tendrán mejores oportunidades para ser contratados.

Pero el problema del desempleo no va a resolverse en este escenario optimista porque no estamos hablando de empleo verdadero, sino de un subsidio gubernamental que aparentemente va dirigido a los jóvenes aprendices que recibirán mensualmente tres mil 600 pesos para insertarse en el mercado laboral, pero quienes realmente saldrán beneficiados son los grandes corporativos que dispondrán de una mano de obra gratuita durante un año y cuyos salarios saldrán del presupuesto público.

Los grandes corporativos, que no cubren impuestos, ahora recibirán este beneficio por parte del gobierno de la 4T. Pero como no es una mano de obra que realmente necesiten, han aparecido ya prácticas de corrupción como la de convencer a los practicantes de que cedan el 50 por ciento de su apoyo a cambio de no presentarse al trabajo. Este programa, que solo busca ganar votos, no garantiza que las grandes empresas, una vez cumplido el periodo de aprendizaje, hayan realmente contratado a los jóvenes; este programa, además, deja fuera al 60 por ciento de la población que trabaja en la informalidad, a los desempleados y a otros seis millones de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Es una mera estrategia electoral. En ningún lado se avizora un plan del gobierno, y mucho menos del sector privado, para crear verdaderos empleos. A este gobierno y a los anteriores les ha gustado mucho registrar los empleos informales ante el Instituto Mexicano del Seguro Social para presumir que han creado nuevos empleos. Ya se rumora que las empleadas domésticas, como consecuencia de una exitosa película del año pasado, ahora sí tendrán seguridad social. ¿Y las demás prestaciones y la creación de nuevos empleos?

Las leyes no favorecen a los trabajadores; una nueva reforma laboral está en puerta, pero no es iniciativa del Estado mexicano, sino porque del gobierno de Estados Unidos, que ha insistido en su revisión. Al vecino del norte le tiene sin cuidado el bajísimo nivel de vida de los trabajadores mexicanos, pero por cuestiones de mercado está exigiendo a nuestra enriquecida burguesía que no compita de manera desleal contra las trasnacionales con los salarios insignificantes que paga.

Esa reforma se centra en las discusiones sobre el salario, la democracia sindical y la creación de un nuevo órgano que sustituya a las Juntas de Conciliación y Arbitraje; pero en los hechos, el obrero seguirá tan vulnerable como siempre. ¿Qué esperaban los trabajadores mexicanos? ¿Esperan que quienes históricamente los han explotado sean los mismos que mejoren su suerte?

Es urgente que los trabajadores se decidan de una vez a luchar por sus derechos, a sabiendas de que ya no tienen nada que perder. Los jóvenes no deberían permitir que sus mejores años de juventud sean absorbidos por un modelo económico que los orilla a vivir en la pobreza y la violencia.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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