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Benito Pérez Galdós
Toda su vida produjo material escrito: crónicas, crítica musical, teatro, cuentos, novelas y poesía. Tuvo varias deudas por ser dadivoso y derrochador.
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Nació el 10 de mayo de 1843 en Las Palmas de Gran Canaria, Madrid. Es un escritor español, representante del realismo español del Siglo XIX, miembro de la Real Academia desde 1897 y nominado al Premio Nobel en 1912 (galardón que no obtuvo por el sabotaje de los sectores más conservadores de la sociedad española). Estudió en el Colegio de San Agustín de su ciudad y colaboró en el periódico local El Ómnibus. Al terminar sus estudios en 1862, se trasladó a Tenerife para estudiar como Bachiller en Artes, y posteriormente se marchó a Madrid para estudiar Derecho. Allí acudió a las tertulias del Ateneo y los cafés Fornos y Suizo, donde frecuenta a intelectuales y artistas de la época. Escribió en los diarios La Nación y El Debate.

En 1873 inició la publicación de la primera serie de los Episodios Nacionales con Trafalgar; su popularidad ante los lectores durante la década de los 90 fue creciendo con la segunda serie de los Episodios Nacionales. Aparte de Madrid, Galdós pasa largas estancias en su casa de Santander, conocida como “San Quintín”. Toda su vida produjo material escrito: crónicas, crítica musical, teatro, cuentos, novelas y poesía. Tuvo varias deudas por ser dadivoso y derrochador, aun así rechazó varias veces la oferta de vender los derechos literarios de su obra con el argumento de “¿usted vendería un hijo?”.

Viajó por Europa como corresponsal de prensa, conociendo así corrientes literarias del momento como el realismo y el naturalismo. Su obra tiene influencias de los franceses Honoré de Balzac, Émile Zola, Gustave Flaubert y el inglés Charles Dickens, entre otros. Inició su camino en la política liberal con el Partido Progresista de Sagasta, y posteriormente, en el socialismo de Pablo Iglesias Posse, ocupando numerosas veces un puesto en la Cortes como diputado.

Falleció el cuatro de enero de 1920 en Madrid, España, el día de su entierro, unos 30 mil ciudadanos acompañaron su ataúd hasta el cementerio de la Almudena. El cinco de enero, José Ortega y Gasset denunció en el diario El Sol el olvido deliberado del Estado español: “la España oficial, fría, seca y protocolaria, ha estado ausente en la unánime demostración de pena provocada por la muerte de Galdós. La visita del ministro de Instrucción Pública no basta... Son otros los que han faltado... El pueblo, con su fina y certera perspicacia, ha advertido esa ausencia... Sabe que se le ha muerto el más alto y peregrino de sus príncipes”.

 

Fandangos

Cuando tengo tanta pena.

¿Por qué te voy a mentir

cuando tengo tanta pena?

Solo porque eres tan buena,

¡cuánto me has hecho sufrir.

sin tú saberlo siquiera!

***

Mis celos.

No hagas caso de mis celos

porque yo te quiero libre,

que eras libre como el viento

el día que yo te quise.

Y hoy eres libre y te quiero.

***

Te enamoré.

Del campo corté unas flores,

con ellas te enamoré,

y tú más viva que nunca

me las devolviste ayer.

Nacieron sobre tu tumba.

***

¡Ay, lo pasado!

Tanto pensar y pensar

y repensar lo pensado

en el raíl de la lógica

me encuentro descarrilado.

¡Cuánto en mi vía me atasco!

***

Niño, déjame jugar.

“Extranjero, no te entiendo”.

“Niño, déjame jugar,

que soy muy de mi lugar

y muy poco de mi tiempo.

Nunca el pasado está lejos.

***

Un callejón sin salida

es paseo de dos viejos.

El uno le dice al otro

besándole en el pellejo:

Perogrullo, si te vas,

yo te sentiré muy lejos.

***

Cualquiera...

Mi cabeza dos mitades

tiene como otra cualquiera.

Mimando la de la izquierda

abandoné la derecha.

Y me rajé la cabeza.

En falsete

Medio honesto y medio farsante

medio vienes, tal vez medio vas

con la media verdad por delante

y la media mentira detrás.

***

¡La intriga y la falsedad,

la podredumbre y la ira!

Vine a la universidad

en busca de la verdad

y me expulsó la mentira.

***

Extraña verbosidad:

Sin decir una mentira

nunca dijo la verdad.

***

 

 

Don Juan

Dicen que si la dejo se vuelve loca,

que tengo las entrañas como la roca.

Dicen que es su costumbre.

Pone en sus labios fuego,

su beso es lumbre.

Pero yo alego

que a lo de achicharrarme

aún no he tenido tiempo de acostumbrarme.

Yo soy el hielo.

Como los sabios

tengo frío el cerebro.

Hay que tener los ojos muy bien abiertos,

fríos los labios,

perfectamente fríos como los muertos.

Cuando acabe mi vida en el cementerio

quiero que todos digan: “fue un hombre serio;

una mujer ardiente le quiso mal

y él la dejó porque era un hombre formal”.

¿Quieres pasión?

Vete en Semana Santa a la procesión.

Eres hermosa,

mas ¿para qué?

Cuando nadie la ve

es absurda la rosa.

Vivir enamorado ¡vaya faena!

No me das pena.

No estoy llorando.

Se humedecen mis ojos en bostezando.

 

Los mejores escritores

Me preguntas quiénes son

los mejores escritores.

Incluyo en mi relación

a los siguientes señores:

El uno

es Don Miguel de Unamuno.

El dos,

Benito Pérez Galdós.

Pongo a Machado el tercero,

el maestro de tristeza

que la aprendió junto al Duero

y nos la explicó en Baeza.

Y como número cuatro

pongo al genio del teatro,

a Félix Lope de Vega,

mi apasionado colega.

Y en el magno puesto quinto

van los hermanos Quintero.

¡Qué mundo tan variopinto

contenido en su tintero!

“... en esta apartada orilla...”.

Esto lo escribió Zorrilla,

Lo cual es un buen pretexto

para colocarle el sexto.

¡Andá! Me olvidé a Cervantes.

Debí colocarle antes.

Es el ocho Valle Inclán

Y el nueve, Pardo Bazán.

¿Y quién el diez mereció?

Pues componiendo esta lista

demuestro ser tan artista

que me lo merezco yo.

 

La emilianada

Un ruido sordo en el recinto suena

y los valientes de pavor transidos

contemplan todo con horrible pena

sus furores en miedo convertidos.

La herrada puerta entre sus goznes gira

y en el dintel don Lucas se abalanza

bañado el rostro, que terror inspira,

con la sonrisa cruel de la venganza.

Con ojos de Satán la turba mira,

cual tigre se apresta a la matanza,

cual hambriento cóndor que ve delante

rojo montón de carne palpitante.

Disperso corre el engreído bando

a la vista del jefe furibundo,

con vergüenza y despecho deseando

que se lo trague el ámbito profundo.

¡Esclavo sin razón!, ¿por qué combates?

Humíllate al poder de los magnates.


Escrito por Redacción


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