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Todo se inició con una farsa, un capricho y una necedad. En el afán por destruir todo lo hecho por sus antecesores, haya sido hecho bien o mal, había que destruirlo porque, según el entonces candidato y ahora presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), todo olía a “corrupción”. Ése fue el caso del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), que había empezado a construir el expresidente Enrique Peña Nieto, que era un proyecto aeroportuario con seis pistas y pretendía resolver de fondo el problema del tránsito aéreo de una de las zonas metropolitanas más grandes del mundo.
Pero el seguimiento a una obra tan valiosa e importante como ésta se convirtió en un problema de difícil solución para el nuevo Presidente, ya que ello lo habría obligado a aceptar que lo comenzado por su antecesor estaba bien hecho y tal reconocimiento contravenía su vanidad personal y, sobre todo, su deseo de destruir las instituciones “del pasado”. En este punto es importante subrayar que cuando hay intereses, como afirma el ingeniero Aquiles Córdova Morán, la lógica no funciona, tampoco los argumentos ni las pruebas. Por ello, en la destrucción del NAIM prevalecieron los intereses del Presidente electo; y el único argumento que utilizó fue que en su ejecución había “actos de corrupción” los que, como siempre, jamás sustentó con pruebas. Luego de esto ofreció como alternativa la base aérea militar de Santa Lucía.
Para destruir el NAIM, el Presidente recurrió también a otra farsa: la “consulta popular” con la que supuestamente se preguntó a los ciudadanos si debía seguirse o no la construcción del nuevo aeropuerto; consulta que, como sabemos, no fue representativa y solo se vio a sus “organizadores” llenando de propia mano las boletas. Fue un remedo de consulta, un fraude violatorio a la ley porque se realizó para cumplir un capricho presidencial y acabar con “el pasado corrupto” –objetivo que ha derivado en un “presente igualmente corrupto”, como ya lo hemos visto– y porque el mismo Presidente la declaró “vinculatoria”, es decir, la validó pese a ser ilegal.
Pero lo que primero fue farsa y luego capricho se convirtió en necedad, ya que los argumentos científicos demostraban que el proyecto aeroportuario de Santa Lucía era inviable, pero el gobierno morenista los desechó con facilidad brutal e impuso su sinrazón. Entre las objeciones técnicas expuestas estuvo la de que los conos de aproximación del Aeropuerto Internacional Benito Juárez (AIBJ) y el de Santa Lucía se cruzaban, poniendo en riesgo de colisión a las aeronaves o bien de que sus vuelos sufrieran retrasos terribles.
Se difundió también que la cancelación del NAIM saldría más cara que su conclusión –cosa que finalmente sucedió–, pero el gobierno morenista insistió en que había actos de corrupción y aunque el propio Secretario de Comunicaciones y Transportes (STC) descartó esta versión, se mantuvo el proyecto alternativo de Santa Lucía porque era “correcto técnicamente”. Después, los mexicanos fuimos informados que frente a éste hay un cerro que los aviones deberán evitar en sus operaciones de ascenso y descenso. Es decir, la presencia del tal cerro nos costó ocho mil millones de pesos (mdp).
La cancelación del NAIM costó a los mexicanos 113 mil 327 mdp, según la Auditoría Superior de la Federación (ASF); aunque hay que aclarar que, en un informe previo –el cual creo que es verdadero– la ASF había revelado que el costo de la cancelación del NAIM fue de 331 mil 996 mdp, o sea 232 por ciento mayor al previsto.
Los “otros datos” del Presidente señalan que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), en Santa Lucía, costó 75 mil mdp; pero cálculos más realistas revelan que el costo real fue de 116 mil mdp, es decir 41 mil millones más. Estoy de acuerdo con esta última cifra porque las otras proceden de un gobierno nada transparente. Además, si consideramos los 113 mil mdp que se perdieron con la destrucción del NAIM y los 116 mil mdp que nos costó el AIFA, el costo global de éste fue de 229 mil mdp y no los 75 mil millones que indica el Presidente.
¿Por qué tanto desperdicio de recursos? Esta pregunta demanda varias respuestas; pero además de las invocadas por la cabeza de este artículo, hay que agregar las figuras de la improvisación e impericia del gobierno morenista, porque con la conclusión del NAIM se habrían superado los problemas de tránsito aéreo en el Valle de México; ya que con sus seis pistas atendería la demanda de mil 200 vuelos diarios; lo que no podrá lograrse con el proyecto actual porque el número de vuelos diarios del AIBJ es superior a los 800; por ahora, el AIFA solo puede atender 12 vuelos diarios y será hasta 2026 cuando alcance su mayor capacidad. Esto significa que actualmente existe un déficit de 400 vuelos y que, en los próximos cuatro años, los mexicanos estaremos pagando la farsa, el capricho y la necedad que envuelven a un aeropuerto que es un elefante, perdón, un mamut blanco.
Pero si todo esto no fuera poco, quienes se vean en la necesidad de una conexión de vuelos entre el AIBJ y el AIFA tendrán que emplear hasta cuatro horas para trasladarse de un aeropuerto a otro. Como se ve, estamos de malas por todos lados; y lo peor es que el 70 por ciento de los mexicanos no han usado nunca un avión.
El pueblo de México debe considerar los malos resultados del gobierno morenista y notar que por muy bonito que lo pinte, no busca verdaderamente la solución a sus problemas y que, en los hechos, trabaja contra el propio pueblo.
Lo que hemos dicho varias veces: el AIFA es una de las obras inútiles en las que este gobierno ha gastado muchos recursos públicos y que, como consecuencia de su incorrecta dispersión, no hay crecimiento económico ni empleos, lo cual afecta a los más desprotegidos de esta patria. Por ello, es necesario que éstos se organicen, se eduquen y luchen para integrar una gran fuerza que cambie las condiciones actuales a través de un gobierno que no actúe con base en la farsa, el capricho o la necedad.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.