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El 28 de julio, Pedro Castillo tomó protesta como presidente de Perú para el periodo 2021-2026. La llegada de un profesor rural, nacido en una de las regiones más pobres y marginadas de ese país, es ya un acontecimiento positivo para los sectores más vulnerables de Perú, pues es el primer mandatario que proviene de las capas populares y, en ese sentido, es el primer presidente con una visión no elitista de los problemas de Perú.
Pedro Castillo llegó al poder mediante el partido Perú Libre, un instituto fundado en 2016, y que se define como marxista, leninista y mariateguista. Sin embargo, Castillo no es propiamente un militante original del partido. Antes fue miembro de Perú Posible, un partido de centro izquierda que desapareció en 2017; y tuvo una participación destacada como dirigente sindical en la huelga que protagonizaron los maestros en 2017 y que cimbró a todo el país. Ese movimiento impulsó su imagen como dirigente político y permitió que, en 2020, Perú Libre le extendiera la invitación para participar como candidato presidencial por dicho partido.
Castillo no tiene un partido que lo respalde completamente, lo que ya se ha comenzado a observar en sus primeros días de gobierno: mientras el nuevo presidente trata de moderar sus posiciones de izquierda integrando al gobierno a cuadros neoliberales, Vladimir Cerrón, fundador y líder de Perú Libre, ya señaló que no deben cederse espacios a la derecha. La fuerza que puede tener un presidente sin el respaldo de un partido es algo que debe considerarse al hacer política, pues el mandatario queda en una situación muy debilitada en un país que, desde 2017, ha vivido una alta inestabilidad política y que provocó que en cuatro años hubiera cuatro presidentes.
Por otro lado, la capacidad para emprender cambios profundos, que mejoren sustancialmente las condiciones de vida de las clases populares, puede verse altamente limitada por la composición del Congreso. De los 130 curules que componen la cámara, Perú Libre solo tiene 37. Aunque es el partido con más escaños, no tiene la mayoría necesaria para aprobar las leyes que considere oportunas el nuevo gobierno. En este escenario, Castillo deberá cabildear con los otros partidos para que aprueben sus iniciativas en versión “descafeinada” o simplemente se las rechacen.
También debe considerarse que la candidatura de Castillo no recibió el apoyo electoral que podría esperarse. En la primera vuelta, Perú Libre fue el partido más votado, con el 16 por ciento de los electores, y en segundo lugar quedó Keiko Fujimori, la hija del dictador Alberto Fujimori, con el 11 por ciento. En términos absolutos, de los 25 millones que podían votar en la primera vuelta, solo 17 millones lo hicieron, de los cuales 2.7 millones sufragaron por Castillo, 1.9 lo hicieron por Keiko, 12.4 millones votaron por otras opciones y hubo una abstención de ocho millones. En la segunda vuelta, las fuerzas políticas se alinearon en torno a los únicos dos partidos en juego y el resultado favoreció ligeramente a Castillo, quien obtuvo 50.13 por ciento de la votación contra 49.87 por ciento de Keiko. En números absolutos, 8.8 millones votaron por Castillo y 8.7 lo hicieron por Keiko: la diferencia fue de apenas 44 mil votos. Así, pues, sí hay un respaldo mayoritario al gobierno de Castillo, pero su mayoría es muy débil frente a la oposición derechista encabezada por Keiko Fujimori.
Pese a estas limitantes, la llegada al poder de un maestro rural de las profundidades de Cajamarca es una señal inequívoca de los cambios sociales y políticos que se están efectuando en Perú. El modelo neoliberal instalado en Perú durante los años 80, y gestionado por las élites durante los años 90 y 2000, empezó a hacer crisis en 2017. La elección de 2021 no ha hecho más que expresar la voluntad popular de buscar nuevas formas de desarrollo.
Es claro que hay una recomposición de las fuerzas políticas en el país andino y un hartazgo generalizado de las clases populares con respecto al modelo neoliberal. En el terreno internacional, la cabeza del imperialismo estadounidense parece haber comprendido que el neoliberalismo se ha agotado como modelo de reproducción del capital; y Joseph Biden ya coordina los esfuerzos para construir un modelo alterno que garantice el funcionamiento del sistema capitalista y la hegemonía del imperialismo estadounidense. En Perú, Pedro Castillo se inspira en los ejemplos de Evo Morales, de Bolivia, y de Rafael Correa, de Ecuador, para trascender el neoliberalismo y dar paso a un país más generoso con las clases trabajadoras ¿Podrá hacerlo? Es un reto difícil, mas no imposible.
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Escrito por Carlos Ehécatl
Maestro en Estudios de Asia y África, especialidad en China, por El Colegio de México.