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Para muchos mexicanos, 2019 es el año del advenimiento de un nuevo México, la esperanza ansiada y prometida que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) haría realidad en un instante. Ese año terminó y no se vio por ningún lado la “transformación” pronosticada. Se afirmó: “hay que esperar a que se vean los cambios porque nos dejaron un cochinero”. Y así inició una nueva década, otra vez llena de esperanza; pero pronto ésta se convirtió en desesperación, porque además de que solo unos cuantos eran los beneficiados, llegó la malhadada “peste”, que no vino más que a agravar los problemas de los mexicanos. Terminó 2020 y el país estaba lejos, muy lejos, de lo ofrecido. Solo ese año murieron más de 126 mil personas. Pasó 2021 y el cumplimiento de esas proposiciones no se manifiesta en ningún lado, salvo en los discursos.
AMLO aseguró que su gobierno disminuiría las desigualdades sociales. Sin embargo, la pobreza se ha incrementado. En el último año creció en un dos por ciento, ya que pasó del 41 al 43 por ciento. Después de tres años, casi la mitad de los mexicanos vive en condiciones de pobreza, igual que en el sexenio anterior. En términos generales, el combate a la pobreza no ha logrado disminuirla, por lo que es ridículo repetir “primero los pobres” y que por arte de magia las desigualdades sociales desaparecerán.
Lo mismo sucede en materia de salud. AMLO presumió que México tendría un sistema de salud como el de Dinamarca, a saber, “con servicios de calidad, atención médica y medicamentos gratuitos”. No obstante, según los Informes de Transparencia en Salud, el número de recetas sin surtir se ha incrementado ferozmente: mientras, en julio de 2018 se dejaron sin surtir menos de 500 mil recetas; en julio de 2020 fueron más de un millón y, en julio de 2021, la cifra aumentó a más de un millón 500 mil, pese a la pandemia de Covid-19. Y, por si eso fuera poco, la cobertura de salud descendió del 16 al 28 por ciento, es decir, creció el número de mexicanos que no tienen forma de curarse en caso de enfermedad. Una mentira más. El sistema de salud, lejos de igualarse al de Dinamarca, se parece más al del Porfiriato, cuando hasta una diarrea era fatal.
Ni hablar de la “promesa” central de AMLO: el combate al mal de todos los males, la corrupción. En las páginas de los principales diarios nacionales y en los programas informativos de la televisión se han denunciado los actos ilícitos de algunos de los familiares del Presidente y de varios de los funcionarios de su gobierno. Desde el dinero con que financió su más reciente campaña política hasta las propiedades personales de los principales inquisidores de su gobierno, como el Fiscal General de la República (FGR) y el anterior titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Y, por último, otro de los ofrecimientos incumplidos por el Presidente –el de forjar un México seguro sin el Ejército en las calles– hoy está en el extremo opuesto de tal objetivo. La desmilitarización del país solo fue una engañifa más; y el fortalecimiento de las fuerzas armadas en el sector público es igual de vacua que las otras. En los tres años de gobierno de AMLO, la cifra de asesinatos (101 mil 942) está por alcanzar a la que se llegó en todo el sexenio de Enrique Peña Nieto (156 mil 66). En lugar de disminuir, la criminalidad ha aumentado.
Sin embargo, ante tal panorama, AMLO ha optado por desviar la mirada de los más graves problemas. Prefiere atacar constantemente a los grupos feministas, a los intelectuales, a las instituciones y a las organizaciones de la sociedad civil porque, según él, van “en contra” de su “Cuarta Transformación” y quieren “sabotearla”, actitud con la que niega totalmente el disenso característico de cualquier democracia liberal y, como ha apuntado el historiador argentino Federico Finchelstein, de la democracia autoritaria a la dictadura ultra violenta media un solo paso. Además, la importancia exagerada que AMLO ha dado a las fuerzas armadas parece conducir irreversiblemente al país a la antesala de una situación de dictadura y de violencia que nadie desea.
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Escrito por Victoria Herrera
Maestra en Historia por la UNAM y la Universidad Autónoma de Barcelona, en España.