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La importancia de saber
Hace un tiempo discutíamos sobre una lista de reproducción de YouTube llamada "Música para sentirte como villano del Siglo XIX" que ganó el juego. Ésa fue la causa del tema de este texto.
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Se ha repetido, y es cierto, que no existe tal cosa como la “incultura”. En sentido amplio, la cultura se refiere al conjunto de saberes y prácticas presentes en una sociedad determinada; de modo que todo individuo, en tanto que parte de un grupo social, inherentemente pertenece a una cultura. En sentido estricto, ser absolutamente inculto resulta imposible.

Ahora bien, la relativización de tal discusión debe ser considerada con precauciones extremas. Una perspectiva que pretende ser más incluyente afirma que toda cultura es igualmente válida, y que los discursos “culturizadores” son siempre una velada imposición que pretende suplantar la identidad cultural de un grupo dominado para implantarle una ajena, la del grupo dominante.

En el otro extremo de esta polémica se encuentra un discurso con un alto contenido clasista, que afirma que ciertas expresiones culturales son vulgares, simples, y que otras son eruditas y elevadas. En esta perspectiva, ligada a ideas de jerarquía social, generalmente se asume (más por intuición ignorante que por reflexión crítica), por ejemplo, que el ballet clásico es más culto que bailar bachatas.

¿Quién es, entonces, más culto? La cuestión no es nada sencilla. Y en esta discusión, por cierto, las declamaciones que llaman a “elevar el espíritu” o a “cultivar la mente” contribuyen poco, flotan como humo sin tocar jamás el suelo para informar a los mortales qué significa exactamente “elevar el espíritu”.

Por mi parte, opino que elevar el espíritu significa algo así como acercarse a concepciones nuevas, conocer cosas hasta antes desconocidas, experimentar formas nuevas de sentir y de pensar. A lo mejor en eso, generalmente, estaremos todos de acuerdo. Pero sostengo, además, que este proceso no es unidireccional; es más, que ni siquiera existe la tal línea con los extremos erudito-vulgar.

La cultura no es una escala sino un universo dinámico. Y el más inculto es aquel que tiene una noción más limitada de este universo. Permítaseme un ejemplo sencillo: una persona que, por una deficiencia oftálmica solo puede ver en blanco y negro… percibirá algunas cosas exactamente igual que el resto, algunas películas, las fotocopias, un gato negro… pero, indudablemente, no conocerá jamás la sensación de ver los colores de un jardín con muchas flores; estará privado de esta experiencia. Agreguemos al ejemplo un individuo que distingue esta vez tres tonos: negro, blanco y rojo; su catálogo de apreciación aumentará; podrá ver la sangre, los atardeceres, las fresas, etc. Y así sucesivamente. Elevar el espíritu, cultivar la mente, significa aprender constantemente a ver nuevos colores.

Hace un tiempo discutíamos sobre una lista de reproducción de YouTube llamada Música para sentirte como villano del Siglo XIX que ganó el juego. Ésa fue la causa del tema de este texto. La lista tenía piezas de Mozart, Vivaldi, Beethoven, entre otros compositores académicos. Me parecía que, en general, esa música debería escucharse con el lenguaje de la propia música, puesto que así fue concebida. Es decir, que si la música es un lenguaje en sí mismo, exigía primeramente escucharla en el contexto de su propio código. Yo afirmaba triunfante que aproximarse al Réquiem de Mozart, por ejemplo, desde las referencias de El Señor de los anillos era una aproximación que mutilaba la música en este sentido, una apreciación que ofrecía un panorama limitado de las posibilidades expresivas de la música.

Pero luego descubrí que tal tesis es perfectamente reversible: que la tesis resultante de tal afirmación contraria es igualmente válida; quien escucha a Mozart sin las referencias de Hollywood obtendrá también un panorama limitado de las posibilidades expresivas de esa música.

Sea como sea, la discusión sigue abierta. Lo cierto es que a mayor cantidad de saberes, las posibilidades de apreciación se multiplican y se combinan infinitamente. Ésa es la importancia de conocer.


Escrito por Aquiles Lázaro

Columnista de cultura


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