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A veces, los mismos entes superficiales que defienden agresivamente el “lenguaje inclusivo” y hacen duelo de sombra con la gramática “patriarcal” se refieren a los paradigmas literarios femeninos como “poetas” y no como “poetisas”; como si igualando el género se les hiciera justicia otorgándoles el mismo sitio que al talento masculino. Pero hoy convocaremos a esta Tribuna a una gran poetisa (que no es vocablo despectivo) del Cinquecento italiano, a Gaspara Stampa (Padua, 1523–Venecia, 1554). Son escasas las fuentes fidedignas que pueden proporcionar detalles de su vida y hay mucho de leyenda en las anécdotas que circulan en torno a ella; “cortesana”, “poeta-meretriz”, “virtuosa abandonada” son algunos de los calificativos que han rodeado a esta adelantada que, haciendo suyo el modelo petrarquista, se atrevió a escribir desde el Yo lírico y expresar abiertamente su pasión amorosa, transgrediendo unas convenciones que, por lo demás, habían ya comenzado a cambiar. ¿Por qué mi condición de mujer –dice Stampa– va a impedir que le muestre al mundo, con estilo, este amor extraordinario, expresando mi dolor por escrito?
Si aun siendo como soy abyecta y vil
mujer, puedo llevar tan alto fuego
¿por qué no lo hago arder, siquiera un poco,
y se lo muestro al mundo con estilo?
Si amor con nuevo, extraordinario ardor,
que no esquivé, tan alto me condujo,
¿por qué no puedo yo, con juego insólito
hermanar en mi alma pena y pluma?
Y si no puedo por naturaleza,
por milagro podré, que tantas veces
vence, traspasa y rompe toda regla.
Yo no acierto a expresar si esto es posible,
pero empiezo a sentir, para mi suerte,
el corazón de un nuevo estilo impreso.
Su ruptura con las normas establecidas es más evidente si consideramos que vivió a mediados del siglo XVI; su nacimiento en una familia acomodada pero no de la nobleza (su origen aristocrático ha sido discutido) y su condición de mujer marcaban como “políticamente correcto” que se mantuviera fuera de los círculos literarios. Duramente censurada fue su relación con el conde Collaltino di Collalto, cuando contaba ya con 25 años; sus biógrafos atribuyen a este enamoramiento la mayor parte de su producción poética. Según esto, el siguiente soneto fue inspirado por un viaje de Collaltino a Francia (donde al parecer casó con otra mujer).
Amor, cubre los ojos que me ataron
para que nunca vean la belleza,
la buena educación, la cortesía
de las mujeres bellas que hay en Francia;
que mi vida, que ahora es dulce y grata,
no se llene de llanto y aspereza
porque desprecio todo en este mundo,
excepto por su luz clara y serena.
Y si él encuentra, por azar, alguna
que sea digna de su amor y encienda
su corazón con fuerza y con constancia,
hiérelo con el plomo de tu flecha,
o dame muerte con tu flecha de oro,
que no quiero vivir de esa manera.
Stampa forma parte de un amplio movimiento de mujeres no pertenecientes a la Iglesia que en su tiempo contribuyeron a revitalizar la poesía, cuando el petrarquismo, con su rígida preceptiva, comenzaba a tornarse en un estrecho corsé para ésta.
Al respecto, dice la poetisa e investigadora María do Cebreiro Rábade en La poesía lírica de Gaspara Stampa: entre la resistencia y el consentimiento: “Desde mi punto de vista, lo interesante es que tanto en Gaspara Stampa como en las restantes voces femeninas del Renacimiento italiano la identificación biunívoca entre vida y escritura obedece a un deseo de neutralizar la evidente transgresión ejercida por una sutil pero efectiva "poética de género". En efecto, Veronica Gambara, Vittoria Colonna, Isabella di Morra, Tullia d’Aragona, Veronica Franco o Isabella Andreini violentan con su escritura la tradición petrarquista en la que, simultáneamente, se inscriben. La violentan desde el mismo momento en que se presentan y representan en sus versos como mujeres que cantan. Y, aún más, como mujeres que osan escribir (lo) que cantan”.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.