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François Villón, primer poeta de la naciente burguesía francesa 
Los “poetas malditos” han reivindicado a François Villón como su antecedente más remoto.
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François de Montcorbier o Desloges, llamado Villón por haber adoptado, en prueba de gratitud, el apellido del capellán Guillaume de Villón, a quien su madre confiara su educación, es el primer gran poeta de la naciente burguesía francesa. Nacido en 1431, su fecha de muerte es incierta, aunque se sitúa aproximadamente hacia 1489. Los “poetas malditos” han reivindicado a François Villón como su antecedente más remoto. Habiendo estudiado en la Facultad de Letras de la Sorbonne, en París, en su extenso poema Testamento, recordará sus tiempos de estudiante, lamentando no haberlos aprovechado mejor: 

¡Ay, Dios! Si hubiese estudiado 

en el tiempo de mi loca juventud 

y me hubiese entregado 

a las buenas costumbres, 

tendría casa y cama blanda; 

pero no fue así: 

huía de la escuela 

como hace el niño travieso. 

Afortunadamente, dice Martín de Riquer en su Historia de la Literatura Universal, “cuando escribía estas palabras no podía volver atrás. Tal vez hubiera logrado tener un hogar pacífico y una cama blanda –aspiración de su precursor Rutebeuf–, pero si el joven Villón no hubiese hecho frecuentes escapadas de las aulas y no hubiese conocido y practicado las malas costumbres, no hubiera existido el gran poeta y nadie recordaría el nombre del hipotético buen estudiante, serio y sensato que lograra un bienestar burgués”. 

Su vida disipada en el bajo mundo parisino, de tabernas y burdeles, lo condujo, de reyerta en reyerta, al asesinato de Philippe Sermoise, un fraile al que matara a navajazos; ausente de París por unos meses, vuelve a la carga en la Navidad de 1456, cuando escala la barda del Colegio de Navarra y roba el oro contenido en unas cajas; a su historial fuera de la ley se van sumando infracciones hasta noviembre de 1462, cuando en otra riña hiere gravemente a François Ferrebouc, Notario Pontificio, cuyo rango agrava el proceso judicial que desemboca en su condena a muerte. 

La Balada de los ahorcados, una de sus más destacadas composiciones, fue creada mientras el poeta esperaba la horca, de la que escaparía por indulto el cinco de enero de 1463, conmutándose la pena por 10 años de destierro, al que partió sin que se volviera a saber nada de él. 

Hermanos humanos, que viven después de nosotros, 

no tengan contra nosotros endurecidos corazones, 

pues, teniendo piedad de nuestras pobres almas, 

Dios la tendrá antes de ustedes. 

Aquí nos ven atados, cinco o seis: 

en cuanto a la carne, que hemos alimentado en demasía, 

hace tiempo que está podrida y devorada 

y los huesos, nosotros, ceniza y polvo nos volvemos. 

De nuestros males no se burle nadie; 

pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver. 

Si hermanos nos llamamos, en nuestro clamor sin desdén 

nos traten, aunque hayamos sido muertos 

por Justicia. Pues deben entender 

que no todos los hombres pueden ser sensatos; 

perdónennos ahora, ya que hemos partido 

hacia el hijo de la Virgen María; 

que su gracia no nos sea negada 

y pueda preservarnos del rayo infernal. 

Muertos estamos, que nadie nos moleste: 

pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver. 

La lluvia nos ha limpiado y lavado, 

y el sol desecado y ennegrecido; 

urracas, cuervos, nos han cavado los ojos 

y arrancado la barba y nuestras cejas. 

Nunca jamás, ni un instante, pudimos sentarnos: 

luego aquí, luego allá, como varía el viento, 

a su placer sin cesar nos acarrea, 

siendo más picoteados por los pájaros que dedales de coser. 

De nuestra cofradía nadie sea: 

pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver. 

Príncipe Jesús, que sobre todo reinas, 

guarda que el Infierno no tenga sobre nosotros dominio: 

nada tenemos que hacer con él ni que pagarle. 

Hombres, en esto no hay ninguna burla: 

pero rueguen que a todos Dios nos quiera absolver. 

De Villón dice Arqueles Vela en su Literatura Universal (1955), que “Todo lo humano, lo angustioso del mundo, lo atormentado de una vida entregada al azar, palpita en la poesía de Villón, de una serena ingenuidad. La obra de François Villón contiene los valores ya maduros de la lírica burguesa, como en la Balada a las Hijas de la Alegría y en su conmovedora Balada Villon”. 

 


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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