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"El resplandor de la hoguera", de Ramón del Valle Inclán (II de II)
De principio a fin, el relato es una ingeniosa y burlona alegoría de la guerra. En sus páginas denuncia las graves consecuencias de la muerte; destrucción de recursos y bienes vitales, hambre y enfermedades.
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Las guerras “calientan todos los pensamientos”.

De principio a fin, incluido el título, este relato es una ingeniosa y burlona alegoría de la guerra mediante su representación como una hoguera cuyo “resplandor calienta todos los pensamientos”. Es satírica porque el héroe carlista (Roquito) termina ciego y demente después de ocultarse durante más de un día en una chimenea para evitar su captura por cuenta de los soldados republicanos de la reina Isabel II. Con esta imagen, Valle Inclán visualiza las guerras carlistas como obra de una pasión irracional que ignora la carga física (socioeconómica) que siempre hay detrás de las luchas políticas y las religiosas.

En sus 24 capítulos –todos breves y ágiles– hay asimismo denuncias explícitas de las graves consecuencias de este tipo de conflictos: muerte, destrucción de recursos y bienes vitales, hambre, enfermedades ocasionadas por frío o calor e impactos emocionales graves en la gente. En buena parte de las páginas de El resplandor de la hoguera este tipo de razonamientos están a cargo de Sor Isabel, monja carlista que viaja de una población a otra huyendo de la desolación generada por la guerra. La siguiente es una muestra del análisis crítico que Valle Inclán incluye en su novela:

“Sentada en un sillón, bajo los pies de Cristo, estaba la monja. La guerra comenzaba a parecerle una agonía larga y triste, una mueca epiléptica y dolorosa. Aquellos campos encharcados, aquella nieve enlodada cubriendo los caminos, le producía una indefinible sensación de miedo y de frío. Era la misma sensación que experimentara otras veces al ver un entierro en medio de chubascos y oír sobre la caja el hueco azotar de la lluvia. Había imaginado la guerra gloriosa y luminosa, llena con el trueno de los tambores y el claro canto de las trompetas. Una guerra animosa como un himno donde las espadas fueran lenguas de fuego, y el cañón la voz de los montes. Deseaba llegar a la hoguera para quemarse en ella, y no sabía dónde estaba. Por todas partes advertía el resplandor, pero no hallaba en ninguna hoguera lenguas de oro y sagradas como el fuego de un sacrificio.

“¡Que mi alma toda se consuma en la llama de tu amor, mi señor Jesucristo!

“Al caer la tarde se supo que la caballería republicana se había repartido por Elorza, Erguy, Ayauz y San Pedro de Olaz. El molinero, que era el segundo de la partida, trajo la noticia al cabecilla, que se volvió y le dijo a los otros, con su ingenua sencillez de guerrero antiguo:

“Ya no hay esperanza de que vengan.

“Interrogó la madre Isabel:

“-¿Porqué, señor Miquelo?

“–Porque tienen tanto miedo a correr por estos montes, que apenas oscurece se cierran en los pueblos hasta que raya el sol”.


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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