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“…la UCI fue una organización que comenzó
luchando por el reparto de la tierra y terminó
transformada en un grupo semiguerrillero”.
De revolucionarios a pistoleros: historia de la Unión Campesina Independiente, del historiador Ehécatl Lázaro Méndez, es un libro publicado en fecha reciente por Editorial Esténtor. La difusión y lectura de este tipo de textos es esencial porque permiten una visión imparcial y, sobre todo, más amplia respecto al desarrollo de las organizaciones en México, su impacto en la política social de nuestro país y, finalmente, la forma en que muchos de estos movimientos, que comenzaron como despertares revolucionarios, terminaron arredrando sus ideales, convirtiéndose en pandillas sectarias o, en el peor de los casos, en verdaderos pistoleros al servicio del mejor postor.
El autor pertenece a esa nueva ola de intelectuales mexicanos que buscan poner en su verdadera significación y bajo el prisma correcto los fenómenos sociales que han sucedido a lo largo de los años pero, especialmente, en nuestra historia reciente, con la intención no solo de obtener las lecciones correctas de ellos, sino también, y de manera principal, de hacer que el pueblo comprenda por qué México se encuentra constituido de esta manera actualmente y cuál es, por tanto, el verdadero camino para cambiar la situación.
Es en este contexto que surge el libro De revolucionarios a pistoleros, que hace una relación histórica, basada en hechos y datos certeros y verificables para cualquiera, de la Unión Campesina Independiente (UCI), organización que surgió en la zona sur del país y tuvo gran arraigo en estados como Puebla y Veracruz. Lázaro Méndez reseña desde su nacimiento, pasando por su momento de auge hasta su retraimiento a la Sierra Norte de Puebla, su descomposición y su inminente caída como organización aglutinadora de masas.
Sin embargo, el libro no es una recopilación de hechos inconexos e inexplicados sino, más bien, una reseña y un análisis científico de los factores que llevaron al surgimiento de la UCI, aquellos que impulsaron su crecimiento y arraigo en la zona sur del país, así como las circunstancias que la llevaron, finalmente, a la caída y desaparición como una alternativa eficaz de los campesinos en su lucha contra el Estado (lucha que, valga decir, era toral en aquellos años en que se buscaba la completa repartición de la tierra entre los campesinos).
Ante lo dicho, cualquiera podría pensar que, dado que fue una organización de poco arraigo nacional y que está, actualmente, extinta como tal (sus pocos miembros existentes son, como el mismo título lo dice, pistoleros), poca importancia tiene saber de ella y sus quehaceres. No obstante, difiero de esta posición por dos razones.
Primero. Como el mismo autor señala, “la experiencia de la UCI no constituye una excepción en la historia de México”; es decir, al analizar el desarrollo de esta organización no se está analizando solamente a la UCI, sino a muchos de los movimientos que surgieron en la época posrevolucionaria con la firme intención e idea de defender los derechos del pueblo (campesinos, principalmente) frente al Estado y los caciques y que terminaron, por falta de dirección, objetivos y programas claros, convirtiéndose en aquello que tanto repudiaban, en adláteres del Estado y los caciques en su tarea de reprimir y someter al pueblo a sus designios.
Segundo. Porque su experiencia, precisamente por no ser exclusiva de ella, debe quedar como lección para las organizaciones sociales existentes actualmente; debe ser una señal de aviso para aquellos movimientos que se digan realmente del pueblo y para el pueblo, mostrándoles que no deben errar el camino porque pueden acabar en el mismo basurero histórico en el que se encuentra actualmente la UCI. En una sociedad como la mexicana, más que buscar que se extingan todas las organizaciones sociales “porque caen en la desviación”, debemos procurar que éstas tengan un papel cada vez más activo en la defensoría de los derechos de los trabajadores mexicanos ante el Estado que los oprime y los quiere atomizar.
Todo lo anterior es más que suficiente para invitar a los lectores a empaparse de la historia y los procesos sociales de México, porque, como bien señala el escritor chileno Luis Sepúlveda, no debemos olvidar “la importancia de conocer el pasado para comprender el presente e imaginar el futuro”.
Escrito por Libia Carvajal
Colaboradora