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Más que renovar el Senado y la Cámara de Representantes, el seis de noviembre, los estadounidenses calificaron la gestión de su presidente, el más impopular en los últimos lustros. Su discurso antiinmigrante y la economía al alza fueron decisivos para que los republicanos mantuvieran el control del Senado. En contraste, los demócratas se perfilaban como ganadores en la Cámara de Representantes, que será decisiva para frenar las políticas del magnate. Ese cambio en la dinámica interna de EE. UU. impactará en toda América Latina; en el caso de la relación bilateral con México, habrá cambios en las políticas de seguridad fronteriza, antidrogas y el nuevo acuerdo comercial (USMCA).
Por lo general, las elecciones legislativas de medio término en Estados Unidos (EE. UU.) se constituyen como una evaluación del presidente estadounidense en turno. Sabedor del fenómeno, Donald John Trump luchaba contra una poderosa tendencia histórica: que la mayoría de presidentes, si son impopulares, pierden la mayoría del Congreso. Solo William Clinton y George Walker Bush ganaron en las legislativas y ambos eran más populares que el magnate-presidente, cuyo índice de aprobación apenas alcanza el 44 por ciento.
El seis de noviembre estaba en juego la agenda legislativa de la Cámara de Representantes (CR) y del Senado. Entre las prioridades del nuevo Congreso figuran: la conducción de la política exterior del próximo cuatrienio; la aprobación del presupuesto 2019-2020 y la calificación de las designaciones presidenciales. A la vez, la escena política estadounidense en la elección cambió la composición de los ejecutivos de 36 estados, que impactará asimismo la distribución de los distritos electorales en la elección de 2020.
La percepción ciudadana en EE. UU. era que en los comicios del martes prevalecería la sabiduría popular y que los demócratas ganarían la Cámara baja, pero no el Senado. Trump, consciente de que debía defender su mayoría en el Senado, hizo una campaña intensiva (30 mítines en tres meses), para mantener las senadurías republicanas en los estados donde ganó en 2016.
Sus mensajes rozaron lo apocalíptico contra los migrantes y contra los medios. También agitó la insostenible bandera de que si los demócratas ganaban el control del Congreso “convertirían la economía de EE. UU. en la de Venezuela”.
El avivamiento del temor a una “invasión” de inmigrantes “es herramienta útil para culpar a los demócratas por sus permisivas leyes y presentar a los republicanos como protectores de los estadounidenses (en particular de los blancos)”, advirtió el politólogo de la Universidad de Albany, Bruce Miroff.
En ese clima de tensión, dos días antes de los comicios, el expresidente Barack Obama dijo que “el carácter de EE. UU. está en juego: EE. UU. está en una encrucijada” . Y la periodista de The New Republic Elizabeth Drew aseguró que al votar “la mayoría de estadounidenses lo hizo por cambiar el futuro de esta presidencia”.
Los errores de Trump que más pesaron fueron sus políticas islamofóbica, que incluye prohibiciones de viaje a personas de países musulmanes; la anti-migratoria, en particular la instruida contra países de América Latina, y su proteccionismo comercial, que se exacerbó y llegó a la guerra comercial con China.
Además, el magnate arribó a esta elección tras confirmar su abandono del acuerdo con Rusia sobre armas atómicas. Esta decisión fue anunciada en un mitin en Nevada, en el oeste de la Unión Americana, para que captaran más votos los candidatos republicanos al Congreso.
Triunfo a medias
La mayor pesadilla de los demócratas era la persistencia del control republicano en el Congreso. Todo sugería que la derrota republicana acarrearía más violencia presidencial. Trump se enfilaría feroz contra sus detractores, acosaría más a inmigrantes e intentaría anular la pesquisa del fiscal Robert Mueller en su contra.
Latinas “insurgentes”
Retaron al sector más conservador del Partido Demócrata de Nueva York; son latinas de segunda generación, millennials de izquierda y fueron candidatas al Congreso. Se opusieron a un mandatario al que acusan de misógino, por su discurso soez respecto a las mujeres.
La puertorriqueña Alexandria Ocasio Cortez, educadora comunitaria de 28 años, que venció al veterano congresista demócrata Joe Crowley en las primarias. Pertenece a los Socialistas Democráticos de América (DSA), corriente significativa en el PD que impulsa a candidatos progresistas en ese país.
También figura la colombiana Catalina Cruz, candidata a representante. Llegó a EE. UU. como indocumentada y hoy es abogada laboralista defensora de derechos civiles. Con ella figuraron Jessica Ramos y Julia Salazar, novatas en la política y candidatas a senadoras, así como la concejal afroamericana Ayanna Pressley, de 44 años, quien sostiene que “el cambio no puede esperar”.
Se esperaba que la ola demócrata frenara ese ímpetu del mandatario. No fue así. Y aunque el objetivo final de los demócratas era echar por tierra la reelección de Trump en 2020, ahora apenas podrán condicionar las acciones más polémicas del gobierno del neoyorquino, entre ellas la guerra comercial con China.
En el Senado bloquearán algunas designaciones del gabinete y los nombramientos en el Tribunal Supremo. Sin embargo, los demócratas no lograrán promover el juicio político contra el mandatario.
Éxito republicano
Para los analistas, lo que determina el triunfo de un partido en las elecciones legislativas (midterm elections) es la economía. Y ese sector “funciona muy bien”, según los partidarios de Trump. Al mantener el control del Senado, los republicanos acotarán todo avance de los demócratas; incluso si éstos iniciaran el juicio político, sería extremadamente difícil que lograran su condena.
El nuevo escenario será distinto al del pasado agosto, cuando Trump solo consiguió 39 votos a favor en el Senado (17 en contra de los propios republicanos) a sus decretos anti-inmigración. Tampoco logró que se aprobaran su proyecto de ley HR4760, ni su iniciativa de residencia provisional para los dreamers a cambio de 25 mil millones de dólares más para seguridad fronteriza.
En enero, esta situación podría cambiar. A la luz del resultado electoral, los miembros más radicales del Partido Republicano podrían respaldar más al presidente. Esa actitud implicaría mayor tensión con América Latina, en particular con los gobiernos “no aliados”, advierten las politólogas Arantxa Tirado y Tamara Lajtman.
Con Trump en la presidencia, las fricciones intrapartidarias en el Congreso han traspasado la diplomacia que tejió Barack Obama con el Kremlin. Ahora, como en la Guerra Fría, Rusia vuelve a ser el enemigo. Corresponderá al nuevo Congreso definir el curso judicial del llamado Russiagate, que obsesiona a los demócratas pero cuya existencia no han logrado demostrar.
Al presidente de EE. UU. le preocupaba que el Senado y la Cámara baja decidieran seguir las investigaciones en su contra por supuestos actos anticonstitucionales. Se trata de la presunta aceptación de emolumentos de otros países; de que aún atiende sus negocios personales; de sus opacas declaraciones fiscales; de sus guerras no autorizadas en Yemen y Siria.
Cuentas pendientes
Los demócratas buscaron crear un Consejo Especial derivado de la investigación del fiscal Mueller para someter a Trump a juicio político (impeachment). Al no obtener los dos tercios del Senado, ese objetivo quedó en mero propósito.
Votos legislativos
•28 millones votaron por
anticipado. Casi 10 millones más que en 2014. (Centro de Análisis de la cadena NBC).
•Los demócratas necesitaban 23 escaños para recuperar la mayoría que ostentan los republicanos desde 2011.
•El Senado renovó un tercio de sus 100 asientos.
•Se eligieron 36 gubernaturas y cientos de cargos públicos estatales y locales.
En contraste, es posible prever que los republicanos presionarán para que se investigue la falsedad de las acusaciones de abusos sexuales contra el juez del Tribunal Supremo, Brett Kavanaugh, que se hicieran públicas durante el proceso de confirmación del magistrado. Para los demócratas el informe de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) fue insuficiente, mientras confirmó la valía del candidato para los republicanos.
Otra gran batalla del martes seis fue la elección para renovar 36 gubernaturas de los 50 estados. Esos ejecutivos locales poseen amplio margen de acción en políticas de control de armas, políticas –favorables o no– a la migración y los servicios de salud. Con Obama, los gobernadores republicanos interponían demandas en bloque contra sus políticas (migratorias y de salud).
En 2008, el Partido Demócrata logró controlar 32 gubernaturas, pero en 2010 los conservadores ganaron esa misma cifra de entidades. Según las encuestas, este año el poder se repartiría entre los dos partidos en los 50 estados. En las primeras proyecciones, el demócrata Tim Kaine ganaba Virginia; igual el excandidato presidencial Bernie Sanders, quien triunfaba en Vermont y Brian Kemp en Georgia.
Voto de excluidos
“Los votantes negros importan” (Black voters matter), era el lema pintado en un autobús negro que recorría el sur de EE. UU. para defender el voto de los afroamericanos. De cara a la renovación del Congreso, el cofundador de esa campaña, Cliff Albright, denunciaba las tácticas del sistema para impedir ese voto desde 2013.
Entonces, el Tribunal Supremo invalidó parte de la ley de derechos de voto e impuso más restricciones: se exigió identificación con foto; se cerraron centros de votación; se restringieron horarios de sufragio; hubo menos días para el voto anticipado y se eliminaron del padrón a quienes no votaron en los dos ciclos previos.
En cuanto al voto latino, Thomas Kennedy, de la Coalición Inmigrante de Florida, advirtió que sectores políticos buscaron suprimir el derecho al voto entre las minorías. Por ejemplo, prohibieron votar a quienes han cometido un delito menor.
No obstante, la conciencia comunitaria respondió al violento clima antiinmigrante de Donald Trump y el voto latino fue superior al de 2014, explicó el director de LatinoJustice, Juan Cartagena.
Otros actores importantes en la elección del seis de noviembre fueron los jóvenes, quienes tuvieron un peso mayor al electorado de edad adulta, blanco y masculino que tradicionalmente vota en las legislativas. Jóvenes de 18 a 29 años triplicaron su participación en el voto anticipado. Su tasa se quintuplicó en Texas y Georgia, donde aumentó en el 411 por ciento y el 363 por ciento, respectivamente; en Pennsylvania, Nevada, Arizona y Florida hubo también un crecimiento importante, según el Instituto de Política de Harvard.
Terror y política
En su reciente libro, el periodista Bob Woodward señala que inspirar miedo es clave en la actuación presidencial de Donald Trump. El 24 de octubre, en medio de la gran polarización política en EE. UU., la policía interceptó nueve supuestas bombas enviadas a notorios demócratas –el expresidente Barack Obama y la excandidata presidencial Hillary Clinton– al actor Robert De Niro y a la oficina de la cadena CNN en Nueva York.
Para el alcalde neoyorquino Bill de Blasio, el hecho fue un “claro acto de terror que intenta minar a nuestra prensa libre y a través de actos de violencia”. Para el FBI, fueron “artefactos caseros” que no detonaron. El primero fue detectado en la residencia del multimillonario George Soros, donante de Clinton; otro llegó al exdirector de la CIA, John Brennan y el resto llegó por correo a Washington y Florida.
Según el Servicio Secreto, los destinatarios “no estuvieron en riesgo de recibirlos” y las bombas solo generaron psicosis. El 26 de octubre, el FBI identificó a Cesar Altieri Sayoc, repartidor de pizzas, striper, guardia de seguridad y simpatizante de Trump, como sospechoso de enviar los artefactos, tras encontrar su huella digital en uno de ellos.
Solo un día después, los habitantes de Pittsburgh se conmocionaron con el asesinato de 11 personas en la sinagoga El Árbol de la Vida, a manos de Robert Bowes de 46 años. Tales eventos exacerbaron la ansiedad de los estadounidenses ante un presidente incapaz de confortar a la nación y que no cesa de mandar mensajes de odio.
Impacto en México y AL
El resultado ambiguo de esta elección definirá el curso de la política exterior de la superpotencia y, por tanto, la de México y América Latina. El nuevo Congreso deberá ratificar y aprobar el Acuerdo EE. UU-México-Canadá (USMCA o T-MEC, que sustituye al TLCAN), cuya firma está prevista para el 1º de diciembre.
Es de esperarse que los nuevos representantes y senadores impongan obstáculos para hacer sentir su peso en el legislativo. A los republicanos les interesa fortalecer su economía y los demócratas no desean terminar con ese pacto; así que pese a la tardanza y a algunas modificaciones, el resultado no será adverso para México, según la directora ejecutiva de Análisis Económico de Banorte-Ixe, Delia Paredes.
Se ofrece como pesimista la posición de los republicanos en el Congreso, quienes siguen estimulando las políticas agresivas de Trump contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia. El presidente del Comité de Seguridad Nacional, Michael McCaul (Texas), se perfila como líder del Comité de Asuntos Exteriores en la Cámara de Representantes. Ello significa que renacerá el discurso antiterrorista y bélico en esa Cámara.
Sin embargo, los demócratas no son distintos. Senadores antiprogresistas como Bob Menéndez favorecen las sanciones contra Rusia, Venezuela e Irán. Eliot Engel, opuesto a la política migratoria de Trump, propone reducir el tráfico de drogas desde Sudamérica y aumentar la seguridad y la cooperación económica regional.
En lo inmediato, el triunfo demócrata en la Cámara de Representantes dejará en suspenso las maniobras antiprogresistas de los radicales James Risch, de Idaho y Marco Rubio de Florida. Sin embargo, América Latina no puede esperar que baje la tensión imperial.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.