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No nos engañemos, a estas alturas del partido resulta más que evidente cuál ha sido el uso que el gobierno hace de la historia. Se trata, en pocas palabras, de darle una función legitimista para afirmarse como tal y para desconocer, detractar y descalificar a quienes no comparten su lectura del pasado. Por ello, el Presidente de México, al estilo más puro de la antigua nobleza francesa, cree que por su boca habla la “verdad”, que ésta le viene por designio divino y que todo lo que difunde en su tribuna predilecta no debe suscitar objeción alguna.
No es de sorprenderse, entonces, que después del ajuste espurio que hizo al año de fundación de Tenochtitlan, al pasarlo de 1325 a 1321 para que correspondiera con su teleología, ahora decrete la fecha exacta del surgimiento del movimiento feminista en México. Según las actas de nacimiento que expidió el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), éste nació hace dos años y su alumbramiento fue obra del gobierno de la “Cuarta Transformaciónˮ (4T).
Otra acta de nacimiento del movimiento feminista fue emitida por el afamado académico Guillermo Sheridan, quien le otorgó un certificado de antigüedad más remoto, al asegurar que, en los años 60, Octavio Paz fue el primer pensador en México en hablar sobre este pensamiento específico. Sin embargo, en ninguno de los dos casos se hace alusión a los congresos feministas en Yucatán celebrados en 1916 para discutir el papel de la mujer en la vida política, ni de las organizaciones sufragistas de mujeres de los años 30. Ambos ignoran la importancia del peso político de éstas en la construcción del México contemporáneo.
Lo que preocupa no solo es la omisión o el desconocimiento del pasado nacional que exhiben estas figuras públicas, sino el uso ególatra que se hace de la historia, sobre todo en el caso del máximo representante de una nación que se presume como democrática. Esta actitud recuerda lo que el escritor ruso León Tolstoi escribió sobre uno de sus personajes en la novela Guerra y paz: “imaginaba que fuera de mí no existía nadie ni nada en todo el mundo, que los objetos no eran objetos sino imágenes, que solo se me aparecían cuando fijaba en ellos mi atención y que en cuanto dejaba de pensar en ellas, las imágenes se desvanecían inmediatamente”.
El movimiento feminista no tiene, de ninguna manera, el objetivo de atacar al Presidente; se conformó hace más de un siglo contra todo tipo de opresión sobre las mujeres; y su existencia de ningún modo se debe a un individuo, por más importante que éste sea o crea serlo. AMLO se equivoca de medio a medio en su intento por controlar el pasado para dominar el presente.
La función de la historia no es asignar fechas ni expedir actas de nacimiento o defunción, como sucedió cuando el propio AMLO decretó la “desaparición” del neoliberalismo en México. El feminismo es más antiguo de lo que creen uno y otro. Su historia es mucho más compleja y los hechos históricos no son creados por individuos, sean políticos o intelectuales, sino por la lucha colectiva de mujeres y hombres con el propósito de mejorar sus condiciones de vida. Por ello resultan vanos los esfuerzos destinados a manipular el pasado para la autolegitimación en el presente.
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Escrito por Victoria Herrera
Maestra en Historia por la UNAM y la Universidad Autónoma de Barcelona, en España.