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Al fin llegó el momento de que el bienestar, privilegio de unos cuantos, sea patrimonio de todo el pueblo, la forma de existir de cada ciudadano y de cada familia; pronto ya no sabremos de mexicanos que vivan en pobreza y ni en sueños veremos a alguien sumido en la miseria; el hambre, las enfermedades y la ignorancia ya no harán presa de ningún ciudadano, pues todos contaremos con los recursos para librarnos de esos males, eliminarlos o paliarlos, tendiendo siempre a alcanzar la meta de la nueva sociedad, que es la situación de bienestar.
La palabra nos la encontramos por doquier: programas de bienestar, Secretaría de Bienestar, política de bienestar y discursos en los que todo el pueblo ejercerá su derecho a disfrutar del bienestar. Esa meta se alcanzará, indiscutiblemente, gracias a un método infalible: la política de transferencias monetarias, al servicio de la cual se elaboraron programas concretos que ya aplica actualmente la Secretaría de Bienestar del Gobierno Federal.
El éxito de esta política, asegura su principal promotor, se basa en la austeridad en los gastos del gobierno y en el fin de la corrupción (causa de todos los males) que ya se combate actualmente en forma implacable.
Nadie puede estar en contra de que el gobierno trate de ofrecer bienestar a los ciudadanos o de que instaure una política al servicio de todos ellos, desarrollando programas concretos que hagan realidad estas buenas intenciones; pero hay investigadores, economistas y sociólogos que encuentran esta política de bienestar llena de fallas y condenada al fracaso. Algunos dicen que ataca los efectos y no las causas de los fenómenos; de la corrupción, por ejemplo. Otros dicen que no hay nada nuevo en estos programas, que en esencia reeditan viejas políticas clientelares aplicadas en otros sexenios, muchos de los cuales alcanzaron cierto éxito y ahora se borraron de un plumazo. Finalmente, hay quienes concluyen que las transferencias monetarias han fracasado en todo el mundo porque van dirigidas al consumo y no a incentivar la producción y el empleo.
Durante su prolongada campaña proselitista, el nuevo gobierno definió acertadamente al neoliberalismo como la causa de los más graves problemas socioeconómicos de México; pero hoy que detenta el poder no parece dispuesto a tocar al modelo ni con el pétalo de una rosa. Y si recordamos sus discursos de campaña, veremos que es proclive a perdonar, a no perseguir, a conciliar con los corruptos, al borrón y cuenta nueva, a ofrecer garantías a los poderosos y a prometerles que no aumentará ni creará nuevos impuestos.
En cuanto a la austeridad, parece estar dispuesto a aplicarla primero con los pobres; así lo demuestra lo ocurrido en el primer trimestre de este sexenio. Además, existen renglones en el Presupuesto de Egresos de la Federación que no debería atacar con tanta austeridad; y otros en los que afectaría a la clase capitalista a los que la austeridad no llegará. De algunas de estas fallas nos habla el reporte especial de esta semana.
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Escrito por Redacción