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Eric Hobsbawm fue reclutado por el ejército británico en 1939; primero fue empleado en el cuerpo de ingenieros que construirían puentes en el frente de batalla que se establecería en el continente europeo. Pronto, al ver que hablaba fluidamente el alemán, fue trasladado al sector educativo del ejército. Pero el M15 (servicio de inteligencia británico) lo indagó y descubrió que era miembro del Partido Comunista Británico (PCB); la inteligencia británica no quería espías que ayudasen a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) a influir en la población y en el ejército para que se abriera el frente occidental, como proponía la URSS para enfrentar a Hitler (lo cual no ocurrió, pues los aliados –EE. UU, Gran Bretaña y Francia– deseaban que el ejército nazi destrozara a la URSS). Hobsbawm fue vigilado y el cuerpo de seguridad e inteligencia británico ordenó que él trabajara en Inglaterra.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Hobsbawm decidió estudiar un doctorado. Siguió siendo vigilado por el M15, pero lo más importante de esta etapa es que sus trabajos como historiador –con datos estadísticos irrebatibles– demostraron que en las primeras décadas de la Revolución Industrial en Inglaterra, el nivel de vida de los obreros ingleses decayó, lo cual contravenía las ideas de los historiadores apologistas del régimen capitalista británico. Esto, por supuesto enojaba al gobierno británico que veía con malos ojos que se “desprestigiara al capitalismo británico” en pleno desarrollo de la Guerra Fría. Hobsbawm, junto a otros importantes historiadores británicos, buscó nuevas ideas para fundamentar su visión marxista de la historia. Esas ideas las buscó en Italia, a donde se fue a vivir. Allí, conversando con intelectuales, campesinos, líderes obreros, etc., conoció lo que llamó “La historia desde abajo”, es decir, la historia vista y narrada no por las clases privilegiadas, sino por el pueblo. Un ejemplo de las luchas que investigó Hobsbawm fue el Fasci Siciliani, movimiento de tintes socialistas surgido en la década de los 90 del Siglo XIX en Sicilia, que reivindicaba la entrega de las tierras ociosas a los campesinos, la elevación de los salarios a los trabajadores y la elevación de los impuestos a los más ricos, es decir, un programa que propugnaba por un mejor reparto de la riqueza social. Este movimiento fue reprimido por el gobierno italiano, cuando a petición de los terratenientes e industriales del sur de Italia, se encarceló a los líderes de las Fasci y el ejército cargó contra los trabajadores e impuso el toque de queda. En su enfoque, nos dicen los narradores del documental, Eric Hobsbawm, analizó el papel de los “rebeldes primitivos”, es decir, los bandidos que luchan contra los poderosos para repartir la riqueza. Los distintos pueblos del mundo han tenido estos personajes, a quienes siguen las masas explotadas pues, aunque son considerados bandidos, su papel de justicieros es admirado por las capas pobres de la población.
El documental aborda la desbandada de intelectuales comunistas que sufrió el PCB en 1956, cuando Nikita Jrushov, el máximo dirigente de la URSS en ese entonces, denunció “los crímenes de Stalin”, así como el llamado “culto a la personalidad”. Los amigos historiadores de Hobsbawm también se apartaron del PCB, pero él decidió quedarse. Años después, Eric dio sus razones; para él era lo mejor no traicionar al partido y era necesario quedarse a “combatir lo que perjudicaba al partido desde dentro”. Esta posición demostró que el historiador era un auténtico y consecuente comunista.
Hobsbawm vivió hasta finales de los años 50 del Siglo XX la vigilancia del M15; su situación económica lo obligó a escribir en un diario británico, no como historiador, sino como crítico de Jazz; para realizar ese trabajo utilizó el seudónimo de Francis Newton. Después recibió el apoyo de la Fundación Rockefeller para hacer estudios sobre las condiciones de América Latina. Esa región del mundo, escribiría Hobsbawm: “es explosiva, pues las condiciones de la población trabajadora se asemejan a la de la Europa medieval y se asemeja a la de Rusia antes de la Revolución de octubre de 1917”.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA