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Unos cuantos días después de haber asumido el mando del país, el Presidente de la República creó formalmente el Programa Nacional de los Pueblos Indígenas; posteriormente, acompañado de importantes funcionarios, ante representantes de las comunidades indígenas del estado de Oaxaca, contrajo trascendentales compromisos con todos los pueblos indígenas de México; según sus palabras, el futuro de la población indígena estaba asegurado gracias a las medidas que su gobierno aplicaría: construir infraestructura pública, acceso a la educación, a la salud y a otros servicios básicos; programas sociales que incluían la plantación de árboles en un millón de hectáreas, precios de garantía para los campesinos indígenas; y lo más importante, empleos, creación de muchos empleos, trabajo seguro para los mexicanos más pobres y entre ellos los trabajadores indígenas. Con esto último, quienes demandaran jornaleros tendrían que pagarles como en Estados Unidos; los salarios miserables pasarían a la historia.
Pero hasta ahora, más de tres años después, no se han materializado aquellos loables y aplaudidos propósitos. La situación de los pueblos indígenas es peor que al principio del sexenio de la “Cuarta Transformación” y que en sexenios anteriores. Millones de trabajadores campesinos, entre ellos habitantes de los pueblos indígenas, siguen emigrando en busca de un salario a otras entidades o al vecino país del norte; y lo hacen con toda su familia.
Las grandes promesas y los grandes sueños enunciados por AMLO no se basaban en la realidad concreta y en las leyes inevitables que rigen en la sociedad capitalista; por eso quedan, por lo pronto, solo en palabras; y decimos “por lo pronto” porque a la “Cuarta Transformación” le quedan otros tres años para cumplir o avanzar siquiera en el cumplimiento de sus fantásticas promesas.
Los indígenas mexicanos se encuentran más olvidados que días antes de la toma de posesión del actual Presidente de la República, informa el Reporte Especial de esta semana, que enumera las principales promesas y compromisos, en apariencia tan serios al momento de contraerlos, que cualquier ingenuo hubiera jurado que escuchaba la voz del dios de la verdad; todo indica que esas palabras eran solo chispazos del momento o buena actuación de alguien con muchas tablas en su trayectoria histriónica, porque ya transcurridos más de tres años de su triunfo electoral y de su ascenso a la silla presidencial, no se han cumplido las fascinantes, las conmovedoras promesas ante los pueblos indígenas que, emocionados como no habían estado en varias décadas, le dieron la bienvenida al gobierno que muy pronto los rescataría del olvido, la pobreza y la discriminación de que han sido víctimas desde hace varios siglos.
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Escrito por Redacción