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La gran apuesta
Conocer a través del cine las entrañas del sistema capitalista es una tarea difícil pero permite acercarse al origen no solo de los grandes problemas económicos
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Conocer a través del cine las entrañas del sistema capitalista es una tarea difícil pero permite acercarse al origen no solo de los grandes problemas económicos, sino también comprender sus consecuencias sociales y políticas: el surgimiento de las diversas tendencias ideológicas y políticas, las guerras, los fenómenos superestucturales, la emigración de miles de millones de personas, etcétera. 

La gran apuesta (2016), del realizador estadounidense Adam McKay, es una cinta de comedia bufa que aborda el origen de la crisis económica, en 2008, en el sector inmobiliario y financiero, donde se evidenció el impacto global de la crisis de sobreproducción del sistema capitalista estadounidense. Sus primeros síntomas aparecieron en 2006, pero estalló dos años después, dejando graves secuelas que a la fecha resienten las finanzas de miles de millones de pobladores del mundo. Ficción, aderezada con realismo y humor negro, la historia de McKay describe cómo los especuladores se dieron a la tarea de vender viviendas a millones de estadounidenses, con poca o nula solvencia económica, conllevando a la inflación de una burbuja inmobiliaria que terminó por estallar; acontecimiento que ocurrió cuando la mayoría de los acreedores bancarios se vieron en la imposibilidad de pagar sus deudas y debieron entregar las viviendas tan solo para cubrir los intereses leoninos que se habían acumulado. Ante esa situación, los especuladores utilizaron mecanismos sofisticados –como las obligaciones colateralizadas mediante deuda (CDO)– y con la colaboración de las más prestigiadas agencias calificadoras –entre ellas Standar & Poor’s–  lograron transferir esas hipotecas en calidad de “bajo riesgo” para que pudieran circular sin dificultad y finalmente se convirtieran en hipotecas subprime, es decir en “basura de alto riesgo”, que hicieron inevitable la explosión, con las terribles consecuencias ya conocidas. Pero a más de una década del inicio de esa crisis, los análisis profundos permiten entender que su origen no solo se debió a la especulación, sino a la esencia misma del capitalismo, un sistema irracional que cíclicamente cae en escollos profundos como los que ha enfrentado desde 1825, cuando tuvo su primera crisis de sobreproducción.

En La gran apuesta, los diálogos son ininteligibles por la rapidez con que se suceden en la mayor parte de la narración fílmica, lo que no permite al simple espectador hacerse de una idea clara que ubique con precisión a los principales responsables de la gran debacle económica. Y aunque los actores son muy solventes y reconocidos –Christian Bale, Brad Pitt, Ryan Gosling y Steve Carell, entre otros– el filme se queda en una historia que no logra desvelar con amplitud y profundidad la esencia de la verdadera causa de los grandes desequilibrios que provocaron el derrumbe de la economía en todo el orbe; que implicó la quiebra de bancos, el paro de gran cantidad de industrias, el aumento brutal del desempleo y, por tanto, el aumento de la pobreza en la mayoría de la población trabajadora.  La gran apuesta nos dice poco en cuanto a que el pueblo trabajador de todas las naciones fue el que “pagó los platos rotos” de la crisis generada por la ambición de las aves de rapiña –banqueros, industriales, grandes comerciantes– ya que los gobiernos estadounidense y británico destinaron más de un billón de dólares al rescate de la quiebra bancaria y se olvidaron de la situación económica de quienes perdieron sus hogares. El gran capital, no contento con ser el responsable de la fatídica caída de la economía mundial, fue premiado con la inyección descomunal de dinero salido de los bolsillos de centenares de millones de contribuyentes, quienes en su inmensa mayoría son ciudadanos de a pie. Ese gran capital imperialista es el que aspira a apropiarse de la mayor reserva de petróleo que hay en el planeta, y en función de ese proyecto agrede incansablemente a Venezuela, a quien pretende invadir militarmente.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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