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Nació en Cienfuegos, Cuba el dos de septiembre de 1910. A los siete años comenzó a escribir poemas y al terminar sus estudios de secundaria se mudó a La Habana para insertarse en los círculos de literatos. En 1932 publica su primer poemario, La fuga de las horas.
Abandonó Cuba y viajó por Las Islas Canarias, El Salvador y República Dominicana, donde se asentó definitivamente. Trabajó como catedrático en la Universidad Nacional Pedro Hénriquez Ureña y siguió escribiendo poesías. Su obra se recopila en 12 poemarios que publicó en vida: Misas paganas (1933), Babel (1936), Canto final (1936), Oasis, Hyacinthus, Prometeo, La vejez de Don Juan, Odas por la victoria y Muerte diaria (todas publicadas en 1943), Cantos de Proteo (1944), Lamentaciones de Proteo, Canciones de Adán (ambas de 1947), Poemas en la arena, Alegría de Proteo (ambas de 1948), Nuevo oasis, Poeta enamorado (ambas de 1949) y Poemas prohibidos (1959). Sus poemas inéditos fueron compilados en dos tomos: Pasarás por mi vida (1997) y Nada llega tarde (2001). Falleció en Santo Domingo el 14 de agosto de 1982.
Elegía para ti y para mí
Nous, nous rencontrerons par hassard, dans la rue...
Paul Géraldy
I
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.
II
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.
III
Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizás: “Qué linda es, todavía”.
Tú, quizás pensarás: “Se está poniendo viejo”.
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.
IV
Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.
V
Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos veamos frente a frente, ya sin reconocernos.
VI
Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.
Balada de las recapitulaciones
Todo es igual y siempre: Yo, la noche, el olvido
–acá abajo las rosas y allá arriba los astros.
Y el hombre y sus preguntas. Y nadie y su silencio.
Y un gran montón de escombros floreciendo y girando.
Todo es igual: el río, las espigas, la nieve,
las lágrimas, las fechas. Todo es igual y en vano.
* * *
A veces, en otoño, la música del bosque
nace en las hojas secas del compás de mi paso,
y hay nubes parecidas a las cosas que pienso,
y me duele en los hombros lo que quisiera un árbol;
pero después no importa: lo que pasa o se queda,
lo que sueño y olvido, todo es igual y en vano.
Libros de letras torpes, viejos pozos vacíos,
turbio espejo en la sombra, negra espuma en el vaso;
sello del rey asirio bajo costras de arena;
mandolina del paje, talismán del templario;
y nada más que el tiempo soplando su ceniza,
y otra vez y cien veces, y todo igual y en vano.
Y decimos: “ya es tarde”. Y aún así pasa el viento.
Y el viento nada dice, pero sigue pasando.
Y decimos: “no importa”. Y al mirar hacia arriba
recorremos a tientas los caminos de abajo.
Y decimos entonces: “está bien”. Y no importa,
y es tarde y, como siempre, todo es igual y en vano.
Excusa del viento
Yo le entregué mi corazón al viento
en una encrucijada del camino,
al viento de invisible movimiento
que se va sin saber de dónde vino.
Así por el camino polvoriento,
con el azar del viento en su destino,
mi corazón fue el príncipe de un cuento,
bajo un hosco sayal de peregrino.
Pero al ser como el viento, a veces lento,
y a veces con violento remolino,
también se hace voluble el sentimiento.
Y si mi amor se va por donde vino,
en una encrucijada del camino,
no es culpa de mi amor, sino del viento.
Nocturno VII
Ahora que ya te fuiste, te diré que te quiero.
Ahora que no me oyes, ya no debo callar.
Tú seguirás tu vida y olvidarás primero...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.
Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte,
y un amor tempestuoso que no puede durar.
Acaso aquella noche no quise retenerte...
y ahora estoy recordándote a la orilla del mar.
Tú, que nunca supiste lo que yo te quería,
quizás entre otros brazos lograrás olvidar...
Tal vez mires a otro, igual que a mí aquel día...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.
El rumor de mi sangre va cantando tu nombre,
y el viento de la noche lo repite al pasar.
Quizás en este instante tú besas a otro hombre...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...
Canto final
Yo seguiré cantando mientras crecen los árboles,
y sembraré canciones en los surcos del tiempo.
–Simiente: yo, algún día, me tenderé a tu sombra,
para olvidar el sueño que no cabrá en mi canto.
Yo seguiré cantando mientras del gajo mustio
las hojas amarillas caen como alas muertas.
No importa que los pájaros picoteen mis ojos:
yo inventaré los astros en las noches oscuras…
Yo seguiré cantando mientras pasan las nubes.
para que el viento arrastre mi canto hacia el silencio.
No importa ni el olvido: debajo de la tierra
volaran mariposas de mis cuencas vacías…
Yo seguiré cantando mientras sonría un niño.
Yo seguiré cantando mientras se yerga un muro.
Más allá del silencio, más allá de la sombra,
más allá de mi canto, ¡yo seguiré cantando!
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Escrito por Redacción