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Antes de entrar en materia, un comentario sobre las declaraciones de Claudia Sheinbaum Pardo. La señora funge ahora como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México y después de que el Presidente de la República declaró que es una de sus candidatas a sucederlo, anda por el país en abierta campaña proselitista haciendo uso de los recursos públicos que los mexicanos han puesto a su disposición. Solo en los últimos días, ya estuvo de visita en Guanajuato, Tlaxcala, Campeche, Guerrero, Baja California y Colima. En este último estado, al responder a la pregunta, “¿cree que una mujer deba ya gobernar el país?”, pregunta encargada para su lucimiento con el pretexto de la toma de posesión de la nueva gobernadora, Indira Vizcaíno, dijo la Jefa de Gobierno: “sí está preparado, pero, desde hace mucho”. Nótese la modestia ejemplar de la señora: México está preparado para una persona como yo, quiso que se entendiera. Pero aquí de lo que se trataría no es de saber si los mexicanos han hecho méritos suficientes para merecerla, sino si la señora tiene las cualidades indispensables para gobernar al país. A buen tiempo nos vamos dando cuenta de la opinión de una de las candidatas más conspicuas de la 4T a la Presidencia de la República.
En fin, habida cuenta de que hay muchas señales de que el capitalismo mundial está en crisis, a las puertas de un agravamiento, he creído que vale la pena comentar algunos de sus síntomas más graves. Entre otras señales, como consecuencia de lo que sucede con el vecino del norte, se encuentra el reciente encogimiento de la economía mexicana que, además de sus inocultables factores internos, se debe al mal desempeño reciente de la economía de Estados Unidos (EE. UU.) que no ha crecido conforme a las expectativas y menos aún conforme a las necesidades.
Según escribió el experto Carlos M. Urzúa en El Universal el pasado 1º de noviembre “En este momento el Producto Interno Bruto (PIB) trimestral es inferior, en términos reales, al que se tuvo en el tercer trimestre de 2015, hace seis años… Y si además se toma en cuenta el crecimiento poblacional de México, al día de hoy el PIB trimestral per capita (por mexicano) es, en términos reales, similar al que se tuvo en el tercer trimestre de 2012, hace nueve años”. Es decir, con el gobierno de la 4T estamos al mismo nivel de ingreso por persona que hace nueve años. No deje usted de volver a votar por la 4T.
Esto, como lo señala el mismo Urzúa, tiene causas internas que consisten básicamente en la falta de confianza de los inversionistas para arriesgar su dinero abriendo negocios en el país bajo el régimen actual. Pero también tiene causas externas que paso a ejemplificar y que ponen de manifiesto la verdadera naturaleza destructiva del capitalismo que ha visto disminuir drásticamente su tasa media de ganancia y, consecuentemente, la desindustrialización de EE. UU. y una severísima contracción de la demanda efectiva, o sea, la capacidad de compra de la población, lo que lo ha obligado a ampliar la entrega de ayudas a los pobres precisamente para evitar que se hunda hasta cero la posibilidad de la población de retirar mercancías de los anaqueles.
Tal como sucede en los países más pobres del mundo, en EE. UU. se generaliza la llamada “inseguridad alimentaria”, que los investigadores han definido como “la comida que compramos no duró y no tuvimos dinero para comprar más; los niños en nuestra casa no están saciando su hambre porque no pudimos comprar suficiente comida”. Un estudio realizado en 2015, es decir, mucho antes de los grandes estragos sociales causados por la pandemia de Covid, por Angus Deaton y Anne Case, arroja resultados aterradores sobre la mortalidad de la clase media blanca en EE. UU., que está falleciendo a una menor edad, incluyendo un aumento dramático en suicidios, envenenamientos y enfermedades del hígado, que son considerados indicadores sólidos del estancamiento en los salarios, la ocupación y, consecuentemente, de la inseguridad alimentaria.
El sueño americano, un eufemismo para el consumo abundante, comenzó a derrumbarse en 2007. El poderoso dólar ya no es ni la sombra de lo que era antes, cuando Richard Nixon declaró que ya no estaría respaldado por oro y aseguró que mantendría su valor; hoy, el dólar norteamericano vale 19 centavos de lo que valía en agosto de 1971. En 2020, el Bank of America calculó que en 1985 se necesitaban 30 semanas de trabajo con el salario medio para pagar vivienda, atención médica, un automóvil y educación; hoy se necesitan 53 semanas (que no tiene el año) para comprar esos satisfactores.
El pueblo norteamericano vive endeudado. Desde 2003, la deuda de los hogares estadounidenses fue de mal en peor y alcanzó, incluso en el período anterior al Covid-19, niveles insostenibles. En marzo de 2020, la deuda alcanzó los 14.3 billones de dólares y la mayor parte de esta deuda estaba en hipotecas, muchas de las cuales eran insostenibles debido a la desindustrialización en curso de EE. UU., que había eliminado los empleos bien remunerados y altamente calificados y había trasladado muchos de ellos al extranjero; en la década de 1960, la manufactura representaba el 25 por ciento del Producto Interno Bruto de EE. UU.; hoy es apenas el 11 por ciento; se han perdido más de cinco millones de puestos de trabajo en la industria estadounidense desde el año 2000.
La crisis de las personas sin hogar es gravísima y tristemente elocuente. ABC Channel 10 News de San Diego, dice que según el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, 3.5 millones de estadounidenses no tienen hogar y la mayoría de esas personas vive en las calles o en un refugio. Pero este cálculo no considera a los 7.5 millones de estadounidenses que no tienen vivienda y habitan con otras personas debido a los altos costos de la vivienda. Los datos más recientes muestran que la población sin hogar es principalmente masculina, blanca y de mediana edad. Hoy en día, hay más estadounidenses sin hogar que antes de la Gran Recesión. Es más, Brasil, con una población de 210 millones, dos tercios del tamaño de la población de EE. UU., tiene cinco veces menos personas viviendo en las calles.
Muchos estadounidenses gastan dinero para triplicar su consumo de alcohol para combatir el estrés causado por el sistema político en desintegración, la economía que los aplasta y una atmósfera de paranoia y miedo constantes; pero, debe quedar claro que el consumo de alcohol no es un indicador de poder adquisitivo o prosperidad real. Tampoco el consumo escandaloso de drogas. Veamos solo el caso de una región, Columbus, la capital del estado de Ohio: en un fin de semana llegan a morir hasta 20 personas a consecuencia de sobredosis de fentanilo, abarrotando así la morgue de una ciudad de apenas 1.3 millones de habitantes. La mayoría de los muertos son hombres caucásicos de entre 25 y 50 años que consumen droga barata en grandes cantidades.
No hay espacio suficiente para detallar la declinación de EE. UU. como constructor de grandes barcos para el transporte de mercancías que, como se entiende, es el complemento indispensable para dominar el comercio mundial; es más, no se trata solamente de la construcción de grandes barcos, se trata de la declinación en la producción misma de acero que ya ahora es inferior a la de Rusia. No hay, pues, manera de confiar en el supuesto excepcionalismo que siempre han presumido los imperialistas norteamericanos. El American Way of Life está cada vez más marcado por la pobreza, el alcoholismo, la drogadicción y los suicidios de la inmensa mayoría de sus habitantes. ¿Cuándo colapsará?
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".