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El juego del calamar es una serie surcoreana que, a dos semanas de su estreno en México, se viene proyectando como el producto de la plataforma Netflix que mayor éxito tendrá por la cantidad de espectadores que la verán, calculan los expertos. El cine surcoreano está teniendo un auge internacional muy destacado debido a sus historias, que le apuestan a arriesgadas temáticas. Pero en ese auge también hay –como en toda la industria del cine de los países que giran en la órbita de las naciones imperialistas, cuya cabeza sigue siendo Estados Unidos de Norteamérica– el interés de reproducir los valores ideológicos, morales y los enfoques del cine comercial de Occidente. El ejemplo más elocuente de ese éxito lo representa la cinta Parásitos (2019) del realizador Bong Joon-ho, la primera de su país en ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes; en la 92ª edición de los premios Oscar, también fue la primera cinta surcoreana en ganar varias de las categorías que otorga el máximo concurso cinematográfico internacional (recibió seis nominaciones y ganó en las categorías: mejor película, mejor director, mejor largometraje internacional y al mejor guion original).
Pero la industria cinematográfica al servicio del gran capital también ha castigado a los “disidentes”, a los críticos del orden social basado en la máxima cuota de extracción de plusvalía. Tan solo por poner un ejemplo destacado de ese castigo, ¿qué ocurrió con la cinta de ciencia ficción Avatar (2009) del realizador canadiense James Cameron, después de haberse exhibido mundialmente? Avatar recibió duras críticas de la derecha mundial por que este filme hizo una crítica del imperialismo, cuyos afanes de dominio lo han llevado a destruir la naturaleza en muchos países y a someter a millones de seres humanos para lograr una mayor concentración de riqueza en manos de los grandes potentados. Avatar no pudo ganar ningún premio importante en los Oscar. Cameron ya no ha podido lanzar ninguna obra cinematográfica con los alcances de Titanic y de Avatar.
Y en la serie El juego del calamar está ocurriendo algo parecido a Parásitos, pues ha tenido una promoción bastante espléndida por parte de la plataforma Netflix y de la crítica especializada del mundo.
La mayoría de los críticos de cine que han escrito sobre la cinta surcoreana coinciden en que, aunque la temática abordada por la misma “no es novedosa”, su realización refleja una violencia “estremecedora”, que atrapa al cine-espectador, pues nos da una visión “perturbadora de la condición humana”. La trama se centra en lo que les ocurre a cientos de seres humanos que se ven compelidos a ingresar a una competencia en la que el ganador se quedará con 46 mil millones de wones. La característica común de los que ingresan al fatídico juego es que están desesperados por obtener dinero, dado que tienen familiares enfermos y no pueden pagar el costo de la atención médica, han sido despedidos de su trabajo, han robado y temen ir a la cárcel, etc. En la medida en que van siendo eliminados los competidores, si éstos tienen lazos de amistad con algunos de sus compañeros, cuando el juego los obliga a enfrentarse a esos amigos, cualquier sentimiento de amistad, de agradecimiento, toda empatía, etc., desaparece para dar lugar a una feroz competencia en la que no hay lugar para el mínimo escrúpulo, la más pequeña noción de humanidad. Y, aun así, irónicamente, los que organizan los mortales juegos castigan con la muerte a quien haga trampa, pues en esos juegos prevalece, según ellos, el principio de “igualdad”.
Millones de seres humanos, al parecer, por haber sido excluidos de la vida llena de riqueza, de la vida desahogada y sin deudas, se identifican con los personajes de El juego del calamar (y ahí está la clave del éxito de la serie surcoreana). Pero el mostrar crudamente la “condición humana” de esa forma no da una visión humanista y científica de la realidad, pues esa forma no explica el por qué de la profunda desigualdad en la sociedad actual ¿Por qué millones de seres humanos son atropellados por un orden social profundamente injusto, depredador de la “condición humana”? ¿Por qué esos seres humanos han adquirido los “valores” de una sociedad que promueve brutalmente la ambición, el deseo de riqueza al costo que sea necesario? En ese sentido. El juego del calamar, en la misma línea de Parásitos, no da una visión profunda de las raíces de la desigualdad social y su consecuente generación del deseo de obtener riqueza, aun poniendo en riesgo la vida y adoptando la conductas más inhumanas y degradantes de la “condición humana”.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA