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El Ártico: botín del imperialismo
El capital trasnacional ambiciona los vastos recursos del llamado “techo del mundo”. Y aunque el presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald Trump, niega el calentamiento global, su gobierno lidera la avanzada para capitalizar los efectos que este fenó
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El capital trasnacional ambiciona los vastos recursos del llamado “techo del mundo”. Y aunque el presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald Trump, niega el calentamiento global, su gobierno lidera la avanzada para capitalizar los efectos que este fenómeno causa en los glaciales del Océano Ártico, cuyas estructuras naturales más antiguas están desapareciendo.

Mientras el ritmo del deshielo aumenta, y con éste la crispación entre los países limítrofes que se disputan su control, los Estados amenazados por la catástrofe –México entre ellos– deben diseñar programas que salvaguarden su integridad e intereses geopolíticos.

Durante los pasados 30 años, la zona de hielo marino Ártico disminuyó hasta u    n 40 por ciento debido al aumento de la temperatura global en más de dos °C y el nivel del mar ha aumentado 19 centímetros. Eso ha impactado significativamente en los ecosistemas de esa región y en los sistemas climáticos de todo el mundo. Así, mientras el Ártico se deshiela por el efecto global de ese fenómeno, suben los intereses económicos de países grandes y pequeños, cercanos y lejanos. 

Esta región, de 16 millones 500 mil kilómetros cuadrados (10 veces mayor que México), incluye el Océano Glacial Ártico, zonas de Groenlandia, Eurasia, América del Norte y ocho países ribereños que anhelan las oportunidades económicas que se abren tras su rápida pérdida de masa helada. Según el Servicio de Inspección Geológica de EE. UU. (SGI), el Ártico contiene el 30 por ciento de reservas mundiales de gas natural y el 13 por ciento de las de petróleo. También tiene oro, platino, diamantes, tierras raras y otros minerales más, así como bancos de peces y fauna de gran valor comercial.

Cronología del deshielo global

Entre 1979 y 2014 se redujo el 40 por ciento el hielo marino del Ártico. Los hielos viejos que hace 26 años estaban en la región prácticamente han desaparecido.

2014      En su momento álgido, el total de glaciar marino solo ocupa 14 millones de kilómetros cuadrados.

2018: Es el segundo año más cálido en el Ártico desde 1900. El deshielo se ha triplicado desde 2007. El nivel del mar aumenta 15 centímetros. Menos hielo significa menos reflexión solar: el océano absorbe más energía y se calienta más.

Entre 2011 y 2014 Groenlandia perdió un billón de toneladas de hielo.

Entre 1992 y 2017 la Antártida perdió tres billones de toneladas de hielo.

Fuentes: Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, Centro Nacional de Datos sobre Hielo y Nieve de EE. UU., Observación Terrestre en la Universidad de Leeds.

En la actualidad, el Ártico es un territorio neutral bajo control de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Consejo Ártico. Desde una visión capitalista, su deshielo brinda a EE. UU., Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Rusia otra gran oportunidad: la apertura de nuevas vías comerciales para el transporte marítimo y turístico. Ya se han trazado dos rutas que acortarían la distancia entre Asia y Europa.

La del noroeste, que bordearía la costa de EE. UU. y conectaría los Océanos Atlántico y Pacífico, pero que plantea un conflicto de intereses, pues al cruzar estrechos de un archipiélago suyo, Canadá afirma que son aguas interiores y pretende establecer términos de tránsito. Para EE. UU. y la Unión Europea (UE) esos pasos deben estar abiertos al tránsito internacional. Y la ruta del noreste o Mar del Norte, que también une al Atlántico y al Pacífico por las costas del norte de Rusia. Sería una vía más rápida, barata y segura que las existentes.

El ártico y México

En agosto de 2018, el Gobierno Federal declaró estado de emergencia en 642 municipios de 24 estados debido a inundaciones ocasionadas por el cambio climático. Un informe de Greenpeace pronosticó entonces que el deshielo en el Ártico y los efectos del cambio climático representan tres amenazas clave: 1) daños ambientales en zonas costeras; 2) pérdida de biodiversidad y 3) éxodo masivo de habitantes de ésas regiones.

Según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (Imecc) más de 480 municipios mexicanos son vulnerables al cambio climático; las ciudades costeras sufrirán más huracanes, crecida del nivel del mar e inundaciones. A ello se suman los efectos del deshielo ártico. En febrero pasado, el doctor Alfredo Sandoval explicó que la cavidad provocada por el desprendimiento del glaciar Thwaites en el Ártico, mide más del doble que la ciudad de Manzanillo, Colima, posee la altura de la Torre Eiffel y equivale a 12 mil veces la capacidad del Estadio Azteca.

Esa disminución del hielo afectará pricipalmente a Tabasco, Quintana Roo y Campeche, advierte el director del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Hugo Delgado. Además, el llamado “efecto Ártico” afectará la corriente del Golfo de México dando origen a inviernos muy fríos y con ello el país sufrirá lluvias que se convertirán en nevadas, aseveró el ambientalista Erik Quiroga.

Es fundamental considerar que quienes hoy deciden sobre el Ártico no son los Estados, sino las corporaciones trasnacionales, acostumbradas por largo tiempo a ignorar las fronteras nacionales, advierte el geólogo marino ruso Konstantin Ranks. Y aunque los Estados árticos reivindican ahí sus soberanías, el auténtico debate es sobre los riesgos para el medio ambiente, advirtió Vicente López-Ibor Mayor en un estudio sobre la geoenergía del Ártico. 

En la Antártida, el apetito imperial logró frenarse con un tratado que regula las relaciones en esa región, la más meridional del globo. Sin embargo, todo indica que el “techo del mundo” solo será controlado por unos cuantos, sin que importen las consecuencias sobre la comunidad internacional.

Ambición y conflicto

Para EE. UU. el Océano Ártico constituye un escenario de poder y competencia global. Así lo evidencia lo sucedido, el seis de mayo, cuando el Consejo Ártico se reunió en Rovaniemi, Finlandia, y la ONU emitió el informe sobre los efectos de la extinción del Ártico. Éste advierte que la acción humana eleva la temperatura del planeta con efecto desolador sobre la biodiversidad y que millones de millones de cadenas de seres pueden desaparecer de la Tierra en corto plazo. Por ello, los científicos que redactaron el informe hicieron un llamado a todos los Estados y personas para que asuman el interés primario de preservar todas las especies, entre ellas la humana. 

Horas después, el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, escuchó la misma preocupación generada por el rápido deshielo del Ártico en voz de representantes de otros siete países y seis organizaciones indígenas. Sin embargo, el exjefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) respondió con arrogancia a esa inquietud: “El Ártico está en la vanguardia de la oportunidad y la abundancia” y citó las cifras del SGI sobre las grandes riquezas naturales que hay en esa región. 

Por tanto, para Pompeo, quien actúa como representante del capital trasnacional, el Ártico no se derrite suficientemente rápido. “La reducción del mar helado abre nuevas vías y oportunidades al comercio. Esto acortaría el tiempo de viaje entre Asia y Occidente hasta en 20 días y nos permitirá importar chucherías de China tres semanas antes de lo usual”, señaló.

 No hay que olvidar que, en 2010, Pompeo recibió fondos de la empresa energética Koch Industries para ser su representante en Wichita, Kansas, y ya en el cargo propuso evadir el registro de sustancias de gas invernadero. Quizás por esa visión anti-ambiental y pro-imperialista, Donald Trump lo designó su encargado de asuntos exteriores.

Por ello, a ambos les resulta una buena noticia que una de las mayores estructuras físicas del mundo esté en caos. No les importan la alteración del clima, las sequías, las inundaciones, las nubes de metano que produce el deshielo y que el océano azul absorba la creciente radiación solar. Y para conseguir sus objetivos están dispuestos a ir a la guerra.

EE. UU. Hunde al Consejo Ártico

En Rovaniemi, Finlandia, EE. UU. se negó a reconocer que existe el cambio climático y, por tanto, por primera vez en 23 años de historia, la declaración final del Consejo Ártico (CA) excluyó ese concepto. Sometidos a la presión imperial, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Rusia “entibiaron” esa cumbre con propuestas de medidas destinadas a contener el deshielo de la región.

Creado en 1996, el CA es un foro que atiende asuntos medioambientales, científicos, de desarrollo sostenible y coordina propuestas de solución en casos de emergencia. Además de sus ocho miembros hay observadores como China, Italia, India, Japón, Surcorea y Singapur; representantes parlamentarios, organizaciones no gubernamentales y países europeos (España, Francia, Alemania, Holanda, Polonia y Reino Unido), pues la UE no ha sido admitida como tal.

Aprovechar los recursos del Ártico implica, además del tiempo de deshielo, inversiones y avances tecnológicos, por lo que se prevé la polarización entre Estados ricos y pobres. El Ártico dejará de ser una zona de paz y ya no será un territorio neutral, advirtieron en 2013 los especialistas ibéricos, Blanca Palacián de Inza e Ignacio G. Sánchez.

Ante tal escenario el Fiordo de Trondheim, ubicado en el centro de Noruega, fue sede en 2018 del Conexión Tridente y del mayor ejercicio militar realizado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desde la Guerra Fría, y contó con la participación de 50 mil soldados.  Cinco explosiones terrestres y cuatro marítimas exhibieron el músculo militar de Occidente ante las puertas de Rusia y con ello agudizaron la tensión en esa zona.

Rusia, China y los demás

Es clara la posición del Kremlin ante el Ártico. En 2009 delineó su estrategia e intereses con relación a la región y anunció su propósito de ser la primera potencia Ártica en los años próximos. En su Concepto de Política Exterior, de 2013, reiteró esa prioridad y anunció que se proponía aumentar considerablemente su presencia militar y civil en el Ártico. Según estimaciones oficiales, el 90 por ciento de las reservas de hidrocarburos de la plataforma continental rusa están en el Ártico.

En 2013, ante las propuestas para poner la parte rusa de esa región bajo control internacional, el presidente ruso Vladimir Putin advirtió que eran antipatrióticas y peligrosas. “El Ártico no solo es una región con reservas de hidrocarburos y otras materias primas, sino también la ruta más corta desde el oeste al Pacífico. Existe gran interés mundial por nuestra Ruta del Norte, y dado que Rusia tiene la flota de rompehielos más grande del mundo, vamos a desarrollar y utilizar esa ventaja económica”, aclaró.

Tras el desplante de EE. UU. en la ciudad finlandesa de Rovaniemi, Rusia aseguró que su prioridad es la protección medioambiental del Océano Ártico, con un enfoque que desarrolle la bioeconomía marina y garantice la navegación verde. “Mi país aboga por cooperar con el Foro Ártico de Guardias costeras y prevenir accidentes marítimos ante el desarrollo vertiginoso de actividades navales en la zona, incluyendo el turismo”, declaró el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.

Hasta ahora, en el mundo Rusia es el único país que al tiempo que procura sus intereses geopolíticos y asume también su responsabilidad en el Ártico. Hace años que mantiene una campaña de limpieza de crudo derramado en la llamada “Tierra de Francisco José”. Ninguno de sus colegas del Consejo Ártico hace lo mismo.

China, la Unión Europea (UE), Japón, India, Singapur y Surcorea están decididos a no ser excluidos de una región con grandes recursos naturales. Beijing ha pasado de un silencio cauto a pronunciar abiertamente su interés (pues la zona alberga una décima parte del total de las estratégicas tierras raras).  Ha establecido acuerdos y relaciones bilaterales con los Estados ribereños. El primero fue Finlandia y le siguió Groenlandia, donde explota una mina de hierro con dos mil 300 trabajadores chinos.

El informe danés de Linda Jacobsen dice que la agenda de China en el Ártico incluye el conocimiento de efectos del deshielo ártico en su territorio; su interés en participar en la ruta del noreste y en la carrera energética. China y Rusia han pactado inversiones comunes en la prospección y extracción de crudo y gas en Siberia.

Para la UE, su mayor interés es la pesca, el cambio climático y el desarrollo de tecnologías e ingeniería polares. Aunque ha sido vetada por el Consejo Ártico, tres de sus miembros están en ese foro: Dinamarca, Finlandia y Suecia, así como Noruega e Islandia figuran en el Espacio Económico Europeo (EEE). Mientras que Canadá cuenta con EE. UU., su principal socio en la región ártica, a pesar de sus diferencias en torno a la libre navegación en el paso del noroeste.

Pese al frenético choque de intereses de las corporaciones trasnacionales por apoderarse de sus riquezas y ventajas estratégicas, el Ártico sigue siendo uno de los espacios más pacíficos del planeta. Algunos optimistas prevén que en el futuro continuará así debido a que sus recursos no serán extraídos a la velocidad esperada por las condiciones extremas y la complejidad técnica que implica su manejo, el cual impone una cooperación indispensable.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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