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Belisario Domínguez, según Vicente Quirarte (II de II)
En la “entrevista” de Vicente Quitarte a don Belisario Domínguez no solo saltan a la palestra histórica sus hechos políticos y profesionales, sino también algunos de los que lo mandaron secuestrar, cortarle la lengua y asesinarlo.
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La militarización fue casi absoluta con Victoriano Huerta

En la “entrevista” de Vicente Quitarte a don Belisario Domínguez no solo saltan a la palestra histórica sus hechos políticos y profesionales más conocidos, sino también algunos de los que lo mandaron secuestrar, cortarle la lengua y asesinarlo. Del dictador militar Victoriano Huerta, por ejemplo, el autor de este libro hace referencia a una versión popular que cuenta que en 1866 pudo estudiar para ingeniero militar por órdenes el presidente Benito Juárez, quien a su paso por Colotlán, Jalisco, después del triunfo liberal en Querétaro, lo escuchó hablar en una ceremonia de recepción en su honor. En aquel momento Huerta, joven huichol de 22 años, era considerado la persona más inteligente y mejor preparada de su comunidad.

Esta misma versión dice que una vez en el Colegio Militar Huerta descolló como estudiante y años más tarde como oficial de artillería en las múltiples acciones de represión ejecutadas durante el Porfiriato. Las altas graduaciones militares, según la misma leyenda (así la llama Quirarte), aceleraron su propensión al consumo de alcohol y mariguana, vicios que no empañaron su tarea profesional pero sí su honorabilidad personal y militar, y a ellos debió su uso regular de lentes oscuros y un abrigo negro sobrepuesto en los hombros. “Por eso la sabiduría popular, siempre tan ingeniosa, le aplicó aquellos versos de la canción: la cucaracha, la cucaracha/ ya no puede caminar, / porque no tiene, porque le falta,/ mariguana que fumar”, dice Quirarte.

El libro brinda información sobre otros hechos relevantes pero poco enfatizados en las crónicas de la breve presidencia dictatorial de Huerta. Entre ellos que ordenó militarizar la burocracia federal y la educación; que los funcionarios públicos de nivel medio exhibieran grados militares y que maestros y alumnos de las escasas escuelas públicas se uniformaran como soldados. En este caso se halló el entonces bachiller Jaime Torres Bodet, quien décadas más tarde sería Secretario de Educación Pública (SEP) en los gobiernos de Manuel Ávila Camacho y Adolfo López Mateos, Secretario de Relaciones Exteriores (SRE) de Miguel Alemán Valdés y director de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

En una de las páginas de su “entrevista” con Quirarte, don Belisario Domínguez confiesa que en ese periodo histórico de México “lo terrible fue que gran parte de la población estaba convencida de que los militares eran los salvadores de la patria”; como lo evidenciaron las múltiples mantas que llevaron inscrita esta leyenda durante la llamada “marcha de la victoria”, es decir, cuando el denostado Chacal de la contrarrevolución mexicana celebró su cuartelazo en las calles de la Ciudad de México al término del muy conocido episodio de la Decena Trágica, que se dio entre el nueve y el 17 de febrero de 1913, y al que los adictos a la dictadura llamaron “decena mágica”, recuerda Quirarte.


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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