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Babylon (I de !!)
Del realizador estadounidense Damien Chazelle, la cinta muestra los recovecos de la industria del cine. Es la historia de tres personas que trabajan en el Hollywood de los años 20 del Siglo XX.
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La forma en que se realiza la extracción de plusvalía en los sectores de la población que no trabajan directamente en la industria o en el campo suele tener algunas características muy peculiares. Esa peculiaridad se hace evidente, por ejemplo, ahora que los guionistas y actores del cine en Estados Unidos (EE. UU.), están realizando una huelga por obtener un pago más justo a su trabajo en esa poderosa industria del espectáculo, pues una de las reivindicaciones de los sindicatos de la industria del cine es que las grandes plataformas de streaming que venden el tiempo del entretenimiento de las películas, las series de ficción, documentales, etc., a públicos muy numerosos y que obtienen, por lo mismo, cuantiosas ganancias de forma continua por periodos normalmente largos, paguen de manera más equitativa a sus trabajadores.

Los empresarios de la industria del entretenimiento –en este caso del cine–, pueden seguir obteniendo ganancias por mucho tiempo gracias al trabajo de guionistas, diseñadores de vestuario, camarógrafos, montajistas, ingenieros de sonido, músicos, actores (principales, secundarios o “extras”), ese pago por la repetición de las películas o series se llama residual.

El capitalismo norteamericano, el más depredador del planeta, requiere de la industria del cine y de la televisión no solo por ser un negocio muy lucrativo, sino porque esa industria le ayuda a mantener el control mental e ideológico de la población de la superpotencia y de los países bajo su dominio.

Babylon (2022) del realizador estadounidense Damien Chazelle, es una cinta que muestra los recovecos –a veces nauseabundos– de la industria del cine. Babylon es la historia de tres personas que trabajan en el Hollywood de los años 20 del Siglo XX; los protagonistas buscan el éxito y la fama, pero tienen que enfrentarse a un ambiente impregnado del espíritu de explotación, sórdido y humillante, que es el medio en que se desenvuelven actores, guionistas, y todas las personas que trabajan en la industria. Las historias de Manuel “Manny” Torres (Diego Calva), Nellie La Roy (Margot Robbie) y Jack Conrad (Brad Pitt), se entrelazan en el Hollywood de la época del cine mudo y su transición al cine sonoro.

 

 

Manny intenta llevar un elefante a una fiesta organizada por un ejecutivo de un estudio; pero la fiesta es una manifestación de un hedonismo infernal; decenas de invitados bailan, se exhiben desnudos y fornican a la vista de todos. En la fiesta se consumen drogas y ninguno de los concurrentes tiene reparo alguno por los excesos. Nellie La Roy llega en su automóvil a la fiesta, pero los vigilantes le impiden el acceso. Manny interviene y logra que ella ingrese al enloquecedor jolgorio. Jack Conrad también arriba a la fiesta hollywoodense, pero antes de entrar sostiene una fuerte discusión con su esposa por hablar él en italiano. La mujer le exige el divorcio. En alguna habitación del palacio en donde se realiza el reventón, la actriz Jane Thorton (Phoebe Tonkin) queda inconsciente por una sobredosis de droga. El jefe de Manny ordena sacar a la chica del lugar para evitar algún escándalo y que los invitados se den cuenta de su estado crítico, el jefe de Manny le ordena sacar al elefante para distraer la atención de la bulliciosa concurrencia. Mientras Nellie baila drogada, causando impacto en los participantes de la desenfrenada juerga. El mismo jefe de Manny, al ver a Jack Conrad (una estrella de cine muy reconocida y cotizada en el medio), completamente ebrio, le ordena que lleve al actor a su domicilio.

Mientras Jack Conrad comienza a trabajar en una película de cruzados, Manny recibe órdenes de sus jefes de dispersar a los trabajadores que están realizando un paro laboral para exigir mejores salarios; para lograr su cometido, Manny, montado en un caballo, hace disparos con una pistola, lo que provoca la huida de los manifestantes.

Babylon no es una película que exalte o alabe a los que financian, producen, dirigen o actúan en el cine norteamericano. Por el contrario, durante toda su narración, de más de tres horas, la cinta mantiene un tono abiertamente crítico hacia esa industria. La cinta de Chazelle nos recuerda, con algunas escenas, que el cine ha sido, es, y seguramente seguirá siendo, una fábrica de sueños.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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