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La existencia de cualquier ser vivo se basa en su relación con el medio ambiente; las ranas, por ejemplo, para vivir necesitan agua, insectos y de otras ranas para reproducirse. Lo mismo ocurre con los seres humanos: para seguir viviendo, tenemos que adaptarnos y aprovechar lo que nos rodea; transformamos la madera de los árboles en mesas, sillas, utensilios de cocina, incluso en casas; cambiamos un terreno árido en uno fértil para obtener los alimentos requeridos; incluso, adquirimos la habilidad de cambiar el modo de existencia de otros seres vivos para satisfacer nuestras necesidades, como sucedió con los perros, las vacas o los cerdos. Esto no significa que la naturaleza esté ahí para usarla a nuestro antojo; pero como tenemos que sobrevivir, echamos mano de ella para transformarla y para que ella también nos transforme.
Es obvio que el hábitat del sapo es diferente al de los humanos, ya que cuando aquél cambia la naturaleza –aun si se trata de actividades básicas– tiene cierto objetivo, con medidas adaptadas al medio que modifican; por ello los hombres no trabajan igual la madera y el hierro, cuando quieren construir una mesa o una cama. La actividad humana está guiada por un objetivo fijado de antemano, cosa que no existe entre los animales.
Otra diferencia importante entre las actividades humanas y las de otros seres vivos se halla en el modo en que se ejecutan las primeras, que siempre son diferentes y dependen del grado de desarrollo alcanzado por una sociedad determinada. Por ello, destaca que las vasijas elaboradas por las primeras tribus habitantes del Valle de México fueron demasiado rústicas o elementales, en comparación con las forjadas por los aztecas, cuyos diseños no eran tan simples, ya que tenían formas de animales y personas y estaban pintadas.
El ser humano busca no solo satisfacer sus necesidades básicas; además, éstas son cubiertas de un modo artístico para reflejar sus impresiones e inquietudes sobre el medio. Así, la humanidad alcanza un grado de expresión superior al de las demás especies; al estilizar las formas naturales, los humanos plasman una visión diferente de su entorno desde una perspectiva subjetiva y social. Por ello, las obras de arte de las primeras grandes civilizaciones reprodujeron el entorno y se hicieron con materiales básicos como barro, madera, conchas, etc.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.