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En pleno auge de la Guerra Fría, la cinta soviética Aquí los crepúsculos son más apacibles (1972), del cineasta Stanislav Rostotski, nos da un ejemplo del buen cine que durante décadas se produjo en aquella confederación. El cine soviético siempre fue acusado de “propagandístico” y de “anteponer lo ideológico y político por encima de lo artístico”. Sin embargo, a contrapelo de esos ataques de los sicofantes al servicio del imperialismo, muchas cintas soviéticas tenían, tienen hoy día, una gran calidad artística y estética. Y en cuanto su contenido cargadamente “ideológico”, en mi modesta opinión, puedo decir que esa guerra entre los dos sistemas confrontados se inició prácticamente desde que triunfó el socialismo en Rusia en 1917, pues cuando las naciones que habían sido “aliadas” de Rusia en la Primera Guerra Mundial, en cuanto vieron que se instauraba un régimen socioeconómico en el que ya no dominaba la oligarquía rusa y se desbarataban los intereses expoliadores de los potentados extranjeros, se lanzaron con inusitada furia contra el naciente Estado. Pero esa guerra no terminó con la derrota de las fuerzas invasoras que apoyaron a los ejércitos de Kolchak y Denikin; esa guerra duró, como la Guerra Fría, hasta que a principios de los años 90 del siglo XX se derrumbó el socialismo.
La cinta Aquí los crepúsculos son más apacibles cuenta un episodio ocurrido en 1941, en un lugar llamado Karelia –en la frontera entre Finlandia y Rusia– donde el sargento Vaskov (Andrey Leonidovich, Martynov) espera que llegue un pelotón para enfrentar con baterías antiaéreas los ataques de la aviación germana. La sorpresa de Vaskov es grande cuando se da cuenta de que este pelotón está compuesto por mujeres. Cada una de ellas tiene una historia, que Rostotski narra con mucha solvencia y profundidad humana. Historias disímbolas, pues mientras a algunas les llegó el reclutamiento cuando ya se habían casado y habían tenido hijos, a otras el momento de defender a su patria sobrevino siendo muy jóvenes y no habían tenido oportunidad de conocer a un compañero. Pese a las dificultades que al principio el sargento tuvo en su relación con sus dirigidas, Vaskov establece una entrañable camaradería con ellas. Siguiendo los pasos de otros realizadores soviéticos, que combinan escenas en blanco y negro y en color, Rostotski cuenta una historia llana colmada de poesía y humanismo. Después de repeler un ataqué aéreo de la aviación nazi, una de las mujeres-soldado se da cuenta de que cerca del poblado donde se encuentran hay dos paracaidistas alemanes. Vaskov decide ir a atraparlos y lleva a cinco elementos de su unidad militar, pero cuando llegan al sitio donde están los germanos, después de atravesar un largo pantano, se dan cuenta que no son dos sino 16 los nazis y que están bien armados. Vaskov manda a una de sus combatientes a avisar al resto del pelotón para que los refuercen, pero la mujer-soldado muere ahogada. Con mucho valor y sentido heroico en defensa de su patria se enfrentan con los alemanes y los soviéticos son perseguidos. En esa lucha desigual mueren heroicamente las cinco chicas pero infringen bajas a los invasores nazis. Finalmente, Vaskov logra tomar por sorpresa a sus enemigos, mata a varios germanos dentro de una casa en la que descansan y toma prisioneros a tres sobrevivientes. La cinta fue nominada en 1973 a los premios Oscar. Lejos de ofrecernos una simple evocación nostálgica, el filme nos brinda una muestra de lo duro y terrible que fue enfrentar a la maquinaria asesina que dejó más de 26 millones de muertos en la Unión Soviética durante la más devastadora guerra que haya sufrido la humanidad.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA