Cargando, por favor espere...

Vuelva usted mañana
El gobierno mexicano, en las actuales circunstancias, se niega a oír el clamor popular ante la hambruna inminente.
Cargando...

La doctora María Edmée Álvarez, en su imprescindible Literatura mexicana e hispanoamericana consigna la importancia del poeta hidalguense Anastasio María de Ochoa y Acuña, excelente latinista y miembro de la Arcadia Mexicana, cuya poesía festiva “gozó de gran popularidad en su tiempo por sus composiciones humorísticas y jocosas”. En la siguiente composición se critica “la costumbre muy mexicana de dejar las cosas para mañana”.

Perfidia inhumana

es, a lo que entiendo

engañar, diciendo:

Vuelva usted mañana.

           

Así comienza esta letrilla de Ochoa y Acuña, compuesta en versos de arte menor (hexasílabos) en la que el poeta caracteriza la conducta dilatoria como una “perfidia inhumana” y un engaño; anteponiendo su conclusión al desarrollo del tema, que acto seguido ejemplifica presentando personajes y situaciones. La primera de ellas tiene que ver con la costumbre, tan extendida, de elegir como padrinos a personas acaudaladas que puedan asistir en la necesidad al individuo, cuyas demandas no son siempre bienvenidas. El humillante sometimiento, que a menudo resulta sin provecho, se expresa de manera suscinta en la sigiente estrofa.

 

Cuando me persino,

me voy sin tardanza

a ver al padrino

que tanta esperanza

me dió de un destino;

a su casa me entro

y él de mala gana

dice desde adentro:

“Hombre, nada encuentro;

vuelva V. mañana”.

 

Y si la fallida esperanza de recibir socorro de quien tiene obligación “moral” o “religiosa” no bastara, cuando el empleado acude a reclamar a su patrón el pago por una semana de trabajo, recibe la misma desvergonzada respuesta: vuelva usted mañana.

 

Si por dicha mía

alguno me emplea,

doy con alegría

fin a mi tarea

el séptimo día.

A quien me ha empleado

pido la semana,

y él dice enfadado:

“Estoy ocupado;

vuelva V. mañana”.

Y para probar que el menosprecio por el tiempo y las necesidades ajenas no es privativo del “padrino” y el “patrón”, la siguiente estrofa retrata la conducta displicente de los funcionarios públicos, a quienes el menesteroso debe ir a buscar a su palacio; y cuando por fin, después de una larga espera, tiene la suerte de ser atendido, recibe la exasperante respuesta: Vuelva usted mañana. ¡Qué actual, qué vigente la crítica social de don Anastasio! El gobierno mexicano, en las actuales circunstancias, se niega a oir el clamor popular ante la hambruna inminente; y, como los funcionarios postcoloniales, solicita “paciencia y confianza” y condena al pueblo a morir de enfermedad o inanición.

 

Si voy a palacio

mi pleito a agitar,

después que en su espacio

me canso de andar,

llega muy despacio

mi procurador,

y a mi caravana

contesta el señor:

“Ya vamos mejor;

vuelva V. mañana”.

 

Esta conducta del “Padrino”, el “patrón” y el “procurador” también era común a los “nobles caballeros”, que así respondían a sus acreedores:

Si estoy apurado

y me debe alguno,

voyme confiado

en tiempo oportuno

a quien he prestado.

Cobro al caballero

y él con voz insana

me dice grosero:

“No tengo dinero;

vuelva V. mañana”.

 

Vuelva usted mañana, responden también los artesanos, aunque haya expirado el plazo para entregar un encargo que se pagó puntualmente. Y si se trata de cumplir el ofrecimiento de apoyar a un amigo en caso de necesidad, suele ocurrir que no se honre la palabra empeñada:

 

Cuando alguna obra

mandar suelo hacer,

como se me cobra

voyla a recoger.

Si tiempo ya sobra,

la pieza demando;

diligencia vana,

pues van contestando:

“Ya se está acabando;

vuelva V. mañana”.

 

Si al que me ha ofertado

su dinero y casa

voy, necesitado

por lo que me pasa,

a pedir prestado;

después que mi miedo

apenas se allana,

él me dice acedo:

“Amigo, hoy no puedo;

vuelva V. mañana”.

 

Y ya en una situación desesperada, con la muerte acechando, vuelve el pobre a recibir la misma respuesta: Vuelva usted mañana. Evidentemente, el “humor festivo” que se atribuye a Ochoa y Acuña no es más que la envoltura de un contundente rechazo a la costumbre de postergar la atención a las apremiantes necesidades del hombre común, y una denuncia de las injusticias que a diario cometen los señores del dinero y del poder.

 

Si al médico ver

es fuerza corriendo,

porque mi mujer

se me está muriendo.

Sin saber qué hacer,

corro como gamo

y grita una anciana:

“Señor, no está ahí el amo;

vuelva V. mañana”.

 


Escrito por Tania Zapata Ortega

Correctora de estilo y editora.


Noticia anterior
El hoyo (I de II)
Noticia siguiente
Otto René Castillo

Notas relacionadas