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Prisiones ilegales de EE. UU. A 20 años de su "guerra contra el terror"
Los aliados de Washington permitieron a la CIA alojar a presuntos terroristas secuestrados en “sitios negros” donde no existe el Estado de Derecho. Por lo que la justicia y la democracia representan una utopía.
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Joseph Robinette Biden prometió ser el último presidente de Estados Unidos (EE. UU.) que vería en funciones la prisión de Guantánamo, ubicada en Cuba, y el peor lugar del planeta que opera como campo de concentración. Sin embargo, solo ha transferido a uno de los 40 presos restantes de ese centro que funciona contra la voluntad del pueblo y del gobierno de La Isla. Los aliados de Washington permitieron a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) alojar a presuntos terroristas secuestrados en “sitios negros” donde no existe el Estado de Derecho. Ese proceso de deslocalización sigue vigente; y los republicanos en el Congreso de EE. UU. rechazan el cierre de esas instalaciones, lo cual confirma que, en la superpotencia, la justicia y la democracia representan una utopía.

En su “cruzada contra el terrorismo” de 2001, el gobierno de EE. UU. violó todos los principios del derecho internacional. Alentó operaciones clandestinas como la captura de cientos de personas sin orden judicial, a las que maniató, encadenó y privó de visión. Las transportó en vuelos cuyas bitácoras ocultó, las confinó en “sitios negros” que no figuran en mapas oficiales y donde las sometió a martirios inhumanos por tiempo indefinido.

 

 

Con estas prácticas en Abu Ghraib, Guantánamo y cientos de locales secretos en el mundo, EE. UU. mostró su poder totalitario y de exterminio. Aplicó la biopolítica de la tortura, porque su poder se agazapó sobre el cuerpo de sus detenidos para dominarlos. La superpotencia demostró que la vida de sus detenidos dependía del poder político y usó la tortura como dispositivo de eliminación, información y humillación.

La superpotencia usó estos centros de detención y las llamadas prisiones flotantes para torturar impunemente. Se ensañó en violentar los principios religiosos, sexuales y políticos de quienes considera como enemigos para conocer sus debilidades y humillarlos, denuncia el experto en biopolítica Benjamín Ortega Guerra.

Estos centros de confinamiento han sido también laboratorios para hacer análisis clínicos de excrementos, vómitos y saliva de los presos tras las sesiones de tortura; llamadas “técnicas de interrogación mejoradas” para obtener patrones estadísticos y establecer esquemas y saber si el prisionero se “quebraba” o mentía, refiere el analista Guadi Calvo.

 

Deslocalización y tortura

Basada en sus experiencias represivas antidrogas en América Latina, la CIA estableció Centros de Operaciones Antiterroristas (CTIC) que el sector de inteligencia denominó “agujeros negros”. Éste fue el proceso de deslocalización que confinó a los detenidos en otros países.

Esta práctica implicó la muerte de algunos detenidos, denunció Avery F. Gordon. Si bien, los aliados de EE. UU. se prestaron a todo, siguieron el enfático llamado del ministro del Interior francés, Charles Pasqua de que “hay que aterrorizar a los terroristas”.

La infraestructura carcelaria por deslocalización consumó las campañas de ocupación y expoliación de EE. UU. Ahí se interrogó a presuntos terroristas con tácticas que violan las cuatro convenciones de guerra que regulan el trato a los prisioneros, explica el analista Hugo Alconada. Aún operan con discrecionalidad varias de ellas, en complicidad con gobiernos aliados.

Las masivas incursiones y torturas a los reos suscitaron crecientes protestas que promovieron juicios contra los perpetradores, escribe en su ensayo El archipiélago de las prisiones secretas de la CIA el periodista y miembro de la Comisión investigadora del Parlamento Europeo, Giulietto Chiessa.

Ningún gobierno admite su participación en las violaciones al derecho internacional en guerra contra el terror. Todos sabían que se practicaba la tortura hasta el clímax para “quebrar” a los prisioneros hasta que revelaran sus planes contra la potencia.

El periodista político Tom Engelhart precisa: Por su naturaleza, el modelo penal que EE. UU. estableció desde el 11-S, fue un sistema de tortura. “Implantamos un sistema de injusticia en el extranjero con organización global, desde Guantánamo en Cuba hasta Afganistán. Se creó un Triángulo de las Bermudas de la injusticia, para dejar en la oscuridad extrajudicial lo que se hacía”.

 

 

De esto fueron cómplices Australia, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Irlanda, España y Turquía. En Europa del este participaron Polonia, Rumania, Macedonia y Lituania; en Asia, Tailandia y Arabia Saudita y en África, Egipto, Marruecos y Sudáfrica, según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Los aliados de EE. UU. se prestaron a todo, bajo el principio del ministro del Interior francés, Charles Pasqua, de que “hay que aterrorizar a los terroristas”. Agentes de inteligencia aliados, así como funcionarios del Departamento de Estado y del Departamento de Defensa (Pentágono), optaron por la impunidad.

Pero paso a paso, organismos regionales y organizaciones no gubernamentales (ONG) reunieron testimonios y evidencias para revelar los secretos de esas prisiones. En febrero de 2007, el Parlamento Europeo reveló que la CIA operó mil 245 vuelos secretos en ese continente; en 2009, el Instituto Trasnacional (TNI), especializado en instalaciones militares, estimó más de mil bases de EE. UU. en 100 países y/o territorios.

 

Sistema de injusticia de EE.UU.

16 de febrero de 1903. La Enmienda Platt presiona a Cuba para ceder a EE. UU. el territorio de Guantánamo y establecer una Base Naval. La Habana recibiría dos mil dólares en moneda de oro como renta, la que Cuba solo cobró una vez en 1960.

11 de enero de 2002. Se crea el CDT. Ninguno de los 800 prisioneros goza de las garantías legales que se aplican en EE. UU. y establece la Convención de Ginebra.

21 de octubre de 2003. La Ley Patriota avala la detención indefinida de sospechosos.

16 de febrero de 2006. El Parlamento Europeo se suma a petición de la ONU para cerrar Guantánamo. La Corte Suprema de EE. UU. declara ilegales los tribunales militares especiales para juzgar a presos en Guantánamo.

Cuatro de noviembre de 2009. Tribunal italiano condena a ocho años de prisión al jefe de la CIA en Milán, Robert Lady, a 23 agentes de esa agencia y a dos agentes italianos por secuestrar en 2003 al imam Osama Mustafá Hassan. El gobierno de EE. UU. no extradita a sus agentes.

2011. WikiLeaks publica 759 Informes secretos que arrojan luz sobre lo que sucede en Guantánamo.

Diciembre de 2012. Informe del Comité de Inteligencia del Senado de EE. UU. califica de errores terriblesˮ tácticas de la CIA como detenciones y técnicas de interrogatorio. Se clasifica como secreto.

Noviembre de 2013. Fiscalía española admite que agentes encubiertos de EE. UU. actuaron ahí desde el inicio de la guerra sucia contra Al Qaeda.

2013-2016. 100 reclusos en huelga de hambre protestaban por su detención indefinida, sin instruirles cargos ni abrir juicio.

Dos de mayo de 2015. Senadores republicanos vetan el cierre de Guantánamo.

13 de enero de 2021. Tribunal de Casación reconoce que George W. Bush y otros funcionarios son susceptiblesˮ de haber participado como autores o cómplices en delitos de tortura y detención arbitraria en sus operaciones antiterroristas en Guantánamo, pero no serían procesados ante un trbunal francés por razones de inmunidad.

Seis de agosto. En la Cámara de Representantes, 75 miembros, entre ellos Adam Shiff que preside el Comité de Inteligencia, piden a Biden presionar por el cierre de la prisión. El juez federal Amit P. Mehta considera ilícita la detención del preso afgano Asadullah Haroon Gul.

27 de diciembre de 2021. Biden pide al Congreso más autoridad para gestionar Guantánamo.

 

En febrero de 2013, la Fundación Open Society reveló que 54 países, ninguno latinoamericano, colaboraron con la CIA para establecer esas prisiones secretas, abrir su espacio aéreo y cooperar con la inteligencia de EE. UU.

Salieron a la luz nuevos detalles de las prácticas inhumanas de la CIA en febrero de 2020, que presenciaron agentes de la Oficina Federal de Investigación (FBI). Fue elocuente el testimonio de dos de los artífices de las torturas: los psicólogos James Mitchell y John Bruce Jessen, reveló Amnistía Internacional.

Sin experiencia en interrogatorios ni en materia de seguridad, ambos aportaron a la CIA “técnicas de interrogatorio mejorado” que sentaron las bases de la psicología del terror.

Así se institucionalizaron prácticas como encerrar a los presos en pequeñas cajas, aislarlos en condiciones extremas y privarlos del sueño.

Se los obligó a escuchar ruidos de alto volumen y a sufrir por largo tiempo luces estroboscópicas, así como a comer alimentos ajenos a su dieta de creyentes musulmanes. Se los desnudó por largos períodos y se les agredió sexualmente.

La CIA pagó mil 800 dólares diarios a Mitchell y a Jessen, cuya empresa recibió 80 millones de dólares hasta 2009, según investigó el Senado de EE. UU. Ante la Corte, Mitchell no se arrepintió y admitió que participó en el método de ahogamiento. Tras asumir la presidencia, Donald J. Trump afirmó que “funciona de verdad”, la técnica de interrogatorio del ahogamiento simulado.

 

Prisiones flotantes

En su guerra contra el terrorismo, EE. UU. recurrió a los barcos-prisión. En éstos, la CIA tampoco respetó el derecho de los detenidos, aunque desde entonces y ahora Washington sigue dando lecciones de derechos humanos al mundo, refiere Jorge Majfud.

Investigaciones del Senado estadounidense y del Parlamento europeo detectaron 17 barcos convertidos en prisiones flotantes donde torturó a sospechosos. Entre 2017 y 2020, la BBC y The New York Times publicaron que la Guardia Costera (USCG) se despliega extraterritorialmente en costas de países latinoamericanos para detener a personas sospechosas por delitos como el narcotráfico.

Las prisiones flotantes retienen a capturados por patrullas marítimas que surcan costas de Ecuador, Colombia, Guatemala, México y otros países. Quieren evitar que la droga llegue al mercado de adictos estadounidenses.

George W. Bush aseguró que ya no operaban barcos-prisiones, como los que desplegó en la base de Diego García del Reino Unido. Pero en 2008, la organización Reprieve rechazó por falsa esta versión, pues múltiples embarcaciones, como el buque anfibio USS Peleliu (de baja en 2015), transportaron prisioneros afganos en su misión de seguridad marítima (entre ellos, el afgano-estadounidense John Walker Lindh, el australiano David Hicks, el vocero talibán Mullah Abdul Salam y el británico Moazzam Begg).

 

Campo de concentración

Hace más de un siglo que la Base Naval de Guantánamo se asienta en 117.6 kilómetros cuadrados de suelo cubano; y el 11 de enero se cumplieron 20 años de que EE. UU. abrió en ese enclave el Centro de Detención para Terroristas (CDT) con el Campo Delta y el Campamento 7.

En ese aniversario, el general de división del Cuerpo de Marines, Michael Lehnert, que en 2002 abrió ese centro, consideró que retener sin cargos a prisioneros resulta contrario a los valores e intereses de su país. No obstante, tras el 11-S, esa base se convirtió en el campo de concentración más grande de EE. UU., con cientos de personas privadas de sus derechos.

Ícono de tortura y maltrato sistemático, los sucesores del expresidente George Bush prometieron clausurarla, pero han fracasado. Barack Obama alegó que es la prisión más cara del planeta, pues cuesta al año 150 millones de dólares (mdd) anuales, aunque otras fuentes defienden que en realidad son 500 mdd. Eso significaba 800 mil dólares por reo al año, cuando eran 166 detenidos; contra los 25 mil anuales que cuestan en una prisión de alta seguridad en EE. UU.

De los 800 detenidos que alojó ese Campo de Concentración durante dos décadas, solo nueve fueron acusados o condenados; nueve murieron, siete por suicidio. Hoy, los 39 prisioneros están enfermos y envejecidos, carecen de asistencia médica adecuada y de rehabilitación por la tortura sufrida, afirma la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 

 

Joseph Biden también es incapaz de cumplir su promesa. Aunque la Ley de 2012 lo autoriza a transferir a ciertos detenidos hacia sus países o a un tercero, la decisión está en manos de un Congreso renuente a juzgar en su territorio a esos presos.

Por 20 años, los republicanos han vetado la clausura de Gtmo, como se lo llamó en la jerga bélica. Sostienen que si se les juzga en EE. UU., pueden escapar y amenazar la seguridad; y alegan que si regresan a sus países de origen, reincidirían en sus planes terroristas.

A pesar de que el 31 de agosto de 2021, Biden anunció el “fin de la guerra contra el terrorismo”, como cruel mofa, el Congreso de EE. UU. aprobó la construcción de un Memorial de la Guerra contra el Terrorismo “para honrar a quienes sirvieron en el conflicto más largo en la historia de la nación”.

Biden pidió al Congreso eliminar toda restricción para trasladar a los detenidos de Guantánamo el 28 de diciembre, cuando firmó el presupuesto del Departamento de Defensa (unos 770 mil mdd). Pero el Congreso mantuvo su negativa de usar fondos para transferir a esos detenidos.

Descontentos porque Guantánamo sigue operando excancilleres, políticos y artistas latinoamericanos y 24 senadores demócratas exhortaron a Biden a que cierre esa prisión, considerada el “Símbolo del desorden y abusos contra los derechos humanos”. Para la organización Testigo contra la Tortura, debe terminar la existencia del centro de castigos más excesivos desde su apertura.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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