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Nació en Asunción, Paraguay, el nueve de febrero de 1954. Es poetisa, diplomática, gestora cultural y crítica literaria. Tiene en su haber seis títulos universitarios, dos licenciaturas, dos maestrías y dos doctorados. Entre sus premios y distinciones se encuentran el Premio Nacional de Poesía Herib Campos Cervera y el Premio Nacional de Literatura (Paraguay).
En la actualidad colabora de forma asidua en las principales publicaciones culturales de Paraguay, en otros periódicos y revistas de varios lugares del resto del mundo, en donde ha publicado varios ensayos y difundido una parte de su producción poética. La obra de Lourdes Espínola ha sido traducida al francés, italiano, portugués, alemán e inglés y es estudiada en universidades europeas y americanas. Ha publicado 14 libros, entre poesía y prosa; y destaca Desnuda en la palabra (2011), con prólogo de José Emilio Pacheco.
Patria mía
A Armando
América: acuéstate callada al lado mío
deja caer tu pelo en mi almohada,
aprieta junto a mi cuerpo
el cobre estirado de tu piel...
Déjame contarte de David y Goliat,
de los libros que escribí,
de los papeles que tiré,
de cada palabra: verso y prosa,
para saberme siempre hablando
en la casa del extraño…
yo sé que tu palabra fue el silencio,
oprimida la sílaba
humillado el vocablo.
América: amante-mía
no quiero que te duermas...
quiero contarte un mito,
déjame, amor, que te hable
de David y Goliat.
La vida es un mal pasajero
An act like this is prepared within the silence of the heart, as is a great work of art.
Albert Camus (The Myth of Sisyphus).
Hoy estuvieron de visita todos mis fantasmas,
desordenadamente pero firmes...
fatales en la cita:
mi adolescente niñez, mi ayer y mi futuro.
Hoy tengo temor del teléfono
o del timbre,
no quiero en la casa solitaria
hallarme cara a cara,
con mi sombra.
Brújula
Una brújula del tamaño de tus ojos
aquella que contenga el universo,
o una estrella
que multiplique el misterio,
del anudado corazón.
Una brújula
de cómplice latido,
un caracol
que cuenta historias al oído.
Rompiendo códigos
Ni demasiados años para la vejez,
ni excesiva juventud para un futuro,
desorientada en “medio del camino”
con todos los tiempos trastrocados,
el inicio de todas las mañanas
y la memoria de todos los ayeres.
Erguidos, preguntando...
¿Cómo volver atrás?
¿Cómo enmendarse?
Para reescribir nuestra historia, precisamos:
un pan de infancia,
un olor de madre,
un sonido: las pisadas del padre en la escalera.
Y ellos estaban también allí
La sangre de los constructores de pirámides
mezclada con el humo de los hornos de Auschwitz
(comida de leones en la primera era).
El hongo de Hiroshima y
el naranja vietnamita
con voces de remeros fenicios.
Un pirata atado a un indio
en un palo de azotes...
son sombras que en la noche
claman y reclaman.
Ellos están aquí
también ahora.
Las alas de la lluvia
El olor de la infancia despertando caliente...
reverdecida, saltando una piedra,
salpicando luminosa una tristeza,
horadando caminos.
La fragante adolescencia húmeda
tritura: musgo, tierra y penas
y el viento va cortando los presagios;
de la tarde que se bebe el cielo.
Yo era un ciego
explorando de su corazón los secretos jardines...
Palpando bocas de silencio,
y sabiendo que había espejos que no podía ver.
Escuchando el huracán de los sentidos...
Yo era un ciego, o un niño despertando
en el alto refugio de su sueño.
Trampas a destiempo
¡Si yo te hubiera echado mis conjuros!,
aquellos traicioneros,
si hubiera amasado mi corazón
hasta hacerlo callar...
Si te hubiera tendido:
la trampa del deseo,
del verbo, de la mente...
Si hubiera masticado mi verdad
hasta deglutirla en un bocado,
sin que te percataras:
cómo se puede amar rabiosamente.
Si hubiera, en definitiva,
dado vuelta la mesa...
serías tú, de madrugada,
escribiendo el margen doloroso
de estos versos.
Aunque se te congelen las venas
Hoy te advierto
que voy a quedarme para siempre
jadeando en tu cuerpo,
en el borde infinito de tu mano,
en tu espalda que es espada.
En tu lengua que es la mía.
Solo tu corazón sabrá
si es
promesa o amenaza,
pero me quedo para siempre
y basta.
Y aún hay cosas cuyo nombre ignoro...
Do not go gentle
into that good night...
Rage, rage, against
the dying of the light
Cortando el exilio de la obscuridad
he vivido, inclinada sobre mi corazón.
Sabiendo que si no estoy alerta
moriré sin que nadie lo sepa,
ni siquiera yo misma.
He abierto con los dientes la cerradura del dolor
y toqué la sombra de la alegría
hasta verla (ante mí) entera y desnuda.
Mi piel se desvistió a jirones
excavó el deseo en cada círculo,
hasta lamer el paraíso...
¡Y aún hay cosas cuyo nombre ignoro!
Escrito por Redacción