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La fuerte polémica desatada por la cinta 28 hombres de Panfilov se debió en mi opinión, amable lector, a que no solo fuera de Rusia, sino también dentro de este enorme país, existen fuerzas retrógradas que se oponen a todo lo que huela a reivindicación de la Unión Soviética, a todo lo que intente recordar al pueblo ruso y a la humanidad entera el inmenso sacrificio que los rusos realizaron bajo la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y Stalin, su líder máximo en aquel momento. Las descalificaciones, tanto a la leyenda de Panfilov y sus hombres, como a la cinta de los realizadores Kim Druzhinin y Andrei Shalopa, se inscribe en la lucha ideológica entre los que defienden al sistema opresor de “libre mercado” y los pensadores, científicos y artistas que defienden el legado de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y que reconocen lo logrado por un sistema más justo tanto para los rusos como para la humanidad entera.
Los 28 hombres de Panfilov nos recuerda aquellas cintas del realismo socialista de las décadas en que existió la URSS, pues es un filme “coral”, es decir, en el que no hay un solo héroe sino muchos protagonistas que aportan su grano de arena al desarrollo de la historia. El colectivo es el verdadero protagonista y ha surgido de las entrañas del pueblo trabajador. Los 28 hombres son profundamente humanos y su gran hazaña no tiene como finalidad ensalzar –como ocurre en las cintas hollywoodenses- la “gran personalidad” de uno o acaso varios individuos, sino la actuación hermanada de un grupo de hombres decididos a vencer a una poderosa maquinaria asesina. Temáticamente, el guion de Los 28 hombres de Panfilov es parecido a las obras cinematográficas del realismo socialista, pero su tecnología es muy moderna, especialmente cuando usa los “efectos especiales” para producir imágenes de lo real y objetivo de una cruenta batalla, aunque no recurre a las fantasías irracionales. Es decir, la cinta es una producción hecha con buena tecnología cinematográfica y una fotografía no solo de gran calidad sino con estética sobresaliente para resaltar la proeza soviética en un campo de batalla a las afueras de Moscú y en medio de un crudo clima invernal de inmensa belleza.
Lejos de buscar la exaltación de los valores supremacistas y patrioteros –como lo hacen las producciones de los países imperialistas– en el filme hoy reseñado y comentado los diálogos previos a la feroz batalla son un homenaje a las grandes obras de la cinematografía mundial (por mencionar una de enorme influencia y éxito: Los siete samuráis de Akira Kurosawa), que plantean una tesis que siempre ha dado vueltas en la cabeza de los grandes dirigentes políticos y militares: la posibilidad y la necesidad de que el pueblo, aun en circunstancias desfavorables y de indefensión, pueda armarse, defenderse y derrotar a las aves de rapiña por muy poderosas que éstas sean. Los 28 hombres de Panfilov es también una reflexión sobre la esencia de la guerra, especialmente cuando ésta se convierte en la necesidad de defender a la humanidad entera. Y a mí me parece que esto es lo mejor de esta cinta, que en Rusia tuvo un enorme éxito.
Confieso que hace mucho no veía que el cine ruso tratase con una buena dosis de ideas progresistas la defensa del pasado soviético, de una patria que está viva todavía y que late en cada rincón de las naciones que conformaron la URSS, aunque los detractores del filme hayan enfocado su crítica sobre el supuesto de que los sucedido en 1941 no coincide con la leyenda ni con la visión de los realizadores Kim Druzhinin y Andrei Shalopa; estos “conocedores” afirman que todo se reduce “a propaganda comunista”. Para desgracia de esos deleznables críticos, todos los pueblos del mundo tienen sus héroes y sus paradigmas, que los orientan e impulsan con su ejemplo. Lo más probable es que ellos jamás hayan criticado la embrutecedora propaganda imperialista, que sigue creando “héroes´” y “súper héroes” que nada tienen que ver con la realidad objetiva y que son la pasta para la enajenación y control ideológico de la plutocracia imperial.
Definitivamente, me he quedado no solo complacido, sino deslumbrado, con el hecho de que una gran parte del pueblo ruso, y también de las naciones que conformaron la URSS, se sientan orgullosos de su pasado comunista y de que Los 28 hombres de Panfilov abonen satisfactoriamente a este sentimiento profundamente humanista. Una cinta totalmente recomendable.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA