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Hace algunos días en la ciudad de San Luis Potosí se llevó a cabo el XIX Concurso Nacional de Teatro, que anualmente organiza el Movimiento Antorchista. A este encuentro artístico asisten cada año amas de casas, campesinos, obreros y estudiantes, quienes durante tres días observan obras de grandes dramaturgos de todos los tiempos que son muy bien puestas en escena.
¿Por qué es necesario llevar al pueblo este tipo de representaciones artísticas? La razón principal radica en la necesidad de educar la sensibilidad de la clase trabajadora mexicana y crear en ella el deseo de conocer los grandes frutos del arte universal en todas sus formas. Hay por lo menos dos tipos de sensibilidad: la primera alude a la percepción que nuestros cinco sentidos hacen de las cosas del exterior más inmediatas y que llamamos sensibilidad material; la otra hace referencia a la capacidad que las personas tienen, gracias a su educación, de captar en lo más profundo de su ser los contenidos estéticos de toda forma de arte. Esta sensibilidad artística permite a espectadores o lectores apreciar, comprender y hacer suyas las propuestas de los artistas.
Esta sensibilidad, como decíamos, debe ser educada. En los Manuscritos económico filosóficos de 1844, Carlos Marx dice que para lograr este objetivo es indispensable una relación continua con los objetos de arte porque la sensibilidad artística “(…) es en parte cultivada, en parte creada y la riqueza de la sensibilidad humana subjetiva” –es decir, “un oído musical o un ojo para la belleza de la forma” con capacidad para alcanzar los goces supremos de los humanos– sólo es posible cultivarla mediante la educación de los sentidos. O sea que establece Marx una relación de auto nutrición entre la obra artística y su observador. Esta nutrición mutua se nota cuando suceden dos cosas: cuando los sentidos del observador comienzan a sentir la necesidad de expresar lo que siente de la forma parecida a cómo lo observó en la obra; si ve cuadros que tocan sus fibras más sensibles, puede sentir el deseo de expresar sus sentimientos de ese mismo modo; es así como las expresiones artísticas se nutran. Segundo, cuando los sentidos están ya capacitados para no limitarse a lo que obtienen de primera intención o en lo inmediato –Marx denomina este efecto “humanización de los sentidos”– y buscan reflejar o reproducir en sus quehaceres cotidianos las actitudes que observó en la obra de arte y que hacen humano al humano: la simpatía, la empatía, el amor, el odio, la justicia, etc. Este resultado sólo puede ser alcanzado mediante la interacción con sensibilidad humanizada.
Tomando en cuenta estos factores, puede comprenderse con más profundidad la importancia de hacer del pueblo partícipe de las expresiones artísticas que en la vida cotidiana se le presentan como ajenas o extrañas. Si el pueblo interactúa con el arte habrá como resultado una nutrición mayor de la gente con su realidad inmediata, se agudizarán más sus sentidos, posiblemente surgirán nuevos artistas y al sensibilizarse más surgirá de su alma la necesidad de transformar la condición de enajenación y explotación en la que se encuentra.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.