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Este año se cumple el 76° aniversario de la victoria sobre el nazismo por las fuerzas armadas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Podría esperarse que la narración e interpretación de este hecho histórico fueran unívocas; pero las investigaciones en torno a este suceso que marcó al Siglo XX son diversas e influirán en el XXI.
Cuando terminó la guerra, Winston Churchill, primer ministro británico, telegrafió a José Stalin, líder de la URSS, para decirle: “Las generaciones futuras reconocerán su deuda con el Ejército Rojo en una forma tan franca como lo hacemos nosotros que hemos vivido para presenciar estas pujantes hazañas”. Después de 76 años, puede decirse que no pasó así, por lo menos no como un fenómeno general. En la narrativa histórica aún prevaleciente, se dice que Estados Unidos (EE. UU.) fue el que venció al nazismo, como puede verse en el montón de películas, series de televisión, libros y cómics de consumo cultural promedio, en los que se afirma que ese país salvó al mundo y que la URSS era una entidad estatal mala.
Esta narrativa excesivamente simplificada ha sido suficiente para “educar” al ciudadano promedio. Sin embargo, es ineficiente para convencer al sector con una visión más “crítica” o que, por lo menos, cuenta con una preparación académica por encima del nivel medio. En 1941, Martin Dies, miembro del Congreso de EE. UU. de 1931 a 1945 y primer presidente del Comité de Actividades Antiestadounidenses, tenía clara la necesidad de un discurso anti-URSS cuando el presidente Franklin Delano Roosevelt declaró que la defensa de la Unión Soviética era crucial para EE. UU., pero aclaró que aprovecharía “todas las oportunidades que se me presenten para dar a conocer al pueblo americano las similitudes que existen entre Stalin y Hitler”. La carta no menciona las características específicas a que Dies hacía referencia, posiblemente porque la realidad que estaba viviendo el mundo entero mostraba que el nazismo y el comunismo eran totalmente diferentes.
El cinco de mayo de 1953, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) del gobierno de EE. UU. aprobó el Programa de Adoctrinamiento para financiar proyectos de intelectuales, artistas e investigadores que contrarrestara a la doctrina comunista. El programa atacaba al comunismo sin una amenaza abierta de guerra y la CIA se dedicó a financiar, en otros países, los congresos, revistas, investigaciones, exposiciones culturales, películas, etc., y todo lo que pudiera contribuir a presentar al comunismo como la otra cara del fascismo. Uno de los eventos internacionales financiados por la CIA fue el Congreso por la Libertad Cultural, donde participaron intelectuales de gran influencia como Benedetto Croce, Karl Jaspers y Bertrand Russell; el presidente fue Michael Josselson, conocido oficial de la CIA. El Congreso de la Libertad fue difundido en todo el mundo.
El modo más eficaz para igualar al comunismo con el fascismo fue el uso el concepto totalitarismo, cuya definición resulta por demás genérica y permite equiparaciones abstractas que solo se aplican en Estados contrarios al capitalismo, pero nunca a las naciones verdaderamente totalitarias como EE. UU., Inglaterra y Alemania.
Estos hechos, aparentemente lejanos, conservan todavía una fuerte influencia en la producción cultural contemporánea y cumplen con la finalidad de quitar a la URSS el mérito que le corresponde por derrotar al nazismo, con el que siguen comparándolo. Una investigación honesta sobre los hechos debería reconocer los errores de la URSS, pero también recordaría que fue ésta la única federación nacional que se atrevió a enfrentar al nazismo cuando ninguno podía con él.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.