Desde hace unos meses la inconformidad estudiantil recorre los centros universitarios y todos sabemos que la inconformidad es como el moho: entre más lo ignores más se extiende. Y es que con el regreso a clases presenciales se reactivaron también los movimientos estudiantiles, sobre todo en el centro del país, en donde hemos sido testigo de algo inusual, decenas de paros escolares, asambleas universitarias y manifestaciones en las calles para dar salida a inconformidades y demandas que permanecieron calladas mientras los estudiantes tomaron clases a través de las pantallas. 

La más reciente manifestación de inconformidad fue la realizada en la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por parte de jóvenes del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) 6, a quienes se unieron jovencitas de la Preparatoria número 5 de la UNAM. Exigieron, una vez más, que las autoridades de la máxima casa de estudios actúen ante los casos de violencia, acoso y agresión sexual que sufren cotidianamente las alumnas de esta institución.

Ésta es la principal demanda de los estudiantes de la UNAM, pero no es la única. Derivado de la inseguridad, sobre todo para el sector femenil, también exigen presencia de vigilantes y personal jurídico; además de baños dignos y mejores espacios estudiantiles. En este paro participan los estudiantes de los CCH Azcapotzalco, CCH Naucalpan, CCH Sur, la Escuela Nacional de Trabajo Social y los alumnos de las preparatorias 2, 3, 4, 5 y 8 de la UNAM; además de las Facultades de Contaduría y Administración; Economía; Filosofía y Letras; Ingeniería; Medicina Veterinaria y Zootecnia; y las Facultades de Estudios Superiores Acatlán, Aragón y Cuautitlán.

El 27 de septiembre el paro de labores fue convocado para 72 horas, según el comunicado que vertieron las propias autoridades de la UNAM, sin embargo, la huelga suma ya casi un mes, y no parece que el conflicto vaya a resolverse pronto pues ni el rector, ni autoridad con verdadero poder de decisión en la universidad más grande de México, han dado una salida ni han invitado al diálogo ni intentado una negociación con el alumnado.

Por otro lado, hace una semana también fuimos testigos de la inconformidad de los estudiantes de la Normal "Carmen Serdán", de Teteles, Puebla, quienes, en su más reciente acción de lucha, se manifestaron frente a Palacio Nacional para exigirle al presidente López Obrador, intervenga en el conflicto que se vive en este centro educativo. Los normalistas aseguran que los directivos quieren privatizar la institución. No ha sido su única manifestación, los estudiantes de Teteles llevan semanas en la capital del país solicitando la intervención del Gobierno Federal y de la Secretaría de Educación Pública (SEP), pero nadie los ha atendido; menos aun, resulto sus demandas.

Hace dos semanas, otra acción masiva se cocinaba en la Universidad Autónoma Chapingo (UACh). Durante una histórica asamblea (ésta no se reunía desde hace 30 años), el alumnado destituyó a su rector, el doctor José Solís Ramírez, quien fue repudiado por 6 mil 379 estudiantes chapingueros no solo del centro de Texcoco, sino también de 10 centros regionales, entre ellos los de Yucatán, Zacatecas, Durango, Morelia, Veracruz, Tabasco, Oaxaca, Chiapas, Jalisco y Sonora.

¿Qué orilló a los estudiantes a destituir a su rector? Que habían entregado al Solís Ramírez un pliego petitorio en el que demandaban el aumento del 25 por ciento de su beca y aumento de los viáticos en un 30 por ciento, dado que el presupuesto que reciben actualmente ya no les es suficiente. El doctor Solís Ramírez menospreció las peticiones de los jóvenes, por lo que éstos decidieron entrar en acción y llamar a huelga general el 30 de agosto del año en curso; 54 días después, con el nombramiento de un rector interino y la promesa de resolver sus demandas, los estudiantes rompieron la huelga y regresaron a las aulas.

Pero la primera manifestación de inconformidad estudiantil en el actual ciclo escolar, la vimos con los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN). El 22 de agosto, tan solo una semana después de iniciado el curso, estalló el paro de labores en al menos 15 planteles, entre escuelas superiores y vocacionales. Las demandas de los estudiantes eran diversas y variadas. Casi un mes después, luego de diversas asambleas y votaciones, los jóvenes lograron resumir sus demandas a 12, mismas que entregaron al rector en un pliego petitorio el 14 de septiembre.

Entre las demandas se enlistaban: atender las denuncias por acoso sexual; destituir a funcionarios y directivos por actos de corrupción; garantizar la seguridad de los alumnos; recalendarizar todas las actividades perdidas o afectadas por el paro; garantizar la gratuidad de los trámites escolares; aumentar la plantilla docente; mejorar la infraestructura educativa; incrementar el presupuesto de la institución. Aunque el rector Arturo Reyes Sandoval aceptó el pliego petitorio y se comprometió a atender las peticiones estudiantiles, los alumnos decidieron que seguirán en paro hasta que se materialicen las soluciones; “no se fían de las promesas”.

En tres meses hemos sido testigo de una intensa efervescencia estudiantil que no se explica de otra manera sino al malestar generalizado que los jóvenes sienten más cercano: sus centros universitarios. Pero la inseguridad, la violencia sexual y el feminicidio es el pan de todos los días en este país; el encarecimiento de la vida por el alza de precios es la queja constante de las amas de casa cada que vuelven del mercado; la mala de atención de los centros públicos por deficientes instalaciones y poco personal es lo que viven todos los mexicanos cada que van a solicitar un trámite, inscribir un programa o interponer una queja. Es la realidad que nos dueles a todos.

Es cierto que ante la reclusión por la pandemia nos enfrentamos a una larga temporada de anestesia política, pero ya es hora de sacudirse ese letargo, actuar y hacer que la cosa cambie y camine hacia adelante, todos unidos, estudiantes a la cabeza por ser los más enjundiosos.

Por otro lado, los movimientos estudiantiles actuales tienen que aprender una lección que ya ha enseñado la historia: se avanza poco o nada si el alumnado de cada institución lucha por su parte, sin embargo, si se unen y logran conformar una fuerza mucho más numerosa de la que tienen hoy, podrán hacer que los escuchen directivos, rectores y hasta el mismísimo Presidente de la república. No solo eso, podrán modificar, en serio, su realidad, que es al final de cuentas lo que todo el movimiento estudiantil actual demanda.