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Juan Ramón Molina
Es uno de los grandes exponentes del modernismo en la región.
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Nació el 17 de abril de 1875 en Comayagüela, Honduras. Es el primer poeta hondureño que salió de Centroamérica para embeberse en las corrientes culturales de otras latitudes. Es uno de los grandes exponentes del modernismo en la región, incluso se le considera el segundo poeta centroamericano más importante luego de Rubén Darío, de quien fue amigo allegado. Su obra, de gran calidad literaria lo consagra como el escritor hondureño más universal. Colaboró en varios medios de Guatemala y El Salvador, como El Bien Público, El Día, Revista Espíritu y fundó el periodico El Cronista que más tarde se convirtió en el Diario de Honduras.

En 1906 fue nombrado secretario de la delegación hondureña asignada a la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, Brasil. Ahí, se encontró con Darío nuevamente y elaboró su magnífica y conocida composición poética Salutación a los poetas brasileros, que Darío consideró como superior a la suya. En vida no publicó ningún libro, por lo que su obra ha sido recopilada póstumamente. Falleció el dos de noviembre de 1908 en El Salvador. 

Pesca de Sirenas

Péscame una sirena, pescador sin fortuna,

que yaces pensativo del mar junto a la orilla.

Propicio es el momento porque la vieja luna

como un mágico espejo entre las olas brilla.

Han de venir hasta esta ribera una tras una,

mostrando a flor de agua su seno sin mancilla,

y cantarán en coro, no lejos de la duna,

su canto que a los pobres marinos maravilla.

Penetra al mar entonces y escoge la más bella,

con tu red envolviéndola, no escuches su querella

que es como el canto aleve de la mujer. El sol

la mirará mañana –entre mis brazos loca–

morir –bajo el martirio divino de mi boca–

moviendo entre mis piernas su cola tornasol.

A Rubén Darío

                                I

Amo tu clara gloria como si fuera mía,

de Anadiomena engendro y Apolo Musageta,

nacido en una Lesbos de luz y poesía

donde las nueve musas ungiéronte poeta.

Grecia en los astros de oro tu nombre grabaría;

en ti, el pagano numen renace y se completa;

mas –con los ojos fijos de Jesús en la meta–

gozas el pan y el vino de tu melancolía.

El águila de Esquilo te regaló su pluma,

el pájaro de Poe lo vago de su bruma,

el ave columbina su corazón de miel.

Anacreón sus mirthos, azucenas y rosas,

Ovidio el misterioso secreto de las cosas,

Pitágoras su ritmo y Scopas su cincel.

                                II

Liróforo de triste mirada penetrante

que al son órfico ajustas la gama de los seres,

que sabes los secretos prístinos del diamante

y conoces el alma sutil de las mujeres.

Délfico augur, hermético y sacro hierofante

que oficias en el culto prolífico de Ceres,

que azuzas de tus metros la tropa galopante

sobre la playa lírica y argéntea de Citeres;

tu grey bala en las églogas del inmortal idilio,

tu pífano melódico fue el que tocó Virgilio

en la mañana antigua, de alondras y de luz;

tu azur es el radioso zafir del mito heleno,

tu trueno wagneriano el olímpico trueno

¡y tu congoja lúgubre la que gritó en la cruz!

                                III

Es hora ya que suenen tus líricos clarines

saludando el venir de la futura aurora

de paz. A los cruzados y nobles paladines

que hacen temblar la tierra; es la propicia hora.

Tu lira pon al cuello de la pujante prora,

para que así nos sigan sirenas y delfines;

y que tus versos muestren su espada vengadora

asida por los dedos de airados serafines.

Verbo de anunciaciones de nuestro Continente,

vate proteico, noble, magnífico y vidente,

que tiene de paloma, de abeja y de león;

la gloria te reserva su más ilustre lauro:

humillar la soberbia del rubio minotauro

como el divino Jorge la testa del dragón.

Metempsicosis

Del ancho mar sonoro fui pez en los cristales,

que tuve los reflejos de gemas y metales.

Por eso amo la espuma, los agrios peñascales,

las brisas salitrosas, los vívidos corales.

Después, aleve víbora de tintes caprichosos,

magnéticas pupilas, colmillos venenosos.

Por eso amo las ciénagas, los parajes umbrosos,

los húmedos crepúsculos, los bosques calurosos.

Pájaro fui en seguida en un vergel salvaje,

que tuve todo el iris pintado en el plumaje.

Amo flores y nidos, el frescor del ramaje,

los extraños insectos, lo verde del paisaje.

Tornéme luego en águila de porte audaz y fiero,

tuve alas poderosas, garras de fino acero.

Por eso amo la nube, el alto pico austero,

el espacio sin límites, el aire vocinglero.

Después, león bravío de profusa melena,

de tronco ágil y fuerte y mirada serena.

Por eso amo los montes donde su pecho truena,

las estepas asiáticas, los desiertos de arena.

Hoy (convertido en hombre por órdenes obscuras),

siento en mi ser los gérmenes de existencias futuras.

Vidas que han de encumbrarse a mayores alturas

o que han de convertirse en génesis impuras.

¿A qué lejana estrella voy a tender el vuelo,

cuando se llegue la hora de buscar otro cielo?

¿A qué astro de ventura o planeta de duelo,

irá a posarse mi alma cuando deje este suelo?

¿O descendiendo en breve (por secretas razones),

de la terrestre vida todos los escalones,

aguardaré, en el limbo de largas gestaciones,

el sagrado momento de nuevas ascensiones?

Ojos negros

Ojos terribles y puros

que me lanzáis el reproche,

ojos que sois cual la noche,

que sois cual la noche obscuros,

ojos que miráis seguros

luz derramando en derroche;

plegad los párpados, broche

de esos radiantes luceros,

no me miréis tan severos,

ojos que sois cual la noche.

Ojos que de extraña suerte

me hacéis vivir o morir;

ojos que me dais vivir

para causarme la muerte,

en vano pretendo fuerte,

vuestro yugo sacudir;

¡ya no puedo resistir

esta esclavitud amada!

¡Matadme de una mirada

ojos que me hacéis vivir!

Ojos que lanzáis centellas

para ofuscarse ellos mismos;

ojos que sois dos abismos

donde brillan dos estrellas;

ojos de pupilas bellas

y de extraños magnetismos,

¡por obscuros fatalismos

que no acierto a explicar,

os vuelvo siempre a mirar,

ojos que sois dos abismos!

Si por volveros a ver

me causáis penas mortales,

ojos que sois dos puñales,

víctima vuestra he de ser,

¡no me importa padecer

sufrimientos eternales

si las causas principales

de mis penas merecidas

serán vuestras mil heridas,

ojos que sois dos puñales!


Escrito por Redacción


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